Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Cirugía estética en tiempos de la COVID-19
Las mujeres han pagado el precio más alto de la pandemia de COVID-19. Han aumentado las cifras negativas derivadas del confinamiento: la violencia por tener que permanecer encerrada con tu enemigo; el estrés por compaginar teletrabajo con tareas de cuidado sin tregua; la pobreza que, como en toda crisis, golpea duramente a las mujeres… Hasta aquí previsible, pero no contaba con que hubiera crecido el número de mujeres que se han auto agredido.
En el informativo de La Sexta del sábado nos cuentan que en el año de la pandemia las cirugías estéticas se han incrementado un 30%. Me sorprendió la noticia y el tratamiento del tema, que parecía inducir a pensar en la cirugía como algo bueno en sí mismo. El principal motivo aducido por las usuarias es que, al estar viéndose continuamente en la pantalla, no se gustan, lo que las ha llevado a retoques en la cara. También se han disparado las liposucciones y otras intervenciones para paliar el aumento de volumen consecuencia del sedentarismo.
Cómo me hubiera gustado escuchar algún comentario crítico. Aunque en ese caso, la noticia hubiera sido: “Los medios de comunicación no se alinean con el poderoso lobby de la cirugía.”
Tampoco sé por qué me extrañó tanto. Había olvidado que en los meses más crudos de 2020 las clínicas de cirugía estética seguían funcionando y “las mejores clínicas en cada ciudad” ofrecían sus servicios para “proporcionar a sus clientes el aspecto que desean”.
Por otra parte, la violencia contra las mujeres y la cirugía son dos imágenes del mismo caleidoscopio. Van en el paquete de ser mujer. La cirugía estética es una de esas prácticas que han convertido a las mujeres en una bicoca para el patriarcado: contribuye a controlar nuestras vidas a través de la imposición de un modelo de estética que nos tiene subyugadas, mientras alimentamos un negocio muy lucrativo. Un negocio sin ley que se alimenta del rechazo hacia nuestro cuerpo; que no duda en aprovecharse de adolescentes y mujeres deprimidas en momentos de vulnerabilidad, por ejemplo, tras una ruptura sentimental.
La gran baza de esta industria ante cualquier crítica es que las mujeres son libres para utilizar su cuerpo a su antojo. Una gran mentira que las mujeres se han creído y repiten como un mantra ante situaciones en que se comercia con su cuerpo. Con el camelo de la libre decisión, las consumidoras de cirugía justifican la estafa de que son objeto: se les proporciona adicción, sufrimiento y una quimera frustrada a cambio de su salud y su dinero. Son mujeres que en muchos casos se endeudan para costear el pinchazo de las agujas o los cortes del bisturí. Nada nuevo. De hecho, Naomi Wolf cuenta en El mito de la belleza que en la década de los 80 en EEUU se pagaba con préstamos el 85% de las intervenciones estéticas.
Hay una pregunta en el aire que convive con la COVID-19: ¿Esta experiencia global tan dura que estamos viviendo nos ayudará a ser personas más responsables con la vida del planeta, a cambiar nuestros hábitos de cuidado y autocuidado? No lo sabemos. Pero todo parece indicar que, durante el tiempo de aislamiento, no ha mejorado la relación con el propio cuerpo, sino que ha aumentado la insatisfacción con el mismo, abocando a algunas mujeres a la autoagresión en busca de la perfección.
Había olvidado que en los meses más crudos de 2020 las clínicas de cirugía estética seguían funcionando y 'las mejores clínicas en cada ciudad' ofrecían sus servicios para 'proporcionar a sus clientes el aspecto que desean'
El proverbio “La perfección no es buena para la salud”, que pretende alertarnos contra la exigencia desmedida que nos impide llevar a cabo o finalizar ciertos proyectos, puede aplicarse de manera literal con referencia al cuerpo. “¿Desde cuándo la perfección se ha vuelto aplicable al cuerpo humano?”, se pregunta Susan Bordo.
Para tratar de entender las razones por las que las mujeres se someten a la tiranía de la cirugía estética, quizá resulten de ayuda las palabras que Mona Chollet escribe en Belleza Fatal: “El temor a ser dejada de lado está en el origen de los proyectos de moldear, a través de la cirugía, un cuerpo que se percibe como materia inerte, desencantada, maleable a voluntad, como un objeto externo con el que una ya no se identifica”.
El miedo paraliza. El miedo a no ser queridas nos incapacita para entender que la imposición de la belleza es un mecanismo para controlar nuestras vidas. Nos hace creer que solo seremos valoradas o amadas si mantenemos una apariencia de belleza y juventud. Nos ofusca ante la evidencia de la existencia humana: la belleza y la juventud son cualidades efímeras; es inútil correr contra el tiempo, porque la vejez siempre nos alcanza.
Las mujeres han pagado el precio más alto de la pandemia de COVID-19. Han aumentado las cifras negativas derivadas del confinamiento: la violencia por tener que permanecer encerrada con tu enemigo; el estrés por compaginar teletrabajo con tareas de cuidado sin tregua; la pobreza que, como en toda crisis, golpea duramente a las mujeres… Hasta aquí previsible, pero no contaba con que hubiera crecido el número de mujeres que se han auto agredido.
En el informativo de La Sexta del sábado nos cuentan que en el año de la pandemia las cirugías estéticas se han incrementado un 30%. Me sorprendió la noticia y el tratamiento del tema, que parecía inducir a pensar en la cirugía como algo bueno en sí mismo. El principal motivo aducido por las usuarias es que, al estar viéndose continuamente en la pantalla, no se gustan, lo que las ha llevado a retoques en la cara. También se han disparado las liposucciones y otras intervenciones para paliar el aumento de volumen consecuencia del sedentarismo.