Un instituto público de Vitoria con un millar de alumnos ha concedido un veto parental a las familias de cara a la próxima celebración, en marzo, de un módulo de tres sesiones de educación afectivo-sexual y de prevención del consumo de pornografía en algunos niveles, según ha podido saber este periódico. El Departamento de Educación, que ha confirmado los hechos, ha explicado que se trata de un “error” cometido por un cargo del colegio y confirma que se ha procedido a dar la orden de comunicar a las familias que esa formación pasará a ser obligatoria como parte de las actividades de sensibilización que se están impulsando desde diferentes niveles y que forman parte del currículo educativo.
El módulo está impartido por la entidad Konexio-Ona y recibe financiación del Ayuntamiento de Vitoria y de la Fundación Vital. Los talleres llevan años impartiéndose en colegios e institutos ante la creciente preocupación por el consumo de pornografía, según sus promotores. Consta de una primera sesión sobre los “mitos” de la pornografía en la que se pretende que los jóvenes no tengan “vergüenza” de admitir que consumen estos contenidos pero que, a cambio, tengan claro que no responden a la realidad. En la segunda se hace hincapié en conductas de riesgo. Y, en la tercera, se ofrecen “alternativas y recursos” para una “sexualidad sana”. Todos los talleres se hacen en horario lectivo, en concreto dentro de la asignatura de Tutoría.
La formación está complementada con la realización de un estudio sobre la sexualidad en adolescentes coordinado por investigadores de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) que sí requiere de autorización de los progenitores o de los tutores legales. Pero un responsable del centro, deliberadamente, fue más allá y comunicó a las familias que concedía a quienes no compartían los objetivos del módulo por motivos ideológicos o religiosos la posibilidad de sacar a los menores del aula durante esas horas y que realicen una actividad alternativa no precisada. Esta excepción no se había ofrecido hasta ahora con ningún otro contenido complementario a las asignaturas.
El denominado veto parental fue una de las medidas estrella de Vox en materia de Educación cuando negoció acuerdos con el PP en comunidades como Murcia, Andalucía o Madrid. Según lo definió la ultraderecha, es “un mecanismo para garantizar que los padres puedan evitar el adoctrinamiento sectario de sus hijos”. En Euskadi, la anterior consejera, Cristina Uriarte, rechazó de plano implantar este tipo de fórmulas para eludir contenidos incluidos en el currículo educativo cuando surgieron estos debates en otros lugares. El actual titular de Educación, Jokin Bildarratz, mantiene un criterio similar. De hecho, la apuesta por la educación afectivo-sexual forma parte de la normativa estatal (Lomloe), de la nueva ley autonómica (aprobada por el Parlamento en diciembre y ya en vigor) y de acuerdos tan recientes como el adoptado en la Cámara hace apenas dos semanas, a principios de febrero, donde se recalcaba que “todo el alumnado” tiene el “derecho” a recibir formación en materia de “coeducación”. De hecho, en fechas muy recientes se han hecho sesiones con profesores para que incorporen una visión transversal de la educación afectivo-sexual en las aulas. Decayó, eso sí, un intento más expreso de vetar estas prácticas dentro de la Ley de Familias, que no pudo ser aprobada en la anterior legislatura estatal.
Cuando Vox alentó este debate, el dirigente del PNV José Antonio Suso fijó la posición de su partido, que es el que dirige Educación en el Gobierno vasco. “En Euskadi llevamos años construyendo un modelo educativo basado en la adquisición por el alumnado de las competencias básicas, las destrezas necesarias para afrontar la vida. Sin vetos. Al menos, sin vetos que impidan promover una educación en valores en la que prime el respeto a los derechos fundamentales. Los profesionales educativos, los padres y las madres y el alumnado, en determinadas edades, comparten, mediante herramientas propias del sistema, la posibilidad de establecer aquellos mecanismos que permitan transitar de manera responsable por esa experiencia que supone aprender a aprender, a pensar, a emprender, a ser, a convivir y a comunicarse durante la primera etapa vital de las personas. ¿Quién se atreve a poner vetos a este planteamiento? ¿Qué sentido tiene vaciar de contenidos cívicos/éticos a la educación? ¿O pretenden volver a 'la letra con sangre entra' como herramienta educativa?”, escribió.
En el caso de los talleres impartidos en colegios de Vitoria, cuyo título es 'La pornografía como educación sexual', sus contenidos están adaptados para Primaria o Secundaria. Los materiales están visados por el comité de ética de la UPV/EHU, que además solicita autorización para realizar una investigación sobre el consumo de pornografía entre los adolescentes para mejorar el “diseño de un plan de formación” para generalizar este tipo de módulos. Nunca se solicita para la charla en sí que, además, está “teniendo unas valoraciones muy altas” entre el alumnado destinatario y en los propios colegios.