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El príncipe Borbón sublevado contra la república que murió en la Guerra Civil en Eibar, la misma cuna de la república

El príncipe Borbón fallecido en la Guerra Civil en las proximidades de Eibar

Iker Rioja Andueza

Vitoria —

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Eibar es el gran símbolo de la II República. El 14 de abril de 1931, a las seis de la mañana, fue el primer municipio de España en izar la bandera roja, gualda y morada y en proclamar el nuevo régimen. El rey Alfonso XIII y su familia emprendieron entonces el camino del exilio. Cinco años y medio después, en plena Guerra Civil y tras el golpe de Estado contra el régimen republicano, uno de los Borbón huidos, el príncipe Carlos María Fernando Felipe Justiniano, de 28 años y tío de Juan Carlos I (tío-abuelo de Felipe VI), tomó las armas contra la democracia con permiso del jefe de la Casa Real -pero ya no del Estado- y con el rango de alférez de complemento. Acabó destinado en el frente de Eibar. Un balazo “frontal” lo mató el 27 de septiembre en el monte Morkaiko, ya en el término municipal de la vecina Elgoibar. Inicialmente fue enterrado en Tolosa, también en Gipuzkoa. El Archivo Provincial de Gipuzkoa conserva en Oñati el acta de defunción y abundante documentación sobre lo ocurrido, aunque esta burocracia no se completó hasta muchos años después del suceso “debido sin duda a las anormalidades y circunstancias de guerra”.

El Borbón nació en Cantabria, en Santillana del Mar, pero la familia cercana se trasladó a Sevilla por ser su padre nombrado capitán general de Andalucía. Era el hijo primogénito del príncipe Carlos María Francisco de Asís Pascual Fernando Antonio de Padua Francisco de Paula Alfonso Andrea Avelino Tancredo, casado con la hermana de Alfonso XIII y ahijado del pretendiente carlista Carlos VII. Este príncipe, el padre del finado, es el abuelo de Juan Carlos I y el bisabuelo de Felipe VI, ya que una de sus hijas, María de las Mercedes, se casó con su primo Juan.

El coronel del regimiento de zapadores del sexto cuerpo del Ejército, Lorenzo Insausti Martí, y el teniente coronel, Eugenio Martí Cerdá, fueron los que emitieron en 1950 el certificado del fallecimiento del “alférez de complemento S.A.R. el Príncipe Don Carlos de Borbón y Orleáns”. Murió “a consecuencia de un balazo de arma enemiga, en el frontal, cuando se hallaba prestando los servicios de campaña en el monte Cónico, frente de Guipúzcoa, sector de Éibar”. Según la Real Academia de la Historia (RAH), antes participó en operaciones militares en Azpeitia y Azkoitia; y otras fuentes historiográficas apuntan a que participó igualmente en los asaltos franquistas a Irún, Hondarribia o Donostia.

Tras haber huido a Francia vía Gibraltar con su familia en 1931, el 30 de julio de 1936 cruzó de vuelta la frontera pirenaica y se puso al servicio de Emilio Mola en Pamplona. Inicialmente, por su abolengo, no le permitieron entrar en combate y se limitaba a formar a los reclutas. Lo contaba él en una carta enviada desde el hotel La Perla. “El Comandante me dijo que había recibido órdenes de no dejarme salir debido a mi nombre, lo cual me empieza a fastidiar, pues aunque mi deseo es de estar en primera línea. La gente empezará a decir que yo me las arreglo muy bien para no exponer nada mientras los otros se dejan matar”, redactó. Después sí fue enviado dentro de las fuerzas 'navarras' al frente de Gipuzkoa. Respecto a a su muerte, se precisaba que no hubo “por parte del interesado impericia, negligencia ni imprudencia”. Había hecho en el final de la era de Alfonso XIII el servicio militar.

El certificado de defunción se hizo en 1950 a instancias de Joaquín Aramburu, secretario de la casa de su padre, que murió en 1949. Antes, en 1941, sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia del Divino Salvador de Sevilla, donde tenía residencia su familia. En 1937 ya constan visitas de la familia Borbón a Tolosa. En todo caso, en 1936 no se había registrado la defunción oficialmente.

José Rezola Larrarte, secretario municipal en Elgoibar tras la derrota republicana, explicó casi tres lustros después que “convivió” con el príncipe durante su estancia en el frente de Eibar durante la “guerra de liberación” contra el “marxismo”. “Fui uno de los que su cadáver veló en la capilla-ardiente instalada en el santo hospital de esta villa”, contaba cuando se abrió un proceso oficial a instancias de la familia del príncipe muerto. Luis Echániz Cendoya fue otro de los que participó en el velatorio en ese centro sanitario de la zona de la Magdalena y también confirmó los hechos. La documentación indica que fue trasladado a Tolosa y enterrado en el panteón familiar de Juan Elósegui. No se dan más referencias pero los Elósegui más conocidos en Tolosa son los dueños de Boinas Elósegui. Los hermanos Alfonso y Pedro Jiménez fueron testigos del sepelio y Braulio Arocena el religioso oficiante. El padrino de su padre, el pretendiente carlista Carlos VII, tuvo en Tolosa uno de sus cuarteles generales, desde donde llegó a emitir sellos.

El 6 de octubre de 1936 la edición de Sevilla de 'ABC' le dedicó la portada al Borbón fallecido “por España”. La edición de Madrid de ese periódico monárquico tenía entonces una línea republicana y fue uno de los que informó del bombardeo de Gernika, por ejemplo. Eibar fue precisamente una de las localidades vascas que más bombardeos aéreos sufrió en la Guerra Civil, un total de 21. También fueron muy abundantes los ataques de los sublevados en otras zonas del entorno. En 1937, dentro de la campaña de la aviación franquista apoyada la de la Alemania nazi y de la Italia fascista, que culminó con el simbólico ataque masivo a Gernika, Eibar también fue objeto de un ataque a gran escala. Pero en septiembre de 1936, en las fechas coincidentes con la muerte del Borbón enrolado en el bando franquista, las sirenas sonaban allí casi a diario, como recoge Xabier Irujo en su 'Atlas de los bombardeos' ocurridos entre 1936 y 1939.

En la cumbre de Morkaiko pervive una cruz erigida en memoria del Borbón sublevado contra la república después de dos leyes estatales y una autonómica que han puesto coto a los símbolos de la guerra y de la dictadura. En 2014, el Ayuntamiento de Elgoibar, en manos del PNV, argumentó que lo mantenía “porque la ciudadanía hace una lectura distinta de ese monumento y no lo identifica con el franquismo”.

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