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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Osakidetza está enferma

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Al Servicio Vasco de Salud le duelen los mandos. El sainete de las vacunaciones irregulares en los hospitales de Santa Marina y Basurto es un síntoma más de la enfermedad crónica que padece: la escasa calidad profesional (e incluso ética) de sus líderes.

Empezando por la dirección del ente, que puede ser ocupada por una abogada, un fontanero del aparato del partido o quien sea... siempre que mantenga prietas las filas y sepa sacar de la foto al que se mueva; siguiendo por las gerencias de OSIs y hospitales, puestos de confianza para los que lo mismo vale un arquitecto exconcejal que cualquier trepa sin esprúpulos pero con estilo vistiendo la corbata; pasando por las jefas y jefes de servicio de especialidades hospitalarias, el verdadero poder en la sombra, que construyen y mantienen con recursos públicos imperios de pacotilla en los que son adulados y temidos a partes iguales; y llegando a los puestos de supervisión del personal de enfermería y cuidados auxiliares.

Una persona llega a jefe o jefa de servicio presentando su proyecto de jefatura ante un tribunal que supuestamente debe elegir al más adecuado para el cargo. Pero, como en el caso de las OPEs, este proceso casi siempre es una teatralización cuyo resultado se sabe de antemano y en la que los miembros de los tribunales y los elegidos cuñadean sin ningún pudor.

Para trabajar de médico hospitalario interino o eventual en Osakidetza uno debe presentar su currículum vitae y tener una entrevista de trabajo con el jefe o jefa de servicio de turno (las listas de contratación y bolsas de trabajo se tienen poco en cuenta en estos casos); y cuando llega una OPE, esos mismos jefes y jefas de servicio forman parte de los tribunales evaluadores para que solo consiga plaza quien ellos y ellas quieren.

Así como es relativamente fácil destituir a un mando que ha sido designado a dedo, destituir a un jefe o jefa de servicio que ha obrado mal no es tan sencillo porque, sobre el papel, ha accedido a su puesto por su idoneidad para ejercer de mandamás, y no es estético reprender o defenestrar desde arriba a alguien tan “objetivamente” adecuado para hacer lo que hace. Además, gracias al control absoluto sobre la selección de personal que les permite el ente, por debajo de ellos la disidencia es anecdótica.

Si algo está demostrando la pandemia del coronavirus es que quien impide que un sistema público de salud colapse no son sus facultativos sino el personal de enfermería y cuidados. Y ahí también duele en Osakidetza: los puestos de supervisión de enfermería son cargos de confianza que (con excepciones) tienden a ocupar personas más preocupadas por agradar a sus superiores que porque el trabajo se haga en las mejores condiciones. Disponen para ello de un ejército de trabajadoras eventuales a las que mueven, chantajean, sobreexplotan o dejan en su casa según convenga; y rara vez rinden cuentas por sus desmanes.

A Osakidetza le duele su modelo de liderazgo. En Osakidetza lo que propele hacia arriba a un trabajador no es el mérito sino la aquiescencia con el statu quo y la adhesión sin fisuras a la autoridad. Osakidetza no va bien por el mero hecho de ser Osakidetza. En Osakidetza hay muchas trabajadoras quemadas y muchos trabajadores tienen miedo: es llamativo que cada vez que estalla un escándalo en el Servicio Vasco de Salud los testimonios lleguen desde el anonimato debido al modelo de gestión basado en la dominación que padecemos.

Día a día se embarra más la segunda cosa más bella que se puede hacer con dinero público, y ese problema no se va a resolver por sí mismo: Osakidetza debe republificarse y democratizarse antes de que sea demasiado tarde.

Al Servicio Vasco de Salud le duelen los mandos. El sainete de las vacunaciones irregulares en los hospitales de Santa Marina y Basurto es un síntoma más de la enfermedad crónica que padece: la escasa calidad profesional (e incluso ética) de sus líderes.

Empezando por la dirección del ente, que puede ser ocupada por una abogada, un fontanero del aparato del partido o quien sea... siempre que mantenga prietas las filas y sepa sacar de la foto al que se mueva; siguiendo por las gerencias de OSIs y hospitales, puestos de confianza para los que lo mismo vale un arquitecto exconcejal que cualquier trepa sin esprúpulos pero con estilo vistiendo la corbata; pasando por las jefas y jefes de servicio de especialidades hospitalarias, el verdadero poder en la sombra, que construyen y mantienen con recursos públicos imperios de pacotilla en los que son adulados y temidos a partes iguales; y llegando a los puestos de supervisión del personal de enfermería y cuidados auxiliares.