Fidel Castro llegó a Extremadura “abochornado” y se fue con la obligación de volver

Pablo Caro (Efe)

El líder cubano Fidel Castro, fallecido esta madrugada a los 90 años, tuvo un corto pero intenso contacto con Extremadura. Fue una visita de poco menos de 24 horas que hizo en octubre de 1998 a Mérida, a la que llegó “abochornado” por el retraso sobre el horario previsto, pero de la que se fue con la obligación de volver pronto.

“No tengo maneras de expresar la vergüenza que siento”, aseguró el líder de la revolución cubana nada más tomar la palabra en la sede de la Presidencia de la Junta de Extremadura, a la que llegó casi cinco horas después de lo anunciado y donde le esperaban casi un centenar de periodistas y casi un millar de seguidores incondicionales en la calle.

Eran casi las once de la noche del 19 de octubre cuando Fidel Castro fue recibido por el entonces presidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra, al que había dado su palabra de visitar Extremadura en un encuentro en Cuba en junio de ese mismo año.

El gran retraso poco importó a los allí presentes, ya que todos eran conscientes de estar ante un momento histórico, que no volvería a producirse pese a las intenciones expresadas por el presidente cubano. No obstante, Fidel Castro sí mostró su satisfacción porque, pese al poco tiempo que estaría en tierras extremeñas, había cumplido un deseo y la palabra dada.

Fiel a su estilo y pese a lo avanzado de la noche -después de llegar a Mérida se reunió hora y media con Ibarra-, no dejó pasar la oportunidad de relatar a los presentes de manera pormenorizada su viaje por carretera desde Lisboa ante la imposibilidad de hacerlo en avión hasta Talavera la Real (Badajoz).

Con constantes bromas y en un tono amable, describió como en su viaje hasta Mérida se acordó “de las guerras napoleónicas, las batallas y las luchas” y se sintió “como sí estuviese invadiendo España desde Lisboa”.

También se acordó de que en América Latina “hay mucha sangre extremeña y muchos extremeños”, a los que calificó como “capaces, tenaces y luchadores”.

A la mañana siguiente, el mandatario cubano retomó su visita, pocas horas después de haber finalizado una cena en la que alabó los productos gastronómicos de la región, de los que destacó el jamón ibérico, que consideró “demasiado bueno como para no acostumbrarme” y “ese queso cremoso” (en referencia a la Torta del Casar).

En esta jornada, el presidente de Cuba visitó el Museo Nacional de Arte Romano y los restos arqueológicos del anfiteatro y del teatro romano, donde, según dijo, “se recibe una lección, que los tiempos pasan y ningún régimen es eterno”.

Maravillado con el patrimonio extremeño

En alusión a los Estados Unidos, su principal enemigo, como lo definió, Castro se planteó si “algún día quedarán una ruinas parecidas del imperio decadente” y se mostró “maravillado” e “impresionado” por los monumentos romanos.

“Nunca vi una reconstrucción tan creadora y admirable de la Historia y nunca aprendí tanto de Roma en tan breves minutos”, dejó escrito Fidel Castro en el libro de visitas del Museo, resumiendo así su recorrido de cerca de una hora por uno de los edificios más emblemáticos de Extremadura, realizado por el arquitecto Rafael Moneo y que recoge multitud de piezas de la época romana.

“Me llevo el recuerdo triste de haber estado tan poco tiempo”, sentenció Fidel Castro antes de marcharse a Madrid para continuar su visita en España, aunque en la capital extremeña no desaprovechó para referirse a cuestiones de la actualidad de entonces como la creación de un Tribunal Internacional Independiente o la detención del exdictador chileno Pinochet.