Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Qué le pasa a la educación vasca
La educación vasca no funciona correctamente. Los informes publicados por la prensa recientemente basados en datos del propio Gobierno vasco lo ponen de manifiesto: los alumnos obtienen los peores resultados académicos de los últimos diez años. Queda claro que el mito de la buena gestión del PNV no es cierto tampoco en educación.
Pero no va a ser posible enfrentar una reforma como la que pretende la nueva ley de educación vasca si previamente no compartimos un diagnóstico serio de lo que está pasando y por qué está pasando. Nuestro diagnóstico revela tres principales problemas: falta de equidad, falta de calidad y falta de libertad.
Tenemos un grave problema de segregación. Euskadi es la comunidad autónoma que más segrega a los alumnos inmigrantes según Save the Children y la segunda con más segregación escolar por renta. La segregación en la escuela vasca tiene un claro componente socioeconómico, pero no podemos obviar que la lengua materna también se ha convertido en un importante elemento de segregación.
Tenemos, además, un grave problema de calidad. Los niveles de nuestros alumnos en competencia lectora, en matemáticas y en competencia lingüística son muy bajos. Nuestros alumnos obtienen sus peores resultados en Matemáticas de los últimos 10 años e incluso la competencia lingüística en euskera también obtiene los peores resultados, a pesar de ser el idioma que de facto actúa como lengua vehicular en Euskadi.
Y esto es más grave si tenemos en cuenta que el gasto en educación es el más alto de España: 9.145 € por alumno matriculado en centro público. Invertir dinero en educación es la mejor inversión que podemos hacer como sociedad, pero debería traducirse en resultados y eso no ocurre.
Y no ocurre porque durante los últimos cuarenta años se ha puesto la educación al servicio de la ideología nacionalista. Bajo el lema de “sin educación no hay euskera y sin euskera no hay país” se ha utilizado la educación no para formar a nuestros alumnos sino para euskaldunizar a la población. Y así nos va.
Desde nuestro punto de vista la educación debe estar al servicio de los conocimientos del alumno, exclusivamente. Y está claro que esto necesita hacerse en la lengua materna de cada uno. Estamos de acuerdo en apoyar al euskera, pero no en la imposición del euskera, incluso por encima de los conocimientos y resultados académicos.
Imponer un idioma es un error siempre. Del mismo calibre que intentar prohibirlo. Pero el problema de las lenguas en la educación ya se resolvió de forma elegante en la postransición cuando se llegó a un acuerdo entre todas las fuerzas políticas basado en cuatro puntos: 1. Considerar tanto al castellano como al euskera lenguas oficiales en igualdad de condiciones. 2. Que los ciudadanos tengan la libertad de elegir la lengua que desean utilizar para aprender 3. Que cada centro pueda adaptarse a la situación real de cada zona dada la desigual distribución de cada lengua y 4. La consideración de que hay que apoyar el euskera por tratarse de una lengua minoritaria.
Estos cuatro puntos podrían seguir siendo completamente válidos y constituir un amplio consenso como el que se produjo entonces, pero ¿qué es lo que ha pasado en estos años?
Lo que ha pasado es que al nacionalismo no le convenía mucho el punto dos y utilizando la capacidad de autogobierno fue imponiendo poco a poco el euskera hasta eliminar casi por completo la capacidad real de elección. Y en estas estamos: con los alumnos obteniendo los perores resultados en matemáticas… y en euskera.
Por ello, nosotros apostamos por un sistema de educación trilingüe con el euskera y el castellano, nuestras dos lenguas oficiales como lenguas vehiculares de enseñanza y por el inglés como lengua extranjera. Y para asegurar un verdadero plurilingüismo, al menos un 25% de las horas lectivas deberá impartirse en cada uno de esos tres idiomas, y el 25% restante podrá determinarlo cada centro de acuerdo con su proyecto educativo y lingüístico, en base a la demanda de los padres o a la sociología de la zona.
Por otra parte, el sistema educativo vasco tiene una peculiaridad: casi el 50 % de los alumnos estudian en centros concertados. La diversidad de modelos educativos nos parece una riqueza que hay que mantener, pero, por supuesto asegurando una adecuada financiación de la escuela pública y también de la escuela concertada, porque las dos sufren importantes carencias.
Además, tenemos que prestar una especial atención en la nueva ley a la formación del profesorado: a su selección y a los sistemas de acceso a la profesión, que necesitan una importante reforma. Hay que dotar a los profesores de un mayor nivel de formación, de una carrera profesional y de la autoridad y prestigio que necesitan.
La educación especial también necesita un apoyo importante con un enfoque inclusivo y un incremento sustancial de los medios asignados. También es el momento de poner en la ley banderas que llevamos años defendiendo: la gratuidad total de la educación de 0 a 3 años, el impulso de los programas antiacoso, la libertad de los centros para elegir jornada continua o partida, la implantación generalizada de la enfermera escolar y la profesionalización de la dirección de los centros.
Por todos estos temas merece la pena que haya una buena ley que pueda durar al menos una generación, pero para ello es imprescindible el consenso y eso debe incluir también a la sociedad vasca no nacionalista.
Para los liberales, la educación es lo más importante porque construye los cimientos de una sociedad y por ello no nos vamos a cansar de tender la mano para intentar llegar a acuerdos, de buscar soluciones a los problemas y de hacer propuestas constructivas. Pero tenemos que decir que de momento no vemos a todas las fuerzas políticas en esa misma actitud. Algunas intentan aparecer ante la sociedad como conciliadoras, pero en las reuniones vemos que su verdadera intención sigue siendo poner la educación al servicio de un proyecto político nacionalista sacrificando, si es necesario, el nivel académico de los alumnos.
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