Esperas de más de un año que convierten la terapia en ineficaz; trayectos que superan los 200 kilómetros (entre ida y vuelta) para media hora de sesión; toda un área sanitaria, la de Ourense (300.000 habitantes) donde sólo los niños menores de 6 años tienen “derecho” al servicio, ya que hay una única profesional para atenderla, o la “imposibilidad” da dar, en ningún punto de Galicia, las 20 horas de atención que necesita como promedio quien ha sufrido un ictus. Son algunas de las consecuencias de la escasez de plazas de logopeda en el sistema de salud gallego: sólo 37, lo que deja una media 73.000 personas para cada especialista. Una cifra que el Colegio Profesional (CPLG) propone triplicar de cara a 2030 hasta un simbólico centenar, con el convencimiento de que -además de las ventajas sanitarias para los afectados- supondrá un ahorro público de 5 millones de euros en días de hospitalización.
El coste de la propuesta 100 logopedas en 2030, según el estudio realizado por el CPLG, alcanzaría los 8.451.744 euros a lo largo de seis años. La incorporación de profesionales, sin embargo, permitiría reducir el gasto en hospitalización en 13.454.952 euros, sin contar otros beneficios indirectos. Para calcular esta cifra, los logopedas se basaron en los trabajos científicos sobre la incidencia que tiene la intervención del colectivo en la reducción de días de ingreso en las patologías más frecuentes: traqueostomía, ictus y, en el caso de los bebés prematuros, alteraciones de la succión o la deglutición. A esto se sumaría la prevención de hospitalizaciones de mayores de 75 años por casos de neumonía adquirida.
La neumonía es una de las complicaciones que amenazan a las personas con dificultad para deglutir. Puede acabar provocándoles su ingreso hospitalario o, incluso, la muerte, algo que, según dicen, sería evitable con intervención. Es “difícil de demostrar” que algo así haya pasado ya en Galicia porque, según el vicepresidente del Colegio, Javier Bueno, el Sergas (Servicio Galego de Saúde) “apenas ha recogido datos”. Sin embargo, afirma que existen suficientes estudios que relacionan los problemas para deglutir con las enfermedades respiratorias. “Sabemos que hay un porcentaje de población que no consigue solventarlos y acaba en un desenlace fatal”.
Esa zona gris afecta a muchos otros ámbitos de la actividad de los logopedas. Por ejemplo, las listas de espera. Son varias las áreas sanitarias en las que, según denuncian, no existe un registro público. “Sí que lo hay: en una carpeta, un excel... pero no se muestra”. Eso impide que los afectados puedan reclamar sus derechos “porque no hay una lista oficial”. Pero no sólo los pacientes desconocen lo que pasa. La primera reacción de los responsables del Sergas cuando se les presentó el estudio fue, según Bueno, la “sorpresa”. “Son sus propios datos, pero no los conocían”, aseguró. Ahora, se lo trasladarán también a los grupos políticos representados en el Parlamento autonómico.
Sanidade se ha limitado a contestar aludiendo a la reunión del pasado 20 de noviembre con el Colegio, un encuentro en el que se “comprometió” a constituir un grupo de trabajo para desarrollar un Plan de Integración Asistencial y una cartera de servicios específicos para esta especialidad. “El objetivo es definir un plan que permita establecer circuitos de coordinación y derivación ajustados a las necesidades específicas, así como el trabajo multidisciplinar para el caso de los pacientes ingresados”. La Consellería asegura que será ese grupo el que evalúe las necesidades y actuaciones que habrá que desarrollar.
La “magia” de las velas del sexto cumpleaños
En la presentación del estudio del CPLGeste lunes en un hotel compostelano tomó parte Belén Ferro, la única logopeda del área sanitaria de Ourense, quien confirmó que su trabajo se centra, tan solo, en la atención temprana a los niños de cero a seis años. “El resto -de los 300.000 habitantes del área- no tienen derecho a este servicio. Es como si no existiesen”.
Bueno asegura que esta situación hace que estén “ahogados por el día a día” y su trabajo se vuelve “frustrante”. Lo peor es la “duda” de si lo que hacen “vale la pena para algo”. “Cuando lo que deberían ser dos o tres sesiones por semana se queda reducida a una cada quince días o una al mes, pierde toda la eficacia”. El vicepresidente del Colegio pone como ejemplo el caso de los niños. Para ellos, tardar un año en iniciar la atención es un plazo “larguísimo” que puede provocar “muchísima pérdida y una capacidad de conseguir éxitos mucho menor”.
En el último lustro también han visto caer el tiempo de atención total a cada paciente. De las diez horas que podían destinarle de 2019 a las siete que hoy se pueden dar en A Coruña o las seis de Vigo. Como promedio, un caso de ictus agudo necesita una intervención de 20 horas, una cifra que “ahora mismo no es posible” alcanzar en ninguna de las áreas sanitarias de Galicia.
La consecuencia es una huida constante de los pacientes a la privada, algo que en ocasiones, ante la imposibilidad de tratarlos, recomiendan los propios profesionales. “Lo que me voy a gastar en desplazamientos me lo gasto en una consulta”, es una frase que han escuchado muchas veces de personas que tenían que viajar cien kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para una consulta.
Es el caso de Jaime Villar, un vecino de Cee, en la Costa da Morte, que debe desplazarse hasta A Coruña, a 115 kilómetros, para su sesión de media hora. “Entiendo que debería haber un logopeda en los hospitales comarcales o los centros de salud”. El desplazamiento, al igual que Olga, una vecina de Malpica en una situación similar -aunque en su caso la distancia sea de 60 kilómetro-, hace por su propia cuenta, ya que depender de una ambulancia le supondría mucha más espera.
Estos testimonios se proyectaron durante la presentación del estudiio. También el de Vanesa Martínez, vecina de Santiago. Su hijo recibió un diagnóstico en el que se le indicaba que necesitaba terapia ocupacional, fisioterapia y logopedia. En un mes estaba recibiendo las dos primeras pero tardaron “más de un año” en ser informados de que empezarían “pronto” con la logopedia. “Es bastante terríble que, estando las tres necesidades escritas en el mismo papel, en el mismo día y ante un mismo durísimo diagnóstico, se deje aparte la logopedia porque parece algo menor”. El dislate no acaba aquí. Cuando por fin lo llamaron tenía 5 años y medio, así que sólo pudo recibir tratamiento por medio año. Al cumplir los seis, dejaba de estar incluido en atención temprana. “parece que se entiende que al soplar las seis velas desaparecen los problemas, y no es así”.