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Orgullosas

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Cuando se habla del avance de las mujeres en la sociedad, y cada una de nosotras miramos a nuestro recorrido personal y profesional, es inevitable sentir que hay unas manos que, un día, nos animaron y empujaron a seguir conquistando derechos. Son manos de mujeres que tienen una conexión simbólica y profunda con el cuidado de las personas, pero también con el impulso de nuestro empoderamiento y el de la igualdad. Muchas de esas mujeres pertenecen a nuestro ámbito más cercano e íntimo: nuestras madres, abuelas, tías, amigas… Mujeres, como mi “mami” -mi amama-, la mujer a la que tanta enseñanza, amor y tesón debemos en la familia y a la que proceso, todavía hoy, tras su partida, todos y cada uno de los pasos que he ido dando en mi desarrollo personal y laboral… mi ama, la mujer que ha inculcado en sus hijo, hija y nietos el valor de la solidaridad, la escucha y la entrega por los demás. Todas ellas han sido clave en nuestro proceso de crecer, aprender y creer en nosotras mismas y en nuestras capacidades. Han sido, por consiguiente, nuestra primera escuela de empoderamiento.

Por eso, este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, queremos fijarnos en esas manos impulsoras: las que nos animaron a estudiar para desarrollarnos intelectual y profesionalmente, las que nos dieron el empujón necesario para creer que podíamos alcanzar nuestros sueños... y en ello seguimos y seguiremos; con esas manos en nuestra espalda, guiándonos hacia un escenario distinto al que vivieron ellas, abriéndonos caminos de libertad e igualdad. Son las manos de mujeres que han tenido que sufrir y soportar la restricción de sus derechos a lo largo de todas sus vidas y que, precisamente por esta razón, para que no les pase lo mismo a sus hijas, sus nietas, sus sobrinas o sus amigas más jóvenes se han convertido en agentes empoderados y empoderantes. Muchas de ellas han sido feministas sin saberlo y han llevado a la práctica una de las máximas de la Declaración de Beijing: sin empoderamiento de las mujeres, no hay igualdad. 

Creemos que es de justicia otorgarles la relevancia que tienen, visibilizar el papel fundamental que han jugado y siguen jugando en la sociedad y, por tanto, valorarlas y prestigiarlas como merece y merecen. Así lo hemos querido hacer todas las instituciones de este país de mano de la campaña de Emakunde. Una campaña en la que queremos decir a todas esas mujeres que nos precedieron que estamos orgullosas de ellas. Orgullosas de las madres que insistieron en la educación de sus hijas para que pudieran ser autónomas económicamente en el futuro. Orgullosas de las abuelas que han contribuido a que sus nietas crean en sí mismas. Orgullosas de las tías que han sido modelos de libertad para sus sobrinas…    

Orgullosas de todas esas mujeres que son y siguen siendo agentes clave para alcanzar la igualdad real y efectiva de mujeres y hombres. Y entre todas ellas, cobran real relevancia las mujeres mayores, las principales y verdaderas homenajeadas de la campaña de este año. Esas mujeres que todavía hoy la sociedad vincula sólo y exclusivamente a la enfermedad, a la inactividad, a la dependencia… Desechemos, de una vez por todas, esa imagen de personas mayores no activas y visibilicemos la diversidad que existe, proyectando la imagen de mujeres mayores activas y con vocación participativa. Mujeres que han aportado mucho y siguen haciéndolo. 

Estamos muy orgullosas de ellas, el valor de su aportación es incalculable. Por eso queremos que este 8 de marzo sientan nuestro agradecimiento más sincero y nuestra profunda admiración, pronunciando dos simples palabras pero con tanto significado, sentido y sentimiento: Zuetaz harro.

Cuando se habla del avance de las mujeres en la sociedad, y cada una de nosotras miramos a nuestro recorrido personal y profesional, es inevitable sentir que hay unas manos que, un día, nos animaron y empujaron a seguir conquistando derechos. Son manos de mujeres que tienen una conexión simbólica y profunda con el cuidado de las personas, pero también con el impulso de nuestro empoderamiento y el de la igualdad. Muchas de esas mujeres pertenecen a nuestro ámbito más cercano e íntimo: nuestras madres, abuelas, tías, amigas… Mujeres, como mi “mami” -mi amama-, la mujer a la que tanta enseñanza, amor y tesón debemos en la familia y a la que proceso, todavía hoy, tras su partida, todos y cada uno de los pasos que he ido dando en mi desarrollo personal y laboral… mi ama, la mujer que ha inculcado en sus hijo, hija y nietos el valor de la solidaridad, la escucha y la entrega por los demás. Todas ellas han sido clave en nuestro proceso de crecer, aprender y creer en nosotras mismas y en nuestras capacidades. Han sido, por consiguiente, nuestra primera escuela de empoderamiento.

Por eso, este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, queremos fijarnos en esas manos impulsoras: las que nos animaron a estudiar para desarrollarnos intelectual y profesionalmente, las que nos dieron el empujón necesario para creer que podíamos alcanzar nuestros sueños... y en ello seguimos y seguiremos; con esas manos en nuestra espalda, guiándonos hacia un escenario distinto al que vivieron ellas, abriéndonos caminos de libertad e igualdad. Son las manos de mujeres que han tenido que sufrir y soportar la restricción de sus derechos a lo largo de todas sus vidas y que, precisamente por esta razón, para que no les pase lo mismo a sus hijas, sus nietas, sus sobrinas o sus amigas más jóvenes se han convertido en agentes empoderados y empoderantes. Muchas de ellas han sido feministas sin saberlo y han llevado a la práctica una de las máximas de la Declaración de Beijing: sin empoderamiento de las mujeres, no hay igualdad.