La Guerra Civil en lo que entonces se conocía como Euzkadi ni empezó ni terminó en Gernika. El ‘Atlas de bombardeos en Euskadi (1936-1937)’ de Xabier Irujo y presentado este miércoles por el Instituto de la Memoria (Gogora) refleja con crudeza que hubo 2.042 ataques desde el 22 de julio de 1936, cuatro días después del golpe de Estado contra el legítimo régimen democrático de la II República, hasta que el bando sublevado tomó el control de las provincias vascas. Fueron 402 días, por lo que un simple cálculo muestra que hubo una media de cinco al día, es decir, que las sirenas alertaron de los ataques aproximadamente cada cinco horas.
De los 2.042 bombardeos, 1.870 (el 91,5%) fueron operaciones franquistas. El resto, 172, bombardeos republicanos. Los 300 considerados como ataques “de terror” fueron 292 y 8, respectivamente. El resto fueron actuaciones militares estratégicas o tácticas. Fue una contienda desigual: Francisco Franco tuvo de su lado las poderosas flotas de la Alemania nazi y de la Italia fascista, mientras que el bando republicano respondió al primer ataque lanzando desde un avión un saco de piedras.
Cuenta Irujo que el primer bombardeo se produjo en Otxandio. No fue una elección casual. Álava, como Burgos y Navarra, había pasado a manos sublevadas en el mismo momento del golpe de Estado. Vitoria fue capital para Franco, hasta el punto de que instaló allí algunos de sus ministerios más importantes en su primer Gobierno, con sede central en Burgos. En la ciudad se instaló también, en un hotel de la calle de San Prudencio, un cuartel general nazi con el sanguinario Wolfram von Richthofen al frente. En la pequeña localidad alavesa de Fontecha hay un escudo con inscripciones de los cuerpos de Benito Mussolini en el exterior de una casa. Por todo ello, las oscilantes pero estables líneas del frente de guerra eran los puntos críticos donde se sucedían los bombardeos.
En Otxandio, “el ametrallamiento y bombardeo de la plaza Andikona de la localidad por parte dos Breguet Br.19, durante 25 minutos, produjo un trágico balance de 61 muertos, 73,77% de los cuales eran civiles. Veinticuatro de las víctimas eran menores de edad, un 39% del total y dieciséis de los muertos tenían menos de diez años (26%)”, narra Irujo, que ha elaborado un trabajo de casi 600 folios. Y añade: “Era una advertencia de la falta de escrúpulos del bando rebelde y un prólogo de lo que se avecinaba”. ¿Cómo reaccionaron los partidarios del régimen democrático? “Como medio de represalia, al día siguiente José María Yanguas tomó un saco que llenó de piedras y lo lanzó sobre el cuartel de los sublevados en Legutio desde una avioneta de recreo”, explica Irujo, que lo ve como “toda una metáfora de lo que iba a ser la guerra aérea en Euskadi”. La República tenía pocos medios -algunos aparatos fueron cedidos por la URSS- y aviadores expertos -uno de ellos fue Felipe del Río-, como tampoco los tuvo desde octubre de 1936 el nuevo Gobierno autonómico vasco dirigido por José Antonio Aguirre.
Irujo define varias oleadas de bombardeos. La primera fue la temporada del verano de 1936. Se calculan 124 operaciones. En otoño hubo 279. Esa época fue el momento de la única ofensiva del Ejército de Euzkadi contra los franquistas, en lo que se conoce como batalla de Villarreal. Ello hace de Legutio el punto con más bombardeos de todo el territorio. El duro invierno casi detuvo las operaciones y hubo 18. Pero llegó la primavera de 1937 y la contraofensiva franquista, nazi e italiana tras Villarreal generó la peor de las campañas y las operaciones más conocidas y sanguinarias, incluidos Durango y Gernika. Fueron 747 operaciones en total y todavía quedaron 70 para el verano de 1937. La guerra acabó ya en Euzkadi aunque quedaran dos años en otras zonas de España.
Sobre aquella primavera de 1937, opina Irujo que “la superioridad aérea del bando rebelde fue absoluta”. “El bando republicano llevó a cabo 22 operaciones de bombardeo durante la campaña de primavera (3% del total de las operaciones registradas en este período) frente a las 725 rebeldes (97%). Paralelamente, la intensidad de los ataques aéreos rebeldes fue muy superior a la de la aviación republicana. Del total de 1.424 bombardeos que se registran en primavera, la aviación rebelde ejecutó 1.402 (98,5%) mientras que la aviación republicana tan solo registró 22 (1,5%)”, añade. Solamente en Gernika hubo unas 2.000 víctimas en lo que ya pasó a ser un símbolo mundial.
Por localidades, después de Legutio -65 bombardeos-, Bilbao sufrió 62. Los supervivientes contaban cómo tocaba buscar refugio, por ejemplo en los túneles de Begoña. El primer ataque planificado de las fuerzas gubernamentales fue en Donostia, desde el mar. En total, la capital guipuzcoana vivió una veintena de operaciones. En el caso de Vitoria, todas las actuaciones fueron de la aviación republicana, 11 en total. Eran ataques a intereses estratégicos del bando franquista. No obstante, el movimiento de aviones fue muy importante porque los nazis tenían base en el campo de aviación de Salburua e incluso un aparato tuvo un accidente en plena plaza de la República, ahora conocida como plaza de España.
elDiario.es/Euskadi
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