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Jóvenes, el subempleo aguarda

Es curiosa la capacidad de resignación y adaptación de la que dispone el ser humano.

También es cierto que sin ella no hubiese evolucionado y sobrevivido. Y parece que aspirar a sobrevivir es lo que le queda a los jóvenes de hoy.

Mucho se habla de la escandalosa tasa de paro juvenil, más del 50 %, que asola a España desde que comenzó la crisis y a Extremadura, tierra generalmente baldía en cuanto a oportunidades se refiere, desde bastante antes. Pero también sería justo fijarse en la situación de esos jóvenes que han conseguido salir del desempleo pero no precisamente para entrar a una situación ideal o, por lo menos, justa.

Las “raíces vigorosas” que dicen que están asentándose en la economía no conceden a los jóvenes trabajadores un empleo con el que puedan soñar con comenzar una vida fuera del nido paterno, con una mínima independencia económica. Emanciparse se ha convertido en una utopía.

Por poner una cifra, según datos de Comisiones Obreras, el 91 % de los contratos firmados en Extremadura en septiembre no superaban el mes de duración.

Contratos temporales, por horas, de “free-lance” o de becarios eternos es la máxima aspiración a la que optan los jóvenes extremeños. Subempleos.

Licenciados que trabajan de dependientes en tiendas de ropa, de camareros en restaurantes o de monitores en comedores escolares. Otros van tirando con las recolectas agrícolas, que tantas bocas salvan en Extremadura. Una generación preparada como un Ferrari pero para andar por un camino de cabras como afirmó hace unos días en una acertadísima metáfora el creador de “Españistán”, Aleix Saló.

“Ave, al menos le vale para sus gastos. Habrá que ir tirando así”, he oído decir a una señora que comentaba con otra el nuevo trabajo de media jornada de su hijo, licenciado en una ingeniería que no alcanzo a recordar, que desde luego nada tiene que ver con su carrera ni seguramente con las aspiraciones que tenía cuando la comenzó.

Ese “ave” tan extremeño resume la resignación con la que nos estamos tomando el nuevo panorama laboral y ante la que yo, personalmente y a contracorriente, animo a luchar, o por lo menos patalear.