Yoshitomo Nara, el cotizado artista japonés al que no le gusta el merchandising: “Me da miedo que el dinero me cambie”

Maialen Ferreira

Bilbao —

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Yoshitomo Nara (Hiroshaki, 1959), a diferencia de otros artistas, no se pone traje para presentar su primera exposición en el museo Guggenheim de Bilbao y la primera retrospectiva en Europa de sus 40 años de carrera. En su lugar, prefiere llegar al acto con una sudadera amarilla de la escuela de surf de Mundaka, una marca local de Euskadi, en la que, al señalar el logo sonríe y dice con orgullo “Mundaka beach”.

“Prefiero trabajar con gente que no busca hacer un negocio de todo. No me gusta el merchandising. En el caso de la moda, que sea moda sostenible, que comparta mi modo de ver la vida. Me gusta trabajar con marcas pequeñas, con personas con las que mantengo conversaciones y contacto aunque vivamos lejos. He colaborado con marcas de gente que me ha invitado a su casa a comer, que he conocido a su familia, que pueden ser mis amigos. Eso es un tesoro”, reconoce a preguntas de este periódico el artista japonés más cotizado del mundo.

Nara, que saltó a la fama en los 90 gracias a los dibujos y pinturas de niñas gigantes, logró la venta en 2019 de su obra Cuchillo detrás de la espalda (2000) por 25 millones de dólares (22 millones de euros) convirtiéndose en el artista japonés más cotizado del mundo y adentrándose de lleno en la lista de los artistas vivos más cotizados, por delante incluso que el enigmático Banksy. Sin embargo, el propio Nara confiesa que ni el reconocimiento internacional ni el dinero le han cambiado.

“No he cambiado nada. Tengo miedo de que el dinero me cambie. En mi cuenta bancaria a lo mejor hay más saldo que antes y ahora tengo más exposiciones, pero la época más feliz de mi vida fue cuando viví en Alemania, era estudiante y no tenía ninguna exposición. En esa época era capaz de pintar 120 obras al año y me pasaba las noches y madrugadas hablando con mis compañeros de Universidad. Cosas que no se pueden comprar con dinero. A mí me gusta coger el tranvía, viajar en metro. No me gusta montarme en un Rolls Royce porque no me gustan esas pretensiones”, detalla.

El artista nació en una pequeña ciudad del norte de Japón llamada Hirosaki, en la prefectura de Aomori, conocida por ser la mayor productora de manzanas del país. Su infancia fue feliz, pero solitaria, aunque no lo recuerda como algo negativo. Nara disfrutaba de su soledad. Los personajes y el universo que ha creado son un reflejo de él mismo, sus pensamientos y emociones. “Nunca pensé en dedicarme al arte, pero más que estudiar lo que me gustaba era dibujar y pintar. Me expreso mejor dibujando que hablando. Lo que veis en mis dibujos es una parte de mí”, explica Nara.

Tras graduarse en la Universidad de las Artes de la Prefectura de Aichi en 1987, Nara se trasladó a Alemania para estudiar en la Kunstakademie de Düisseldorf. Sin conocer el idioma ni la cultura, pasaba su día a día dibujando. Allí, protagonizó sus primeras exposiciones individuales y, gracias a la venta de sus obras pudo comenzar a dedicarse exclusivamente a la producción artística. Ese fue el comienzo de una carrera que dura más de 40 años y recorre el mundo entero, pero que no ha llegado a su fin. “Soy mayor, pero aún me queda mucho por madurar. De joven dibujaba de forma impulsiva, 120 obras al año. Ahora hay años en los que solo hago dos, porque tengo más tiempo para pararme y pensar”, detalla.

Más allá de los personajes del universo creado por Nara, sus obras son una prueba de momentos históricos como el gran terremoto de Japón oriental en 2011 o el accidente nuclear de la central de Fukushima. El alcance de la destrucción provocada por el poder de la naturaleza tuvo un impacto transformador en la vida de Nara. Aquello hizo que se replanteara su papel como artista y le acercó aún más si cabe a su región y a aquellas zonas rurales que salieron peor paradas tras aquellas catástrofes.

Nara creció escuchando la música que retrasmitía una emisora de radio del ejército estadounidense. Compró su primer disco en 1967 y, posteriormente, descubrió la llamativa estética del glam rock de los años 70 y el espíritu agresivo del punk. La conciencia política de Nara, sus preocupaciones humanitarias y su antibelicismo también tienen sus raíces en la contracultura y la música folk y blues de los 50 y 60. A pesar de no haber estado en servicio activo, en 2002 viaja a Afganistán para documentar la guerra, reaccionando ante ella con dibujos y fotografías. “Ahora hay una bomba explotando en algún lugar del mundo. Pero también debe haber una nueva vida que viene al mundo justo en este instante. ¡Detened las bombas! Siento esto desde el fondo de mi corazón”, escribió una vez Yoshitomo Nara y está escrito en una de las paredes del Guggenheim de Bilbao que acogen su obra. Nara jamás ha dejado de lado su conciencia social.

La exposición, que se inaugurará este viernes y estará disponible hasta el el próximo 3 de noviembre en el museo bilbaíno, se trata de la primera gran exposición individual de la obra de Nara en España y en un museo europeo, en general. Tras su paso por Bilbao, la exposición viajará a la ciudad alemana de Baden-Baden y a Londres. “Estoy muy emocionado de tener mi primera gran exposición en Europa. Es un sueño hecho realidad. Aun recuerdo cuando no tenía exposiciones ni vendía cuadros. A día de hoy sigue habiendo gente que piensa y dice que no pinto bien, que ellos podrían hacerlo mejor. Hay opiniones variadas y a mí no me interesa. Mis obras son creadas por mis instintos, pinto lo que sale del fondo de mi corazón”, concluye el artista.

elDiario.es/Euskadi

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