El testimonio de las víctimas del Alvia provoca las lágrimas de la jueza: “Es la primera y ya estoy llorando”

Las víctimas del accidente del Alvia en el que murieron 80 personas y 145 quedaron heridas en julio de 2013 en Santiago han empezado a declarar en el juicio, que inicia este martes su parte civil. Los primeros testimonios hablan de un “daño irreparable” y de una herida que continúa abierta más de nueve años después. “Lo seguimos recordando y sufriendo día a día. No hay un día desde aquel 24 de julio que no te acuerdes de aquel accidente. Con el terremoto de Turquía vuelves a vivirlo. Es una pesadilla”, manifestó Cristóbal González, que viajaba a bordo del tren y es el representante de una de las asociaciones de víctimas, Apafas.

Los relatos de los afectados han llenado de emoción la sala. La propia jueza, Elena Fernández Currás, no ha reprimido las lágrimas con la declaración de una mujer que viajaba en el Alvia y su hija, que recordó las horas que estuvo sin conocer el estado en el que se encontraba su madre. “Es la primera y ya estoy llorando”, dijo la jueza. En total están admitidas las declaraciones de 522 testigos en esta fase del proceso, en la que se va a determinar la responsabilidad civil, una vez finalizada la parte penal.

Esta madre y su hija dijeron, en respuesta a las preguntas de su abogado, que es el de Apafas, que optaron por el tren porque les parecía un un medio de transporte “más rápido, más cómodo y más seguro” que el coche. La hija manifestó que el impacto en sus vidas ha sido tal que “no hay dinero que lo pague” o que compense “la impotencia” al ver a su madre con múltiples heridas tras dejarla en lo que consideraba que era “la mejor opción” de viaje. “No hay dinero que te dé un poco de paz”, concluyó.

Cristóbal González reveló en su declaración que se reunió con el maquinista del tren, uno de los dos procesados en el juicio, junto con el exdirector de seguridad de Adif Andrés Cortabitarte. El encuentro fue en Santiago y por mediación de sus letrados, dijo. También manifestó que le ayudó “en cierta medida” comprobar “el arrepentimiento y sufrimiento” del conductor. En este punto la jueza reprendió al abogado, uno de los que se encargan de la defensa del maquinista, por preguntar por esta reunión: “No es objeto de la acción civil sus relaciones posteriores al accidente o el contenido de las conversaciones”. “Le está acusando de delitos”, añadió.

González relató las lesiones que sufrió y sus secuelas, especialmente las psicológicas: “Esto no se supera con nada. Después de cuatro años con psicólogos y psiquiatras, al final desistes. Ves que no consigues lo que quisieras”. Él, militar retirado, estaba haciendo el camino de Santiago y ese día se subió al tren en Puebla de Sanabria con su bicicleta como único equipaje. Este martes ha contado que sigue guardándola, aún embalada y “llena de sangre” en su casa. Recordó los golpes de “hierros, cristales” y el “sufrimiento indescriptible, muy difícil de narrar” durante el descarrilamiento. Tras el accidente, dijo, Angrois se convirtió en “un verdadero infierno” en el que se escuchaban gritos y llantos de quienes estaban atrapados. Él, aun herido, pudo ayudar a otras víctimas.