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28J S.A.

Jon Ruiz de Infante

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En la semana del 28J las banderas arco iris se reproducen como champiñones en escaparates, en anuncios y en las etiquetas de los productos. Todas las empresas, las tiendas y las instituciones se suman al carro del Día Internacional del Orgullo LGTBI, unas con más acierto que otras. Por ejemplo, una ultraconocida marca de desodorantes ya ha comenzado a publicitar su modelo “gay-friendly” con la bandera incrustada en el frasco. Lo que ahora no cuentan sus publicistas es que, el resto del año, invierten cantidades ingentes de euros en recordarnos cómo debe ser el hombre, el macho conquistador heterosexual, y cómo debe ser la mujer, sumisa, embaucada por el perfume embriagador varonil. Todos estos valores tan subversivos, nótese la ironía, incorporados en la fórmula mágica del rey de los desodorantes.

Otro ejemplo. El año pasado, en el marco del World Pride 2017 de Madrid, una famosa cadena de hamburgueserías diseñó coronas de cartón multicolores para, presupongo, mostrar su apoyo al evento LGTBI. Paradójicamente, dicha cadena, ahora en el TOP 10 de empresas orgullosas, ha sido denunciada en numerosas ocasiones por expulsar lesbianas de sus restaurantes por mostrarse “en actitud excesivamente cariñosa”. Suma y sigue. Ante esta situación, me pregunto: ¿debemos tolerar que compren nuestros principios por una cuestión de marketing y venta? La respuesta debe ser un contundente NO. Y es nuestra responsabilidad denunciar cualquier intento de apropiación con el único objetivo de vender un producto.

Vivimos en un mundo capitalista alimentado por el consumo. Nada escapa a la fiebre consumista porque el modelo es insaciable. Y nuestra lucha tampoco. Hoy en día, cualquier producto, cualquier servicio, con la etiqueta “gay-friendly” o con un arco iris estampado en el envoltorio es valor añadido. Nos estamos dejando comprar y no estamos alzando la voz contra ello. Tengamos muy presente que este modelo aumenta la brecha de la desigualdad, la brecha Norte-Sur y la brecha social entre las élites y la gente que estamos en los márgenes. Un modelo que, precisamente, alimenta la opresión histórica que hemos sufrido las disidentes. Por eso, nuestra lucha no puede perder su espíritu crítico, de denuncia social y lucha contra la norma establecida e impuesta. Y eso implica también combatir el sistema capitalista, un sistema opresor que expulsa a la periferia a todas las personas que no sigue sus patrones.

Por ello, cuando nos encontramos ante situaciones tan sangrantes como que el mismo restaurante que ayer te expulso por besarte con tu novia lesbiana, hoy te regale con una sonrisa una corona arco iris. No podemos permitirlo porque, en el fondo, sabemos que es una mera cuestión de marketing y venta, y que su compromiso con los Derechos LGTBI+ es nulo. Y cada año que avanza, mayores son los pasos que da el capitalismo rosa para comprar nuestra lucha y transformarla en una marca de camiseta.

Como personas que la norma ha oprimido y marginado a lo largo de la historia deberíamos ser las primeras en no olvidar que el enemigo es el que está en el centro y no en las periferias junto a nosotras. Porque no hay grupo más opresor que el que estuvo oprimido y, por decisión del sistema, pasa a estar en el centro compartiendo espacio con el poder. Y esto empieza a pasar con nuestro movimiento. Estamos cayendo en la trampa y no estamos luchando lo suficiente para salir de ella.

Hace 49 años, en Stonewall (Nueva York) nuestras hermanas travestis y trans lideraron la revuelta que posteriormente acabaría convirtiéndose en el movimiento mundial de liberación homosexual, hoy movimiento por los Derechos LGTBI+. Una revuelta contra la policía, contra la mafia, contra la opresión y contra el sistema. Ese fue el nacimiento de nuestra lucha. No lo olvidemos. No perdamos ese espíritu reivindicativo.

Por eso, este 28J cuando salgas a la calle recuerda siempre que es una manifestación por nuestros derechos, que no es ningún desfile carnavalero. Que salimos para gritar, para que todo el mundo se de cuenta que, a día de hoy, nos siguen pegando, condenando, juzgando y asesinando. Salimos con el arma más poderosa que tenemos, nuestra pluma. Y salimos para decirle a este sistema que no podrá comprarnos ni vendernos como un producto. Que nuestra protesta no se compra. Que nuestra lucha, junto a todas las demás, acabará con este sistema.

*Jon Ruiz de Infante es miembro de EQUO Berdeak y de la Red EQUO LGTBI+

En la semana del 28J las banderas arco iris se reproducen como champiñones en escaparates, en anuncios y en las etiquetas de los productos. Todas las empresas, las tiendas y las instituciones se suman al carro del Día Internacional del Orgullo LGTBI, unas con más acierto que otras. Por ejemplo, una ultraconocida marca de desodorantes ya ha comenzado a publicitar su modelo “gay-friendly” con la bandera incrustada en el frasco. Lo que ahora no cuentan sus publicistas es que, el resto del año, invierten cantidades ingentes de euros en recordarnos cómo debe ser el hombre, el macho conquistador heterosexual, y cómo debe ser la mujer, sumisa, embaucada por el perfume embriagador varonil. Todos estos valores tan subversivos, nótese la ironía, incorporados en la fórmula mágica del rey de los desodorantes.

Otro ejemplo. El año pasado, en el marco del World Pride 2017 de Madrid, una famosa cadena de hamburgueserías diseñó coronas de cartón multicolores para, presupongo, mostrar su apoyo al evento LGTBI. Paradójicamente, dicha cadena, ahora en el TOP 10 de empresas orgullosas, ha sido denunciada en numerosas ocasiones por expulsar lesbianas de sus restaurantes por mostrarse “en actitud excesivamente cariñosa”. Suma y sigue. Ante esta situación, me pregunto: ¿debemos tolerar que compren nuestros principios por una cuestión de marketing y venta? La respuesta debe ser un contundente NO. Y es nuestra responsabilidad denunciar cualquier intento de apropiación con el único objetivo de vender un producto.