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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El lehendakari, Iñigo Urkullu, considera que el deseo de la izquierda abertzale de “emular” el ‘procés’ catalán y la existencia de una plataforma en defensa del derecho a decidir como Gure Esku Dago al espejo de la ANC o de Òmnium Cultural son elementos “tensionadores” para Euskadi. Urkullu también temió que los acontecimientos en Catalunya de 2017 suscitaran apoyos en sectores de su propio partido, el PNV, sobre todo por el papel de su predecesor, Juan José Ibarretxe. O que reventaran el Gobierno de coalición con el PSE-EE, una fórmula que ahora aspira a reeditar y con mayoría absoluta tras las elecciones vascas del pasado 12 de julio.

Así consta en los archivos que recogen el trabajo de intermediación en Catalunya que asumió en primera persona Urkullu a partir de junio de 2017 y hasta, al menos, principios de 2019, cuando se agotan los documentos que el lehendakari ya permite consultar, aunque omitiendo todavía las respuestas de sus muchos interlocutores. En el momento álgido del ‘procès’, en los meses de septiembre y octubre de 2017, el lehendakari trató sin éxito de frenar la declaración unilateral de independencia y la consiguiente aplicación del 155. Consideraba que un referéndum sin garantías como el del 1 de octubre no podía ser la base de la fundación de una república independiente. Su obsesión era que no se produjera una “fractura social”.

No “en conciencia” a la república catalana

El primer momento en el que Urkullu se ve presionado es a los pocos días de esa declaración de independencia, a los pocos días del 27 de octubre. EH Bildu pidió que el Parlamento Vasco fuese el primero en reconocer a la República Catalana. “Ante la iniciativa -esperable, viendo también el twitt  [sic] del Lehendakari Ibarretxe- de EH Bildu de que el Parlamento Vasco sea el primero en reconocer la República Catalana, no sé si se tramitará dicha iniciativa y, en su caso, cuándo se debería pronunciar el Parlamento Vasco. En cualquier caso, en conciencia y a día de hoy, yo no podría votar a favor de reconocer la República Catalana. No lo podría hacer por coherencia. No solo porque no soy partidario de vías unilaterales y menos las que se gestionan fracturando la sociedad. Por coherencia porque a mí el propio president Puigdemont me solicitó ayuda porque él no quería proceder a la DUI. Lo mismo la coordinadora general de PDeCAT [Marta Pascal] y de manera indirecta también el presidente de ERC [Oriol Junqueras]. Por coherencia también porque […] está fundamentado en dos leyes aprobadas en sesiones de 06 y 07 de septiembre en las que tanto el letrado mayor del Parlament como la Comisión de Garantías Estatutarias advirtieron de su ilegalidad […]. No podría hacerlo porque no responde ningún mandato popular derivado de unos comicios con un planteamiento resultante en tal sentido. Dejo otras muchas consideraciones de orden también moral e institucional como de ámbito internacional y consecuencias futuras en Euskadi y para Euskadi de una decisión favorable a la iniciativa”, le escribió a Andoni Ortuzar, presidente del PNV, y a otros dos de sus máximos dirigentes, los ‘burukides’ Joseba Aurrekoetxea y Koldo Mediavilla. Ortuzar y Aurrekoetxea, al menos, también mantuvieron conversaciones durante esta fase de mediación con políticos catalanes como Francesc Homs o Marta Pascal y, en el caso de Ortuzar, con el propio Puigdemont, como recoge el ex ‘president’ en su libro.

Existe una estrategia de emulación del proceso en Catalunya […] por medio de la ‘izquierda abertzale’ y de una ‘plataforma independiente social’ denominada 'Gure Esku Dago'. A pesar del poco éxito de sus iniciativas, no deja de ser un elemento tensionador

Las inquietudes de Urkullu continuaron en 2018, ya con Pedro Sánchez en La Moncloa tras la moción de censura decidida por el PNV y, en buena medida, condicionada por Catalunya. “Estimado Presidente. Hasta ahora ya te he comentado que en Euskadi existe una estrategia de pretensión de emulación del proceso en Catalunya […] aunque no con mucho éxito de seguimiento por medio de la ‘izquierda abertzale’ y más visiblemente por parte de una ‘plataforma independiente social’ denominada 'Gure Esku Dago' ('está en nuestras manos'). Una plataforma que desde hace años viene organizando consultas populares, cadenas humanas, concentraciones en estadios de fútbol… en defensa del llamado ‘derecho a decidir’. A pesar del poco éxito de sus iniciativas, no deja de ser un elemento tensionador, y aun habiendo dicho en el mes de junio que hasta después de las próximas elecciones municipales-forales-europeas [de 2019] interrumpirían sus iniciativas, sin embargo, continuarán”, le cuenta Urkullu a Sánchez en una carta enviada en otoño de 2018, mucho después del referéndum tras el cual aparentemente se había apartado de Catalunya. Porque no, no se apartó. Eran muchos quienes se ponían en contacto con él. Lo que sí ocurrió es que se enfrió al extremo su relación con el independentismo catalán, tanto con Puigdemont como con su sucesor, Quim Torra.

Reticente a recibir a Torra en Ajuria Enea

La desconfianza de Urkullu hacia Gure Esku Dago es clara, aunque su predecesor, Juan José Ibarretxe, haya apoyado decididamente alguna de sus iniciativas y aunque el PNV haya participado en muchas. “Han organizado para el próximo 14 de noviembre y a celebrar en Donostia una conferencia del president de la Generalitat, Joaquim Torra. Es posible que la plataforma Gure Esku Dago lo haga público hoy”, le comunica el lehendakari al presidente del Gobierno, con el que mantiene una relación epistolar y telefónica tremendamente regular.

