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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La obsesión de ETA y Bildu es ser interlocutores solitarios

Diputado del PNV desde 1980 a 2015 —
17 de noviembre de 2020 21:34 h

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Para entender lo que está pasando con Bildu no hay que ir muy lejos. Muchos, no todos de sus comisarios con mando en plaza, fueron miembros de ETA, de aquella HB radical que servía de vivero a los comandos de ETA o participaba de aquella filosofía revolucionaria que se erigía en representación absoluta del pueblo vasco. Todos sus crímenes los hacía en nombre de un pueblo que jamás le otorgó esa licencia para matar, secuestrar, robar y extorsionar.

La mayor sorpresa que tuvimos tras la muerte de Franco fue cuando organizamos el primer Aberri Eguna en Pamplona en 1976 como una gran concentración de todas las fuerzas políticas vascas, a modo de un gran pulso al Estado franquista que seguía incólume. Y aquella iniciativa voló por los aires cuando ETA secuestró y mató al empresario gipuzcoano Aingeru Berazadi. ETA no solo continuó su alocada, estúpida y siniestra lucha armada sino que recrudeció sus acciones con dos premisas. Lo hacían en nombre de Euzkadi y eran ellos los únicos negociadores de verdad con un Estado que era incapaz de negociar la alternativa Kas.

En ese contexto, que el PNV se registrara como partido en el entonces Ministerio de la Gobernación, acudiera a las primeras elecciones de junio de 1977, planteara enmiendas en la Constitución, negociara la devolución del Concierto Económico para Gipuzkoa y Bizkaia, negociara con Suárez el segundo Estatuto de autonomía de la historia, recibiera tras la aprobación de éste en referéndum al Lehendakari Leizaola que presidía un Gobierno vasco en el exilio solo eran triquiñuelas vascongadas y estatutistas de un partido español con txapela, como para ellos era el PNV.

Me tocó ser portavoz del PNV en el Congreso 18 años. Yo era para ese mundo un traidorzuelo que mendigaba lentejas junto con mis compañeros diputados y senadores. Lentejas que lograban la eliminación de los gobernadores civiles, la designación de las autoridades portuarias, la eliminación del servicio militar obligatorio con otras fuerzas y tantas y tantas gestiones de todo tipo que eran recibidos y comentadas en 'Egin' primeramente y en 'Gara' después con las más sonoras carcajadas afeándonos que no hubiéramos conseguido colmar el estatuto de Gernika y que lo que nos gustaba de verdad era pisar alfombra.

Desparecida ETA en 2011 tras el inmenso y culpable fracaso de la lucha armada que dejó por el camino un reguero de muerte y desolación, los herederos de esa estrategia que no había logrado absolutamente nada más que funerales deciden acudir a las instituciones parlamentarias del Estado, algo que siempre les habíamos dicho hicieran y algo que era necesario para consolidar una normalización de la vida política en Euzkadi y en España.

Fue curioso el telegrama que hace cuatro años y nada más llegar a la Carrera San Jerónimo enviaron al presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, por su victoria ante Hillary Clinton, alguien que defendía valores en la sanidad, la igualdad de las mujeres y el multilateralismo, en las antípodas del actual presidente que se niega a salir de la Casa Blanca. Pensamos que el grupo de Bildu en el Congreso se había pasado de frenada y que alguien no tenía las ideas claras de lo que era hacer política como lo que hicieron el año pasado rechazando los presupuestos de Sánchez. “A estos les hace falta todavía un buen hervor” nos dijimos. “No se puede pasar de estar todos los fines de semanas manifestándose apoyando al mundo violento y a la kale borroka sin pagar cierto peaje mental”.

Este año nos llamó la atención cómo vendieron su acuerdo sobre la reforma laboral y la cara que tenían sus interlocutores en la fotografía en el Congreso. Se veía que aquello les manchaba y lo demostraban con un cierto aire de desagrado. Bildu volvió a Euskadi como Chamberlain en 1940 y ante aquella tamborrada les dijimos que el acuerdo que habían hecho era una firma sobre hielo. Sabíamos que detrás de aquello había un solo interés, que era abordar la situación de sus presos. Repito lo de sus presos, al ser una mochila que les impide bailar bajo la lluvia como pretenden y darnos a los demás clases de buen hacer político.

Todo esto se ha vuelto a reproducir en la negociación presupuestaria. Bildu solo quiere un acuerdo sobre la situación de los presos edulcorando todo lo demás con palabras de veinte euros. Y al PSOE ese precio no le es inaccesible habida cuenta de que, desaparecida ETA, es una iniciativa que beneficia no solo a los juzgados sino a sus familias. Lo malo es la torpeza como se están haciendo las cosas. Solo al que asó la manteca se le puede ocurrir que el día en el que Arnaldo Otegi con una jactancia impropia dijera que iban a apoyar los presupuestos ese día era noticia que cinco encarcelados eran trasladados a cárceles cercanas al País Vasco. Y uno de ellos era Mikel Zubimendi, asesino del matrimonio Jiménez Becerril, terrible atentado que conmocionó a toda la sociedad. A quien diseña estas operaciones en La Moncloa hay que darle dos medallas. Una por tonto y otra por si la pierde.

Al PNV se le acusa de ataque de celos y de montar pataletas. Que digan lo que quieran. Sabemos que la interlocución preferente del Gobierno es la del PNV y que, dentro del Gobierno, Pablo Iglesias negocia incorporar con mayor normalidad a Bildu en distintas iniciativas, algo que consideramos legítimo siempre y cuando se respete a los demás. No quieran darnos clases de ética política, reconozcan el inmenso daño causado y no tensen la cuerda más de lo prudente ,cosa que hasta la fecha no hemos visto.

Vuelvo al principio. ETA quiso siempre ser la única interlocutora con el Estado español. Bildu, con otros medios, pretende lo mismo y convertirse en un PNV bis. Es legítimo pero antes debe superar su complejo adolescente de querer matar al padre.

Para entender lo que está pasando con Bildu no hay que ir muy lejos. Muchos, no todos de sus comisarios con mando en plaza, fueron miembros de ETA, de aquella HB radical que servía de vivero a los comandos de ETA o participaba de aquella filosofía revolucionaria que se erigía en representación absoluta del pueblo vasco. Todos sus crímenes los hacía en nombre de un pueblo que jamás le otorgó esa licencia para matar, secuestrar, robar y extorsionar.

La mayor sorpresa que tuvimos tras la muerte de Franco fue cuando organizamos el primer Aberri Eguna en Pamplona en 1976 como una gran concentración de todas las fuerzas políticas vascas, a modo de un gran pulso al Estado franquista que seguía incólume. Y aquella iniciativa voló por los aires cuando ETA secuestró y mató al empresario gipuzcoano Aingeru Berazadi. ETA no solo continuó su alocada, estúpida y siniestra lucha armada sino que recrudeció sus acciones con dos premisas. Lo hacían en nombre de Euzkadi y eran ellos los únicos negociadores de verdad con un Estado que era incapaz de negociar la alternativa Kas.