Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Refugiados a la carta
Una vez que la ola mediática sobre los refugiados ha roto ya en la playa de la indiferencia, quizá sea hora de aclarar conceptos y ver en que ha quedado todo ese movimiento que ha despertado conciencias en la acomodada Europa, pero que en el fondo, poco o nada ha logrado cambiar. Es cierto que se han establecido cupos y muchas personas que han llegado desde Siria o desde otros países en guerra, van a poder disfrutar por fin de la paz y la seguridad que ofrece la Unión Europea. Sin embargo, lo que se ha hecho desde los gobiernos europeos es solamente un lavado de cara para salvar ese delicado momento en el que la opinión publica estaba sensibilizada con un problema que, aunque nos lo pueda parecer, no es puntual ni mucho menos está solucionado.
El vergonzoso mercadeo de cuotas de refugiados al que hemos asistido entre los diferentes países de la Unión Europea y las más vergonzosas posiciones de algunos gobiernos que simplemente han querido solucionar el problema con vallas y concertinas, da mucho que pensar de cara a futuro. Y es que la marea migratoria no se va a detener cuando se hayan completado los cupos ya establecidos en la oleada de los meses de verano. La situación en Siria no ha mejorado precisamente y los refugiados que ahora mismo malviven en campamentos en Turquía o Líbano seguro que se animan a viajar hasta Europa visto el éxito de muchos de sus compatriotas. Son precisamente estos los refugiados que peor lo están pasando, aquellos que no pueden disponer de la cantidad de dinero necesaria para pagar a las mafias que les permitan acercarse al viejo continente.
Y es que la solución al problema del creciente numero de personas que intenta llegar a Europa no puede ser la del reparto de los “refugiados a la carta”. Etiquetar personas y distribuirlas como si fuesen bultos en una empresa de paquetería no es la forma adecuada de actuar de un espacio que se define como democrático, pero que es a la vez culpable en parte de la situación actual de esas personas. Que fácilmente olvidamos que la opulencia del Norte es consecuencia de la pobreza del Sur, que sus guerras las mueven los intereses de empresas de occidente, esas mismas que acaparan la riqueza mundial y que hacen y deshacen políticas a su antojo, obviando el proceso democrático a través de sus conexiones con las cúpulas de los partidos tradicionales.
Mientras tanto, la llegada de refugiados e inmigrantes continua, no ha cesado desde que esta cuestión desapareció de los titulares de portada de los medios. Y no parece que ese flujo constante de personas que solamente buscan un futuro para ellos y sus familias vaya a cesar. Más bien será al contrario. De nada sirve etiquetar a estas personas, diferenciarlas entre refugiados o inmigrantes “económicos”. Parece que somos incapaces de identificar las causas de esos movimientos migratorios masivos y obviamos que el cambio climático y la crisis energética están detrás de la guerra y del hambre de los que huyen, como haríamos todos, en busca de la paz y la prosperidad de la que, de momento, nosotros disfrutamos en la vieja Europa.
¿Hasta cuándo podremos escondernos detrás de una valla? En el fondo sabemos que las vallas son inútiles, tal y como lo demuestran las personas que llegan huyendo de la guerra en Siria. Entran en Europa por el estrecho, por el Mediterráneo hasta Italia o Grecia o vía Rusia hasta Noruega. Cuando se cierra una vía, se abre otra. No se pueden poner puertas a la desesperación y lo sabemos. Lo hemos vivido en nuestro continente no hace demasiado tiempo, pero parece que ya lo hemos olvidado. Queremos pensar que nuestro entorno es inmutable y que solamente podemos disfrutar de él quienes hemos nacido y crecido en aquí. Que la gente de otros países arregle sus problemas, que nosotros ya tenemos los nuestros. Pero eso es una falacia, esos problemas de otros países han sido causado en su mayor parte por los países llamados desarrollados, que han saqueado los recursos de los que podían disponer esas personas para no tener que recurrir a la emigración casi forzosa. La única opción real a futuro es cambiar un modelo que arrasa con los recursos naturales finitos para parar el cambio climático y conseguir que todas las personas puedan disfrutar de una vida digna independientemente de donde hayan nacido.
Una vez que la ola mediática sobre los refugiados ha roto ya en la playa de la indiferencia, quizá sea hora de aclarar conceptos y ver en que ha quedado todo ese movimiento que ha despertado conciencias en la acomodada Europa, pero que en el fondo, poco o nada ha logrado cambiar. Es cierto que se han establecido cupos y muchas personas que han llegado desde Siria o desde otros países en guerra, van a poder disfrutar por fin de la paz y la seguridad que ofrece la Unión Europea. Sin embargo, lo que se ha hecho desde los gobiernos europeos es solamente un lavado de cara para salvar ese delicado momento en el que la opinión publica estaba sensibilizada con un problema que, aunque nos lo pueda parecer, no es puntual ni mucho menos está solucionado.
El vergonzoso mercadeo de cuotas de refugiados al que hemos asistido entre los diferentes países de la Unión Europea y las más vergonzosas posiciones de algunos gobiernos que simplemente han querido solucionar el problema con vallas y concertinas, da mucho que pensar de cara a futuro. Y es que la marea migratoria no se va a detener cuando se hayan completado los cupos ya establecidos en la oleada de los meses de verano. La situación en Siria no ha mejorado precisamente y los refugiados que ahora mismo malviven en campamentos en Turquía o Líbano seguro que se animan a viajar hasta Europa visto el éxito de muchos de sus compatriotas. Son precisamente estos los refugiados que peor lo están pasando, aquellos que no pueden disponer de la cantidad de dinero necesaria para pagar a las mafias que les permitan acercarse al viejo continente.