El lehendakari, Iñigo Urkullu, ha convocado para este jueves por la tarde una comparecencia tras un Consejo de Gobierno. En ella, se anunciará con alta probabilidad que las elecciones autonómicas se celebrarán el 21 de abril, según ha podido confirmar este periódico de cuatro fuentes próximas a la Presidencia vasca. Es la fecha que manejaba la Euskadi política desde hace semanas a pesar del secretismo con el que se había manejado Urkullu, que no continuará en el cargo por la decisión del PNV de proponer como candidato a Imanol Pradales. Este calendario no supone ningún adelanto aunque las anteriores fueran el 12 de julio de 2020, puesto que Urkullu las había convocado también para abril pero no pudieron celebrarse por el confinamiento de la COVID-19.
No es una sesión extrarodinaria pero todo apunta a que en esa reunión se cumplirá con la preceptiva deliberación previa a la disolución del Parlamento Vasco para la convocatoria electoral, un formalismo previsto en la ley de Gobierno de 1981. Este martes se publicará en el Boletín Oficial del País Vasco (BOPV) un decreto firmado por Urkullu y se activará un contador de 54 días hasta la efectiva celebración de los comicios.
Según la normativa vigente, a los tres días de la convocatoria se deberá constituir la Junta Electoral. Este órgano, dirigido por el también presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Iñaki Subijana, con el letrado mayor del Parlamento como secretario Andoni Iturbe Mach. A los diez días se cerrará el plazo para el registro de coaliciones de partidos, por lo que quedará confirmado ahí otra evidencia desde hace semanas, que Sumar y Podemos concurrirán por separado. “Las candidaturas que presenten los partidos políticos, federaciones, coaliciones o agrupaciones de personas electoras estarán integradas por al menos un 50% de mujeres. Se mantendrá esa proporción en el conjunto de la lista de candidatos y candidatas y en cada tramo de seis nombres. Las juntas electorales del territorio histórico competentes sólo admitirán aquellas candidaturas que cumplan lo señalado en este artículo tanto para las personas candidatas como para las suplentes”, indica también la ley.
Tras la proclamación de las candidaturas, la campaña electoral arrancará en la noche del jueves 4 al viernes 5 de abril. El domingo anterior, dentro del puente de Semana Santa, es el Aberri Eguna o día de la patria vasca, celebrado por las fuerzas nacionalistas, aunque EH Bildu ya lo tiene convocado fuera de la comunidad autónoma, en Pamplona. Como anécdota, es la primera vez en tres lustros que las elecciones vascas no coinciden con las gallegas. Los mandatarios de ambas autonomías coincidieron en 2009, en 2012, en 2016 y por tres veces en 2020, al convocarlas en abril, al pararlas por la pandemia y al volver a fijarlas en julio. Hasta que Pedro Sánchez puso las generales de 2023 en pleno verano, aquéllas fueron las primeras urnas en meses estivales en decenios.
Estas elecciones ponen fin a un largo mandato de doce años de Urkullu. Con 62 años -cumplirá 63 en septiembre-, Urkullu ha sido apartado por el PNV, que alega la necesidad de un relevo generacional. Solamente la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, Nerea Melgosa, figura en las listas que ya ha adelantado el PNV y que estarán encabezadas por Imanol Pradales (Santurtzi, 1975), quien en las próximas horas dimitirá del cargo que ha ocupado en los últimos años, diputado foral vizcaíno de Infraestructuras. De haber repetido y ganado de nuevo las elecciones, Urkullu se habría convertido en el lehendakari más longevo en democracia al tener cerca los 14 años de José Antonio Ardanza.
Urkullu llegó al cargo tras ganar las elecciones de 2012. El PNV venía de un inédito trienio en la oposición. Tras el final de la convulsa etapa de Juan José Ibarretxe, llegó la del socialista Patxi López, apoyado por el PP y en el que Urkullu presidió el PNV y lideró desde fuera del Parlamento una línea muy dura contra el Gobierno vasco. El lehendakari accedió al cargo con la promesa de un “nuevo estatus” de relación de Euskadi con España. Incluso hablaba de 2015, 2016 y finalmente 2020 como momentos para plantear una consulta y el derecho a decidir.
