Hace 30 años que la Unión Europea puso en marcha los programas Interreg, una herramienta destinada a impulsar las relaciones entre las zonas fronterizas, desdibujar las barreras existentes y convertir esas áreas en un nuevo escenario donde la gente, las empresas, los negocios o las mercancías se movieran sin las restricciones de otros tiempos.
Desde aquellos primeros pasos en la cooperación entre España y Portugal, tras la entrada en la que entonces se llamaba Comunidad Económica Europea, fue necesario complementar todas las medidas de apertura económica, comercial, política y administrativa con el conocimiento mutuo. La frontera entre los dos Estados de la península Ibérica separaba dos culturas con muchos puntos en común, con idiomas muy parecidos y con una historia en la que alternaban los encuentros y los desencuentros.
Es en este contexto en el que la cultura pasa a formar un elemento clave y fundamental para cimentar la cooperación, con el convencimiento de que la eliminación de las fronteras necesitaba, además de todas esas medidas legislativas y comerciales imprescindibles, la superación de fronteras mentales, prejuicios y preconceptos que solo se disuelven con el conocimiento mutuo, entendiendo al otro, apreciando su cultura y mostrando la propia en pie de igualdad.
Las diferencias culturales, que muchas veces son consideradas un impedimento para poder entenderse, han sido un puente sobre el que la cooperación transfronteriza ha podido caminar. Si hoy tenemos en Extremadura festivales ibéricos con décadas de experiencia es porque el cine, la música, el teatro, las artes plásticas o la literatura han formado parte del intercambio cotidiano con el país vecino. Unos intercambios que se resintieron con el cierre de nuestras fronteras, pero que están ya tan asentados en nuestros pueblos y ciudades, y en nuestra sociedad, que pronto encontraron fórmulas para continuar conectando.
Así, este año, a pesar de las enormes dificultades, se ha podido celebrar la 37ª edición del Festival Ibérico de Música o la 26ª edición del Festival Ibérico de Cine. No solo los certámenes con más recorrido han podido seguir caminando, sino que otros más innovadores como Periferias llegan ya a su octava edición. Además, el aislamiento motivado por la pandemia no ha impedido que se avanzara por medios alternativos y el Día de Portugal en Extremadura se ha celebrado con encuentros literarios con Lídia Jorge o Gonçalo M. Tavares, y otras originales propuestas acordes con los nuevos formatos.
La creación de la Cátedra de Estudios Ibéricos, fruto de la colaboración entre la Junta de Extremadura y la Universidad de Évora, se suma este año como un elemento clave para dar continuidad a la interrelación en el ámbito académico y cultural entre ambos países y extendiendo esa tarea al otro lado del océano con los países de la lusofonía y de habla hispana.
En tres décadas hemos pasado de estar de espaldas a estar al lado, de no conocer el idioma a estar impartiéndolo en centenares de escuelas e institutos, de ignorar lo que ocurría al otro lado de la Raya a tener los museos, teatros y festivales con nombres y obras del país vecino. Las culturas y sus diferencias ya no nos separan sino que nos crean vínculos y afectos que están por encima de las fronteras.