Blogs Opinión y blogs

Sobre este blog

Conservadores

0

La ultraderecha brota de los escombros del Estado, del mismo modo que los roedores brotan de los escombros de los edificios. Los reaccionarios, tanto de derecha como de ultraderecha, están ocupando el espacio que antes ocupaban los socialdemócratas debido, entre otras minucias, a la reacción machista ante los avances del feminismo, al ensimismamiento de cierta izquierda más preocupada por las diferencias identitarias que por las diferencias de clase y a este desolador tedio tecnológico que ha conseguido que nos desentendamos de nuestros semejantes para sumergirnos en un solitario narcisismo de continuos selfies, tuits, Instagram, series televisivas y vídeos pornográficos.

El catecismo de los reaccionarios no tiene más dios que la privatización de los servicios públicos. La doctrina que los líderes de este movimiento reaccionario postulan la rubricó hace ya tiempo Margaret Thacher cuando afirmó “que la sociedad no existe puesto que solo hay hombres y mujeres individuales”. Los principios de la socialdemocracia fueron demolidos a manotazos con esta frase lapidaria, ya que, siguiendo los paleolíticos postulados de la dama de hierro, tanto la igualdad como la justicia social son solo fruto de un resentimiento individual, de tal manera que, según los herederos de la dama de pelo cardado, bolso rígido, mirada aguileña y maniática memoria imperial, hemos de vivir en un mundo de mercado libre, no regulado por Estado alguno -salvo, eso sí, que requieran del Estado para sufragar sus pérdidas, como ocurrió con el rescate bancario-, donde solo han de ser dignas de admiración las personas que triunfan, o sea los ricos y los poderosos, y dignas de abandono, cuando no de desprecio, las personas que fracasan, o sea los pobres, los migrantes, los dependientes y todos los mediocres que, sin méritos contraídos ni padres acaudalados, tampoco parece que nos hemos esforzado lo suficiente como para zafarnos de nuestra humilde condición.

Es más que probable que en las próximas elecciones europeas muchas personas voten para perder sus derechos, sus libertades y la garantía de disponer de un hospital público donde, gratuitamente, les atiendan cuando les diagnostiquen un cáncer

El propósito de la izquierda en las próximas elecciones europeas ha de ser conservar como consecuencia del temor a perder. La izquierda europea tiene algo que conservar, mientras que la derecha y la ultraderecha no tienen más impulso que destruir. Los conservadores de nuestro tiempo son las personas que luchan por mantener vivos los logros colectivos conseguidos tras los desastres de la segunda guerra mundial: el Estado como proveedor de servicios sociales mediante una justa fiscalidad, por ejemplo, la construcción de un sector público cuyos servicios promueven nuestra identidad colectiva, la institución del bienestar no tan solo como derecho sino también como deber social, la cultura no como un privilegio sino como una participación diaria en la sabiduría colectiva y el respeto a las distintas maneras que tienen las personas de vivir, de amar, de soñar, de morir o de atarse los cordones de los zapatos....

La herencia que hemos recibido de nuestros antepasados son todos esos logros, de modo que no conservarlos es traicionar a todo aquellos que vivieron antes que nosotros. Pero como ni el universo ni la estupidez humana tienen límites, según la melancólica advertencia de Einstein, es más que probable que en las próximas elecciones europeas muchas personas voten para perder sus derechos, sus libertades y la garantía de disponer de un hospital público donde, gratuitamente, les atiendan cuando les diagnostiquen un cáncer.

La ultraderecha brota de los escombros del Estado, del mismo modo que los roedores brotan de los escombros de los edificios. Los reaccionarios, tanto de derecha como de ultraderecha, están ocupando el espacio que antes ocupaban los socialdemócratas debido, entre otras minucias, a la reacción machista ante los avances del feminismo, al ensimismamiento de cierta izquierda más preocupada por las diferencias identitarias que por las diferencias de clase y a este desolador tedio tecnológico que ha conseguido que nos desentendamos de nuestros semejantes para sumergirnos en un solitario narcisismo de continuos selfies, tuits, Instagram, series televisivas y vídeos pornográficos.

El catecismo de los reaccionarios no tiene más dios que la privatización de los servicios públicos. La doctrina que los líderes de este movimiento reaccionario postulan la rubricó hace ya tiempo Margaret Thacher cuando afirmó “que la sociedad no existe puesto que solo hay hombres y mujeres individuales”. Los principios de la socialdemocracia fueron demolidos a manotazos con esta frase lapidaria, ya que, siguiendo los paleolíticos postulados de la dama de hierro, tanto la igualdad como la justicia social son solo fruto de un resentimiento individual, de tal manera que, según los herederos de la dama de pelo cardado, bolso rígido, mirada aguileña y maniática memoria imperial, hemos de vivir en un mundo de mercado libre, no regulado por Estado alguno -salvo, eso sí, que requieran del Estado para sufragar sus pérdidas, como ocurrió con el rescate bancario-, donde solo han de ser dignas de admiración las personas que triunfan, o sea los ricos y los poderosos, y dignas de abandono, cuando no de desprecio, las personas que fracasan, o sea los pobres, los migrantes, los dependientes y todos los mediocres que, sin méritos contraídos ni padres acaudalados, tampoco parece que nos hemos esforzado lo suficiente como para zafarnos de nuestra humilde condición.