Sin embargo, el paso de los años hicieron al PNV y a Urkullu virar de estrategia. Como lehendakari, se ha visto más cómodo en la reivindicación de las materias pendientes del Estatuto de 1979 que en la búsqueda de una reforma que polarizó a la sociedad en tiempos de Ibarretxe. En estos años, según suele recordar el propio Urkullu, se han cerrado las transferencias de Prisiones, del IMV y de otras competencias e incluso, significativamente, ha querido cerrar su periplo con tres nuevos acuerdos con el Estado para la asunción de la gestión de Cercanías, Inmigración y la homologación de títulos extranjeros. También se ha actualizado el régimen fiscal propio vasco, el Concierto Económico.
Urkullu tuvo una primera legislatura en solitario y en minoría. Aquel Gobierno estuvo a punto de caer tras fracasar sus primeros presupuestos, que preveían un recorte de 1.000 millones de euros. Pero López, antes de abandonar la política vasca y saltar al Congreso, dio oxígeno a quien se lo había negado y PNV y PSE-EE retomaron su histórica colaboración en Euskadi. En 2016 el PNV volvió a ganar y cerró ya una coalición con los socialistas, aunque también en minoría. Esa segunda legislatura fue la de la mediación de Urkullu en Catalunya. En 2017 ejerció de puente entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont para parar la declaración unilateral de independencia y el 155. De esa época es el frenazo a un acuerdo soberanista entre el PNV y EH Bildu para superar el Estatuto vasco y declaración en pro de marcos pactados y negociados, también con las fuerzas no nacionalistas, aunque sin renunciar al derecho a decidir.
En 2020 el PNV ganó las autonómicas de la COVID-19, aunque la participación se desplomó al 50%. Este cuatrienio marcado por las restricciones del coronavirus en el inicio ha sido el del incremento de la preocupación ciudadana por materias como la Sanidad pública y por movilizaciones sociales y sindicales en áreas como Educación, Ertzaintza o cuidados. El PNV experimentó caídas de votos en las municipales y forales de mayo de 2023 y en las generales de dos meses después. “Vienen a por nosotros”, llegó a decir Urkullu. Sin que nunca haya manifestado que no quisiera continuar -de hecho era algo que se daba por hecho- el partido decidió en noviembre comunicarle que no iba a seguir. Apostó por Pradales, que todavía es un gran desconocido para dos tercios de la población.
EH Bildu encara las elecciones en un ciclo alcista. Ha apostado por Pello Otxandiano, también una generación diferente a la de Arnaldo Otegi, para buscar superar por vez primera al PNV en unas autonómicas. Solamente en 1986 el PSE-EE sacó más escaños pero el PNV nunca ha perdido en votos. Aquellos comicios estuvieron muy marcados por la irrupción de EA, una escisión nacionalista. El PSE-EE también cambia de cara y estará liderado por Eneko Andueza. Por el momento, los socialistas no han virado de estrategia y apuesta por reeditar las alianzas con el PNV a pesar de la sintonía con la izquierda abertzale en Madrid o Pamplona. Aquí siguen sosteniendo que a EH Bildu le faltan pasos éticos por el pasado de terrorismo de ETA.
El PP tendrá en Javier de Andrés a su candidato. Fue delegado del Gobierno y diputado general de Álava. Según Alberto Núñez Feijóo, es una apuesta segura porque sabe ganar elecciones y gobernar. Releva a Carlos Iturgaiz. Hace cuatro años, el PP compareció roto a las urnas, con una coalición leonina con Ciudadanos, que no ha aclarado sí seguirá intentándolo en solitario, y la abrupta marcha de Alfonso Alonso. La presidenta interina entonces, Amaya Fernández, ni siquiera apareció por la campaña de Iturgaiz. A su derecha, Vox no tiene garantiza su supervivencia. En 2020 llegó al mínimo del 3% en Álava y sacó un escaño.
En la izquierda, habrá dos papeletas. Por un lado, Sumar, IU y Berdeak Equo tendrán a Alba García Martín como candidata. Por otro, Podemos -quizás con Alianza Verde- apuesta por Miren Gorrotxategi. Fue la cabeza de la confluencia de Podemos e IU hace cuatro años, cuando el espacio bajó de once a seis escaños, cuatro de Podemos y dos de IU. Ahora los sondeos penalizan la división y apuntan a una posible representación mínima para Sumar y escasas opciones para los segundos en solitario.