Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
¿Para qué tanto dolor?
Se cumplen 10 años del final de ETA. Una década desde que el pueblo vasco cerrara el último foco de violencia política existente en Europa. No ha pasado mucho tiempo desde ese día, pero sí han pasado muchas cosas, entre otras, el nacimiento de Podemos, el único partido post-ETA existente en Euskadi. El hecho no es menor, el partido nace sin mochilas ni rémoras del pasado, sin cuentas pendientes, lo que le permite orientarse al futuro ligado radicalmente a la defensa de los DDHH. Es un espacio de confluencia de gentes con trayectorias y experiencias distintas en relación a la violencia de ETA, pero con una base común que permite una construcción colectiva hacia una sociedad más justa y más respetuosa con los DDHH.
En esta semana del décimo aniversario se han sucedido las noticias, entre ellas la declaración de Bildu y Sortu en la que se da un reconocimiento del dolor y el padecimiento de las víctimas de ETA. Nunca debió de suceder y ese es un avance significativo a resaltar. También nos gustaría resaltar que el compromiso con la paz debe responder a una profunda convicción ética. La conclusión lógica de la expresión “esto nunca debió suceder” es que ese algo es injusto, un error, y por lo tanto, no debe volver a pasar nunca más. Una persona vale más que sus ideas políticas.
Desde Podemos siempre hemos tenido claro el camino y nos felicitamos de que cada vez más sensibilidades políticas se sumen al mismo. Nuestra visión la podemos representar a través de la figura de una mesa. La misma está formada por cuatro patas que la sostienen y una superficie suficientemente robusta sobre la que apoyar diversos objetos. Las cuatro patas que sujetan la mesa son:
- Principios de la justicia transicional: verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición para cualquier víctima de cualquier conculcación de DDHH.
- Reconstrucción del tejido social: sanar la herida social que toda situación de violencia crea, considerando lo local como espacio privilegiado para ello.
- Memoria inclusiva: defendemos la construcción de una memoria crítica con el pasado e inclusiva de todos los sufrimientos. No se trata de hacer la “historia oficial” de lo sucedido, sino una memoria compartida que una a la sociedad en la comprensión ética de los hechos.
- Dignidad de las víctimas: todas las personas que han sufrido una conculcación de DDHH independientemente del victimario tienen derecho al respeto y reconocimiento, lo cual incluye la protección de la dignidad como seres humanos, debiendo evitarse cualquier proceso de revictimización.
Estos cuatro pilares son los que sirven de base para el espacio que nos permite trabajar, que en este caso es el enfoque de Derechos Humanos y cultura de paz.
Toca mirar al futuro y hacerse nuevas preguntas como ¿cuál es la herencia que queremos dejar a las próximas generaciones? O ¿cuáles son los aprendizajes que pueden servir también para otros pueblos que inician procesos de paz? Dos aspectos clave de experiencias de otros lugares como América Latina son el sentido de lo que pasó y la memoria, el recuerdo de aquello.
Con respecto a lo primero, todas las personas, así como el conjunto de la sociedad, necesitamos valorar los eventos, dar sentido a los hechos pasados. Se trata de responder a la pregunta de por qué sucedió lo que sucedió. La capacidad de articular narrativas distintas acerca de “lo que pasó” será crucial en la definición de la convivencia futura. Sin embargo, hay otra pregunta tan importante como el porqué, y es el para qué. ¿Para qué tanto dolor y sufrimiento producido por ETA?
Si nos fijamos en lo segundo, la memoria, las señales actuales, a pesar del tiempo transcurrido, no son buenas. Cada vez se utiliza más el concepto de batalla del relato, y parece que nos hemos instalado en esa lógica que remite, de nuevo, al conflicto. Sabemos que la memoria es una construcción social que termina instaurando un imaginario colectivo en la sociedad. En ese imaginario colectivo es posible que la ausencia de violencia con fines políticos esté presente, así como lo trágico de los sufrimientos vividos, sin embargo, y conectando con el primer aspecto que hemos comentado del sentido de lo que sucedió, ¿cuál es la valoración ética, moral e incluso contextual de la violencia de ETA? ¿fue injusta? ¿fue un error que nunca debió suceder? ¿fue evitable? Para Podemos Euskadi la respuesta clara es que sí, pero no podemos obviar que toda memoria y narración del pasado implica una moral, y por tanto, viene acompañada de un componente ideológico y una cierta filosofía de la historia.
¿Cómo enfocar la cuestión de la memoria? Primeramente, asumiendo que no existe una única memoria, sino múltiples. Hablamos de una memoria del dolor de los diferentes sufrimientos padecidos, tantos como personas afectadas por la violencia. El reconocimiento y la reparación es la manera de encararlas. Pero también existen memorias defensivas (valido mi sufrimiento pero no el de los demás) e incluso memorias ofensivas (aquellas que dañan a las víctimas).
Desde Podemos Euskadi apostamos por una memoria inclusiva, aquella que no solo reconoce los sufrimientos, sino que trata de construir un espacio compartido. No se trata de hacer la historia oficial de lo sucedido, sino una memoria compartida que una a la sociedad en la comprensión ética de los hechos. Se trata de generar una mayor sensibilidad social y una crítica a la violencia y al sufrimiento, siempre injusto, que ésta produce. Es la mejor celebración que podemos hacer cuando se cumpla otra década del final de ETA.
*'Carta abierta con motivo del décimo aniversario del final de ETA' publicada por Podemos Euskadi este 20 de octubre de 2021.
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