Aterriza en España el marinero gallego retenido 11 meses en Yemen
Pablo Costas Villar, el marinero gallego que estuvo retenido en Yemen 11 meses, ha aterrizado este viernes en España. Fue liberado el pasado domingo, pero primero fue trasladado a un hotel en Al Mukalla, cerca del puerto en el que estuvo atracado todo este tiempo el barco del que era capitán, el Cobija, y después voló a El Cairo, antes de subirse a otro avión hacia Madrid. Allí dio una ruenda de prensa en la que criticó al Gobierno español por su “complicidad” con los que promovieron lo que él considera un “secuestro”.
El marinero de Bueu (Pontevedra) llevaba desde finales de septiembre atrapado en Yemen, un país sumido en una guerra civil desde 2015. Fue apresado por la acusación de Australia de pesca ilegal, juzgado y condenado a tres meses de arresto. Pero un recurso de la Fiscalía paralizó el proceso para que él y el resto de la tripulación (una treintena de hombres procedentes de Perú, Indonesia, Namibia, Senegal y Rusia) pudiesen abandonar el puerto de Al Mukalla. En mayo, Costas pidió ayuda a la diplomacia española. La intermediación de representantes rusos logró que el único hombre de esa nacionalidad a bordo del Cobija lograse salor de Yemen.
El Ministerio de Asuntos Exteriores confirmó hace cinco días la liberación del marinero gallego y señaló que en las gestiones participaron las embajadas en Omán, Arabia Saudí y Egipto, además del propio ministro Albares. En Madrid Costas denunció la “injusticia” y el “abuso” cometidos con él y con sus compañeros: “Me tocó estar en un país donde la ley y el Estado están como desaparecidos. Después intervienen los consulados, el Gobierno de España, y yo tengo que acudir a ellos, y ¿qué encuentro? Encuentro una complicidad hacia las personas que promovieron este secuestro. ¿Por qué? No lo sé. Compromisos”. Cargó en concreto contra Australia, país al que acusó de “presiones ilegales y llamadas de noche a altos ministros” para decir que los tripulantes del pesquero debían ser “castigados”.
Costas relató la dureza de la situación que vivieron. A mediados del mes de agosto se quedaron sin víveres y lo único que ingerían era agua con azúcar. “Con mi salud casi acabaron, pero con mi mente no. Sí que soy una persona distinta. Tuve mucho tiempo de reflexionar. Me retuvieron un año y llevo casi dos sin pisar mi casa por motivos de trabajo, pero es igual, a mí la libertad no me la roban ningunos fascistas. Eso lo tengo claro”, manifestó.
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