A Urkullu no sólo le inquietaba el acercamiento del independentismo vasco al catalán, sino la propia presencia de Torra. “Así las cosas, a finales de la semana pasada recibí llamada del gabinete del president para, aprovechando que ha de acudir a Donostia, si pudiéramos reunirnos el president y yo en tal día 14 de noviembre”, le cuenta Sánchez. Y sigue: “Me veo en la situación de aceptar el encuentro recibirlo. Lo pongo en tu conocimiento por su consideras que deba transmitir algún mensaje y/o reflexionemos sobre ello”. La cita se produjo y Urkullu y Torra evidenciaron sus estilos diferentes a pesar de la cordialidad en las formas. En aquellas fechas se preparaba la cumbre de Pedralbes entre Sánchez y Torra.

Meses antes, justo en las horas posteriores a la declaración de independencia y al 155, Urkullu escribió unas notas sobre la situación en Euskadi. Temía grietas en su relación con los socialistas, socios de Gobierno en Euskadi, e incluso que el sector más soberanista del PNV se hiciese notar. Y no sólo eso, tenía claro que los rivales políticos iban a intentar hacer aflorar esas disensiones. “Las relaciones internas entre PNV y PSE en los acuerdos de Gobierno institucional se van a resentir y a ello van a contribuir, decididamente, tanto EH Bildu como Podemos, como también el PP vasco. Se atisban indicios de posible discrepancia interna, tanto en PNV como en PSE. El ejemplo es la dimisión de Gemma Zabaleta”. La exconsejera socialista se marchó del partido en octubre de 2017 por la “inaceptable” postura de Sánchez en Catalunya.

La estrategia del lehendakari para contrarrestar esa vía de agua fue potenciar su imagen de gestión, centrada en la economía y el empleo. “Lo más adecuado [es] reducir en la medida de lo posible el perfil de incidencia en relación con la crisis de Catalunya”, reflexionó. Coincidió, además, que realizó en esas fechas un viaje a Canadá, concretamente a Quebec, una región que pactó la denomina Ley de Claridad para la realización de un referéndum de independencia que perdieron las fuerzas nacionalistas. “El viaje a Quebec está siendo el mejor altavoz para proyectar una imagen institucional y seria del lehendakari”, escribió.

A los pocos días, en sus notas, Urkullu ya constató el “perfil bajo” de los socialistas y que Euskadi seguía estable: “No da muestras de incomodidad por los disensos que sobre Catalunya se pueden percibir en el Gobierno de coalición”. “En Euskadi no cuajan discursos alternativos al liderado por el lehendakari y el PNV”, se felicitaba hablando de sí mismo en tercera persona. En general, durante su trabajo de intermediación Urkullu siempre había remarcado a sus interlocutores que él no sólo hablaba por sí mismo, sino como cabeza de un Gobierno de coalición de una formación nacionalista y otra no nacionalista.

Ni te cuento lo desolado que estoy yo que habiendo hecho, desde Euskadi, lo posible a petición de todos vosotros ahora ya tengo que empezar a soportar los carteles de 'Urkullu cierra las puertas a la independencia' en mi pueblo

En Euskadi, entretanto, el portavoz de su partido en el Parlamento y puntal más visible del ala soberanista, Joseba Egibar, cerró en la primavera de 2018 un acuerdo con EH Bildu para la superación del Estatuto de Gernika. En septiembre de 2018, Urkullu lo valoró así en la Cámara: “Si configuramos una mayoría más amplia, tendremos mayor legitimidad para exigir que se nos respete allí donde somos minoría. Y también en clave interna de cohesión y convivencia. Hablo de acuerdo y pacto. Acuerdo entre vascos y pacto entre Euskadi y España. Pero partamos del acuerdo entre vascos… Diré como lehendakari nacionalista que un proyecto votado sólo por la ciudadanía nacionalista significaría para muchos de nosotros un fracaso estrepitoso. Nuestra sociedad es plural y diversa como cualquier otra sociedad abierta. El pueblo vasco que ha llegado hasta hoy es así… Nuestro desafío, especialmente de los nacionalistas, a quienes se les presupone un compromiso añadido con su patria, es defender el pluralismo y no soportarlo como una patología a eliminar en un proceso de homogeneización. El acuerdo debe ser necesariamente plural y que reúna a diferentes”. En 2019, el acuerdo se reconfiguró hacia un principio de reforma acordado por PNV, PSE-EE y Elkarrekin Podemos-IU, lo que motivó el enojo de EH Bildu. En 2020, Urkullu ha vuelto a ganar las elecciones y gobernará ahora con mayoría absoluta si se confirma el pacto con los socialistas.

Urkullu, en sus cartas, notas, correos electrónicos, SMS y mensajes de Whastapp y Telegram, se muestra muy consciente de los riesgos asumidos al sumergirse de lleno en el contencioso catalán. De hecho, se prometió a sí mismo ser prudente. “Aunque me dijera a mí mismo que no me entrometería en lo que no se me requiriera, hago llegar esta sugerencia a modo de aportación. La hago llegar por intentar ayudar”, escribió en un momento de octubre de 2017 a Carles Puigdemont. A Santi Vila le confesó su temor por no poder “aparecer” por Catalunya tras lo ocurrido. “Ni te cuento lo desolado que estoy yo que habiendo hecho, desde Euskadi, lo posible a petición de todos vosotros ahora ya tengo que empezar a soportar los carteles de 'Urkullu cierra las puertas a la independencia' en mi pueblo. Aun así, seguiré a disposición porque creo firmemente en lo que he hecho y en lo que he transmitido”, le llegó a confesar a Puigdemont.