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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Viviendo por encima de nuestras posibilidades

Mientras discurre plácidamente este mes de agosto, el mes vacacional por excelencia en nuestro entorno, hay noticias que pasan más o menos desapercibidas. Así, entre caña y caña en el chiringuito playero de turno, disfruta la mayoría del personal de esa recuperación económica que tanto ha le ha costado conseguir al gobierno del PP (y más aún que nos lo creamos). El mensaje que tan machaconamente nos han querido vender es claro: hemos recuperado “la senda del crecimiento” y la economía vuelve a ir bien, aunque no todo el mundo lo note. Un mensaje muy preelectoral, con cifras muy maquilladas para respaldar tal afirmación. Y aunque el paro baja muy lentamente y se han reducido salarios y se han recortado derechos, parece que el mensaje ha calado y este año la gente ha ido más a los chiringuitos y se ha tomado más cañas a la sombra de una sombrilla.

Precisamente una de las noticias que han pasado desapercibidas es una que desmiente todo lo anterior. Aunque más bien pone en su justo lugar esa pretendida recuperación económica basada en el crecimiento. La semana pasada, concretamente el pasado 13 de agosto, la humanidad sobrepasó el límite de recursos renovables que se pueden regenerar durante este año. Es decir, en lo que va de año (hasta ese día 13 de agosto) hemos consumido ya los recursos de los que disponíamos hasta finales de año. Por tanto, lo que consumamos hasta el 31 de diciembre serán recursos que hurtamos a las próximas generaciones, es decir, vivimos por encima de nuestras posibilidades, como rezaba esa coletilla que pretendía justificar la crisis económica y el desplome de la economía de España y de otros países como Grecia o Portugal.

Dar patadas hacia adelante con nuestros problemas es una de las características del modelo económico vigente, basado en los beneficios a corto plazo y en el 'usar y tirar', sin importar lo más mínimo las consecuencias a medio o largo plazo de nuestros actos. Vemos como la deuda tanto pública como privada aumenta sin cesar y ya es prácticamente impagable de facto. Miramos a Grecia y a lo que le está pasando a este país y a su ciudadanía como si nosotros fuésemos inmunes a sus mismos problemas. Bueno, mientras sigamos todos confiados en que los números electrónicos que aparecen en nuestro saldo bancario tienen algún significado real, no hay problema. Pero lo que no podemos ignorar es la huella ecológica que dejamos, una huella ecológica que ya va siendo cada vez mayor y que nos va a condicionar nuestro modo de vida en un futuro muy cercano. De hecho, ya lo está haciendo aunque no seamos conscientes de ello.

Esta sobrexplotación de recursos de nuestro planeta es además muy desigual: la mayoría de los recursos son consumidos por los países ricos y, dentro de estos, por una élite cada vez más voraz. Mientras devastamos los 'países pobres' y condenamos a sus habitantes a ponerse en la tesitura de emigrar o morir de inanición, en el opulento occidente levantamos muros cada vez más altos o nos resguardamos tras fosas profundas como el Mediterráneo para dejarles fuera de nuestro entorno tan selecto. Y les decimos que se queden en sus países, que aquí no tenemos trabajo ni ayudas para ellos, que su dignidad no merece ni un segundo de nuestra atención, que no les necesitamos para nada y los queremos más allá de nuestras fronteras. Les exigimos que solucionen por su cuenta los problemas que hemos creado desde los países 'desarrollados'. Mientras tanto, nosotros pisamos el acelerador y así, cada año que pasa, el día que marca el umbral de la sobreexplotación llega antes: en 2014 ese día fue el 19 de agosto, mientras que en 2005, hace una década, llegamos a ese umbral el 20 de octubre. A este paso, en 2030 el 'overshoot day' tendrá lugar dentro de los 6 primeros meses del año.

Aunque estemos en agosto y de vacaciones, creo que este tema merece un poco de reflexión por nuestra parte. Al fin y al cabo, es de sentido común. De donde no hay, no se puede sacar. Y los límites del crecimiento están ahí y no podemos ignorarlos. No podemos fiar todo a una optimista y ciega esperanza en que el problema se resolverá a través de fantásticos adelantos científicos que están por llegar. Por lo pronto, tendríamos que ser previsores y salvaguardar nuestro entorno para las próximas generaciones, algo de lo que depende su esperanza de vivir una vida con unos derechos sociales y políticos al menos similares a los de nuestra generación. Para solucionar un problema, el primer paso es reconocer que existe. Y por lo que se ve, aún queda mucho trabajo por hacer para superar ese primer paso.

Mientras discurre plácidamente este mes de agosto, el mes vacacional por excelencia en nuestro entorno, hay noticias que pasan más o menos desapercibidas. Así, entre caña y caña en el chiringuito playero de turno, disfruta la mayoría del personal de esa recuperación económica que tanto ha le ha costado conseguir al gobierno del PP (y más aún que nos lo creamos). El mensaje que tan machaconamente nos han querido vender es claro: hemos recuperado “la senda del crecimiento” y la economía vuelve a ir bien, aunque no todo el mundo lo note. Un mensaje muy preelectoral, con cifras muy maquilladas para respaldar tal afirmación. Y aunque el paro baja muy lentamente y se han reducido salarios y se han recortado derechos, parece que el mensaje ha calado y este año la gente ha ido más a los chiringuitos y se ha tomado más cañas a la sombra de una sombrilla.

Precisamente una de las noticias que han pasado desapercibidas es una que desmiente todo lo anterior. Aunque más bien pone en su justo lugar esa pretendida recuperación económica basada en el crecimiento. La semana pasada, concretamente el pasado 13 de agosto, la humanidad sobrepasó el límite de recursos renovables que se pueden regenerar durante este año. Es decir, en lo que va de año (hasta ese día 13 de agosto) hemos consumido ya los recursos de los que disponíamos hasta finales de año. Por tanto, lo que consumamos hasta el 31 de diciembre serán recursos que hurtamos a las próximas generaciones, es decir, vivimos por encima de nuestras posibilidades, como rezaba esa coletilla que pretendía justificar la crisis económica y el desplome de la economía de España y de otros países como Grecia o Portugal.