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María Zambrano y la larga primavera de las misiones pedagógicas de la República en la Extremadura rural

Imagen de archivo de una de las misiones pedagógicas

Jesús Conde

“Llegamos a las cuatro de la tarde y tuvimos un recibimiento cordialísimo, ferviente, respetuoso (…) Nos esperaba una emoción imborrable y ciertamente inesperada… ”.

Estas son las palabras que escribió María Zambrano tras su paso por la localidad cacereña de Navas del Madroño en marzo de 1932. Encabezaba al grupo de intelectuales que llegó con las misiones pedagógicas.

Fue el primer destino de esta famosa filósofa y ensayista dentro de un proyecto al que se sumaron cientos de voluntarios. Aquella larga primavera trajo el primer contacto con la modernidad y la cultura a municipios en los que se trabajaba de sol a sol, y donde el porcentaje de analfabetismo era muy elevado.

En Navas María Zambrano coordinó el servicio de música y dejó una gramola como legado comunal. El bramido de los discos de pizarra siguió retumbando en la plaza. Las crónicas cuentan que las gentes de aquel lugar preferían los cantos populares, especialmente el flamenco, aunque descubrieron el placer por la música clásica con piezas como la Danza Macabra. También les cautivó La Dolores y La Danza de Anitra.

Cultura para el pueblo

Las misiones pedagógicas o escuelas viajeras se extendieron a lo largo de todo el país con la llegada de la II República. Nacieron con el afán de ilustrar a las clases más alejadas de las grandes ciudades y los núcleos de la cultura.

Más de 600 voluntarios se adentraron en los pueblos olvidados para dejar una ‘impronta’ imborrable. Escritores y maestros, periodistas, médicos o abogados, fueron algunos de los voluntarios que se enrolaron en el proyecto. Entre ellos María Moliner, Federico García Lorca, Antonio Machado, Maruja Mallo o Elena Felipe.

Su llegada a Extremadura fue un auténtico acontecimiento. El gentío les recibía con mucha curiosidad, ansiosos por ver qué podían hacer.

Las misiones no defraudaban. Traían bajo el brazo modelos educativos innovadores, rupturistas. Dirigían su mirada hacia personas que habían sido despojadas de todo acceso a las artes, y les abría una ventana de posibilidades.

Allá donde iban se repetían las proyecciones musicales. Las gramolas resonaban en lugares inhóspitos. El cine cogía movimiento por primera vez en las abruptas calles. Los lugareños contemplaban con admiración un invento desconocido. Cuentan que incluso algunos salían corriendo atónitos ante los efectos de imagen y sonido.

El teatro, entendido como una herramienta de transformación, estremecía las almas de un público entregado. Además pusieron a disposición de los pueblos cientos de colecciones de libros.

El descubrimiento de un tesoro

En 2006 las obras en el colegio del municipio de Navas del Madroño sacaron a la luz un tesoro inesperado. Detrás de una pared tapiada, dentro de un armario empotrado, aparecía una colección de libros y otros materiales sin mayor interés.

El destino es antojadizo y quiso que los documentos afloraran durante la visita de Federico Martín Nebras al centro, donde iba a impartir unas sesiones de cuentacuentos.

Este intelectual había compartido muchos ratos con María Zambrano en su vejez en Madrid y supo identificar de inmediato su valor. Acostumbrado a ver los sellos de las misiones descubrió con pasmosa impresión que se trataba de un ‘trocito’ vivo de la historia.

Así nació el centro de interpretación ‘Escuelas Viajeras’ de Navas del Madroño, que adentra al visitante en el relato de todas las personas ‘entusiastas’ que se fueron a la España profunda a ilustrar.

La idea es devolver al pueblo el material que le pertenece, según explica María Eugenia Macías, responsable del centro de interpretación.

Allí se conservan unos libros 25 en un estado excelente, que versan sobre temáticas muy diferentes. Hay desde cuentos hasta novelas o ensayos en los que se habla por ejemplo sobre la vida sexual.

Se suman medidas de capacidad, cuerpos geométricos y un detallado trabajo de documentación. También se puede visionar la película documental ‘Estampas’, que muestra el trabajo que las misiones pedagógicas fueron haciendo en los años de la República en los pueblos por los que pasó.

Las misiones en Extremadura

La escuelas viajeras llegaron a muchos de los rincones de la región. Se desarrollaron en la zona de Navas del Madroño, Garrovillas, y Salorino. Otra transcurrió entre Valencia de Alcántara y Navalmoral de la Mata. En el caso de la provincia de Badajoz es muy conocida la que llegó al entorno de La Zarza.

El historiador Fernando Ayala explica que el proyecto estaba estrechamente vinculado con teorías educativas progresistas del momento. Tenían su antecedente en la Institución Libre de Enseñanza que impulsó Giner de los Ríos y en los movimientos de renovación pedagógica. Su presidente fue Manuel Bartolomé Cossío, discípulo de Giner de los Ríos y responsable del Museo Pedagógico Nacional.

El concepto de misionero debe entenderse en el sentido estricto de la palabra, por el hecho de trasladar parte de la ‘civilización’, la cultura y la población al mundo rural, explica el historiador.

Las escuelas viajeras nacen con la llegada de la II República en 1931 en un momento ‘nefasto’ desde el punto de vista educativo, con unos 'elevadísimos' índices de analfabetismo. En el caso de Extremadura más del 50 por ciento de la población no sabía ni leer ni escribir, a lo que se suma un atraso enorme desde el punto de vista económico, por tratarse de una región periférica y eminentemente rural.

Supusieron una revolución en todos los sentidos. Luchaban contra el abandono escolar temprano e introdujeron el concepto de la coeducación. Destaca la construcción de más de 25.000 escuelas a nivel estatal y la 'dignificación' de la figura de los maestros.

Nacieron también los campamentos para muchos de los niños del mundo rural. Por primera vez salían de excursión fuera de sus pueblos, por ejemplo para ir a la playa.

Contagiar la cultura

Las misiones aportaron una base en cine, teatro, música, libros. Todo bajo el convencimiento de que la cultura otorga libertad.

Desde el centro de interpretación de Navas del Madroño cuentan que cuando las bibliotecas llegaron fueron los niños quienes animaron a leer a los adultos. “El resultado era que todos acababan con un libro entre las manos”.

Entre 1932 y 1935 fueron repartidas unas 200 bibliotecas en Extremadura, con un volumen de casi 20.000 ejemplares. Las memorias del patronato de las escuelas viajeras reflejan que entre los niños los autores preferidos eran Grimm, Andersen, Hoffmann o Perrault. Los adultos se inclinaban más por Pérez de Ayala, Cervantes y el 'Platero y yo' de Juan Ramón Jiménez.

El cinematógrafo fue el elemento principal en las actuaciones, el servicio que más gustaba e impresionaba a las gentes de esas aldeas y pueblos olvidados. Con ellos visionaron documentales, series sobre la historia de España, dibujos animados o consejos agrícolas.

A la variedad artística se sumaba el servicio de teatro y coro del pueblo. Ambos eran llevados a cabo por estudiantes universitarios que, de manera voluntaria, cantaban el folklore en coro o representaban obras del Siglo de Oro Español (teatro).

Otro de los servicios más llamativos fue el del Museo del Pueblo, por el que se trasladaron obras de gran importancia artística hasta los salones de los pueblos, para que los lugareños también pudieran contemplarlos. Las salas de colegios o centros culturales se ataviaron de manera elegante y pulcra para convertirse en una gran sala de exposición.

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