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A vosotras que os amáis. La evolución en una década

Cómo hemos cambiado. Hace sólo diez años vuestra unión no sería posible. No existiría. Sería casi un tabú. A muchos de los que acudirán el próximo sábado a vuestro enlace se les atragantaría nada más pensarlo. Dos mujeres casándose, pensando en tener una familia: de locos.

Porque hace apenas una década vuestro inicio de vida en común no tendría un respaldo legal. Y a pesar de que las leyes, el Derecho, en principio tienen poco de románticos, la Ley 13/2005 valida vuestro amor en el marco jurídico. Igual que os podéis casar ya en 18 países del mundo. El último en incorporarse, Irlanda, donde más de un 62 % sus ciudadanos os respaldaron.

En España, desde el 3 de julio de 2005 y hasta el pasado año se han oficiado casi 30.000 bodas entre personas del mismo sexo. Trescientas de ellas en Extremadura.

Me permito la duda razonable de preguntar qué hubiera ocurrido si en la España de hace diez años se hubiera sometido esta misma ley a referéndum, si la hubiéramos aprobado con todas esas manifestaciones apocalípticas y el machaconeo constante sobre el fin de la familia y casi de la civilización misma tal y cómo la conocíamos.

Por suerte, e irónicamente para bien, no se nos preguntó y España se convirtió en el tercer país del mundo en proporcionar un derecho que se torna natural en cualquier país democrático, y así ha venido ocurriendo en los últimos años.

Juzgar qué hubieran votado buena parte de vuestros invitados es conjeturar. Lo realmente cierto - y bello - es que mucha gente ha / hemos aprendido a lo largo de este tiempo a valorar otras formas de amar, que tras una legislatura en el poder el mismo partido que presentó un recurso ante el Tribunal Constitucional contra vuestras uniones no se ha planteado tocar esta misma ley, porque hacerlo además sería traicionar a una parte de la población que figura entre su electorado y entre sus propios cargos.

Esta vez, la ley fue por delante de buena parte de la sociedad. Esta vez la ley fue antes que la costumbre como fuente del derecho. Esta vez la ley nos ha enseñado que no existe ningún peligro en regular la relación entre dos personas adultas, que un niño puede ser feliz en una familia, sea cual fuera, siempre y cuando en ésta haya mucho amor.

Estoy segura que en la vuestra lo habrá. ¡Enhorabuena L y C!