La crítica de cine española ha recibido con alborozo el estreno de Thor: Ragnarok de Taika Waititi. Aquí va resumida una pequeña muestra del cariz de las mismas: la mejor película de toda la saga, una comedia hilarante, desinhibida, efervescente e irónica, un guion inteligente, un reparto espectacular, una obra repleta de ideas creativas y visuales, una sinfonía wagneriana. Imposible más halagos. ¿Responden éstos a la realidad?
Para disfrutar de Thor: Ragnarok no hace falta mucha información previa. La cinta pertenece a lo que se conoce como Universo Cinematográfico Marvel (así, con mayúsculas), un conjunto de películas que nacen de la factoría Marvel de comics. Los principates creadores del cómic fueron el editor Stan Lee y el dibujante Jack Kirby. Dos autores que hoy son leyenda en la historia del cómic.
Son tres las películas que pertenecen a la saga Thor. La primera fue dirigida por Kenneth Branagh. Es una cinta donde se mezcla el conflicto dramático (entre padre e hijo, entre hermanos...) con la comedia. A quien se le ocurriera entonces que era el director idóneo para llevar adelante este cómic de tinte shakesperiano fue un inspirado. Branagh salió bien parado de este desafío. La segunda película, dirigida por Alan Taylor, fue un pequeño fiasco. La tercera está dirigida por un realizador indie neozelandés, Taika Waititi, que tenía en su haber una comedia de vampiros Lo que hacemos en las sombras (2014) y una otra de aventuras A la caza de los ñumanos (2016). Ambas muy elogiadas por la crítica. El personaje de Thor también aparece en otras películas Marvel, especialmente en la saga de Los vengadores.
Los géneros cinematográficos siguen patrones -estilemas si queremos ser más técnicos (o más pedantes)- muy rígidos. Como todo producto, los géneros tienen su propio ciclo de vida: inicio, crecimiento, madurez y declive. El género de superhéroes -un género relativamente joven- está ahora en su edad de oro. Se perciben, sin embargo, ciertos síntomas de agotamiento. La mezcla de géneros o las parodias son algunos de ellos. Esto no quiere decir que en esta fase de decadencia no se puedan dar buenas, incluso excelentes, películas. ¿Es éste el caso?
Vaya por delante que Thor: Ragnarok es una comedia muy divertida. Sin embargo, la dificultad cuando estamos ante una fusión de géneros en el encaje entre ellos. Hay excelentes películas bélicas que son en realidad un wéstern (Enemigo a las puertas, 2001). Hay musicales que en realidad son una comedia (Cantando bajo la lluvia, 1952). Incluso, en el origen del cine de superhéroes nos encontramos con una cinta -Superman (1978) de Richard Donner-que brilla más como comedia que como cine de aventuras. El problema de Thor: Ragnarok es que esta mezcla no llega a funcionar siempre.
El público agradece el humor gamberro de Waititi, pero una comedia necesita algo más: sutileza, armonía y sintonía entre los personajes. Hay química entre Thor (Christopher Hemsworth) y Hulk/Banner (Mark Ruffalo). Éste borda su papel como Dr. Jeckyll devorado por Mr. Hyde. También funciona la relación Thor y su hermanastro Loki (Hiddleston), aunque en este caso se haya apostado por la vía cínica del personaje interpretado por Hiddleston, más que por la maligna. Un camino más fácil, pero en cualquier caso también agradecido. Cate Blanchett, Jeff Goldblum y Benedict Cumberbatch han trabajado a sus anchas y se nota que lo han pasado muy bien. Pero a la película le falta equilibrio. La parte central de la película, centrada en el planeta Sakaar y la lucha de gladiadores, roba presencia a lo que debiera ser el eje del film: la conquista y destrucción del planeta Asgard y el enfrentamiento de Thor con su hermana Hela, la diosa de la muerte. El personaje encarnado por Cate Blanchett necesitaba mucho más recorrido. Hay, en definitiva, excesiva dispersión y demasiada autoparodia.
Con todo esto no hay que quitar méritos al trabajo de Waititi. La película está llena de buenas ideas. Los personajes viajan, de un lado a otro del universo, mediante viñetas de transición que son ejemplo de cómo trasladar el lenguaje del cómic al cine. Algo parecido ocurre en la pelea de gladiadores, planificada como si fueran dos paginas de cómic. Encontrar la vis cómica de Christopher Hermsworth habla mucho del talento del director. Es verdad que dejarle pronto sin martillo, luego sin pelo y, por último, sin ojo, también ayuda. Secuencias a ritmo de Led Zepelín, la fotografía de nuestro Javier Aguirresarobe, un humor absurdo o la música de Mark Mothersbaugh contribuyen a darle fuste a la película.
Dicho todo esto, a mi juicio, esta tercera entrega hace mejor -en el recuerdo- la película de Kenneth Branagh, donde veíamos a un dios enfrentado a problemas terrenales, celos y envidias fraternales y un padre justiciero. La cinta de Waititi, bromas parte, es más creativa visualmente, pero adolece de este sustrato narrativo. Estamos deseando que Thor, el hijo de Odín y dios del trueno, vuelva a la tierra.
Nota final: Esto no es un spoiler. Si tiene paciencia quédese a las secuencias postcredito y les aviso que hay dos, así que tómese su tiempo.