Quien tiene culo, tiene miedo

Santiago de Compostela —

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Permítanme que me ponga sentimental en mi última bitácora de campaña y eche la vista atrás, a la que escribí hace casi dos semanas. ¿Recuerdan? Éramos unos niños, las elecciones iban a pasar casi desapercibidas, la Junta Electoral aún no se había decidido a abrir expedientes sancionadores al PP por no distinguir entre la publicidad institucional y la campaña por el voto, y Alfonso Rueda acababa de declinar participar en otro debate con los representantes de las otras fuerzas políticas, aunque, entonces, había enviado una adhesión.

El PP auguraba una campaña plácida, apelando al “sentidiño”, a la Galicia que a ellos les funciona y, en general, a todas las ideas-fuerza generadas por la agencia de publicidad que tanto nos da que hablar a Ismael Ramos y a mi. Del otro lado, el caos, la ensalada de siglas, el “barullo” que tanto repitió Rueda en el único debate al que fue, y que tanto repitieron los presentadores de la TVG al día siguiente de ese debate. De las propuestas del programa del PP no supimos mucho, porque, si Galicia ya les funciona, ¿para qué tocarla?

Pasó que la campaña se le torció del todo al PP: el “barullo” del resto de partidos que aspiran a gobernar la Xunta no pareció nada embarullado en el debate, las encuestas dejaron vislumbrar una posibilidad real de cambio, y ni siquiera los empresarios gesticulan demasiado ante un gobierno de coalición y se limitan a estar más neutrales de lo que acostumbraban a estar en otras campañas. No me pidan que les explique el movimiento de Feijóo anunciando en una comida con periodistas que había considerado la amnistía, y después diciendo que 16 medios de comunicación mentían sobre lo que les había dicho, porque no soy politóloga ni estratega de campañas electorales, pero a simple vista no parece lo mejor para centrar el debate en Galicia, ni en su candidato, que no es él.

Al final resultó que los de la estabilidad, el programa y el sentido común eran los otros, y era Alfonso Rueda el que no cabía en la foto (visto lo visto, ni en la de su propio partido). Así que alguien en el equipo de Rueda debió de decidir que, o embarran el campo, o quedan eliminados, y olvidados quedaron el sentidiño, la Galicia que funciona y la retórica Turgalicia sobre rías que besan el mar y rincones con encanto y tradición. La máquina de barro que es el Telexornal de la TVG empezó a dar noticias sobre la desaparecida ETA como si estuviésemos en 1989, y a vincularlas hábilmente con la opinión que los líderes del PP tienen del BNG, sin más contexto, reacciones a declaraciones de parte o asomo alguno de ética periodística, que para eso la tele es suya. Ana de Bande volvió a la carga en las redes con un vídeo que apela a los votantes del partido abiertamente fascista para parar al demonio con cuernos y rabo en el que intentan transformar a Ana Pontón. Supongo que en los dos días de campaña que quedan desde que escribo esto, el PP, La Voz de Galicia y la siempre fiel TVG subirán la apuesta y llegaremos a la jornada de reflexión teniendo que mirar en el váter antes de sentarnos por si hay un terrorista escondido dentro.

Debería terminar esta crónica explicando que las cosas están muy igualadas, que obviamente el PP tiene miedo de perder o no se pasarían la campaña dando bandazos, regando a los votantes con ayudas de última hora y sacando temas de hace 19 años de la chistera, pero lo que realmente me llama la atención es la facilidad con la que pueden poner toda esa maquinaria en marcha desde un despacho en San Caetano y la normalidad con la que todos los llamados a las urnas lo asumimos. Ellos tienen miedo porque saben lo que pueden perder el domingo. Y nosotros, ¿sabemos todo lo que hemos perdido en estos últimos 14 años?