Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El general en su laberinto
Quizá alguien le asesoró mal o puede que ante el micrófono de radio no encontrara una palabra más adecuada. Pero cuando Gervasio Gabirondo, director de la Ertzaintza, justo en vísperas del primer aniversario de la muerte del joven Iñigo Cabacas por una pelota de goma de la policía autónoma, calificó de “accidente” el fatal ataque, mereció perder sus galones de general en jefe.
El 5 de abril se cumplió un año de una tragedia que jamás debió suceder. La Ertaintza cargó con furia desproporcionada en un callejón de la calle María Díaz de Haro, en el centro de Bilbao, donde se ubica una herriko taberna. El angosto pasillo se convirtió en una ratonera para las decenas de jóvenes que se divertían tras el partido de fútbol del Athletic contra el alemán Schalke 04. Una de las pelotas de goma causó heridas mortales a Iñigo Cabacas, “Pitu” para familia y amigos. Falleció después de cuatro días en coma. Los padres, perdidos en un laberinto durante 365 días de dolor, siguen pidiendo justicia. Solo eso. No es mucho. Pero no lo consiguen.
Y, en esta impotente espera, habla la máxima autoridad de la Ertzaintza, el “general”, cariñosamente para muchos de los agentes del cuerpo que dirige, y dice eso de que fue un accidente “porque nadie tenía voluntad de crear el daño que se ha creado”. Y, ya está. A seguir viviendo.
Pero, no se puede llamar accidente a un dispositivo policial cargado de pelotas de goma disparadas a una multitud sin salida. ¿Para qué se usó semejante material antidisturbios? ¿Para disuadir? ¿Quién lo decidió?
Desde luego, no fue un accidente. Así que, por favor, dejen de usar palabras para intentar cloroformizar a la gente. No exime de responsabilidades el argumento esgrimido de que no hubo voluntad de causar daño. En todo caso, sería un homicidio involuntario. Nunca, un accidente. Y, debe haber uno o más responsables. ¿Quiénes? Hasta ahora, nadie. Por eso los padres y la sociedad vasca piden justicia. Los tribunales de Justicia llevan su ritmo pero es muy lento y, no nos engañemos, es una falacia que los jueces siempre actúen justamente. Lo vemos a diario.
Porque un año es demasiado tiempo para tanta oscuridad. Es inaceptable que la dirección de la Ertzaintza y el propio Gobierno vasco no hayan sido capaces de aportar datos, dar una explicación convincente, abrir expedientes. Transmitir claridad.
Un Gobierno vasco que estaba presidido por el lehendakari Patxi Lopez, y con Rodolfo Ares al frente del Departamento de Interior, en el tiempo de la muerte de Iñigo Cabacas. El entonces máximo responsable de la policía vasca adoptó una actitud pusilánime, impropia de un dirigente con tanta determinación. Un velo cubrió los hechos y cundió el desánimo en la familia, amigos y sociedad que asistía atónica a la falta de conclusiones. ¿De investigación?
Gervasio Gabirondo, nada más asumir el cargo de máximo responsable de la policía vasca, no dudó en criticar la gestión del caso por parte de Rodolfo Ares. Los hechos habían generado alarma social en el País Vasco. Y, él lo sabía.
Por ello, ahora, de regreso a la dirección de la Ertzaintza, el “general” no puede ni debe limitarse a tildar de “accidente” la muerte de Cabacas. Debería saber que el lenguaje no es inocente y elegir bien sus palabras a menos que, como Humtpy Dumpty en 'Alicia a través del espejo', “accidente” signifique lo que él quiera que signifique. Porque al final, como remacha el personaje del libro, la cuestión es saber quién manda.
Y, quien manda ahora en la Ertzaintza debe actuar con valentía y profesionalidad. Para que esos padres que en el homenaje a su hijo muerto reclamaban justicia sepan qué pasó aquel aciago 5 de abril de 2012 en el callejón de la muerte.
Pero también para que la sociedad vasca recupere la confianza en una policía que ha combatido el terrorismo y colocado lápidas mortuorias con nombres de sus agentes. Esa misma policía que ahora patrulla las calles para proteger a sus vecinos. La misma que un día memorable en la historia de Euskadi, perdió el miedo y se quitó los verduguillos para abrazarse a otros ciudadanos como ellos. Así que, por el bien de todos: Justicia.
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