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La expedición italiana en busca de canciones antifranquistas que la dictadura llamó “la Marsellesa de los borrachos”

Fotograma de 'La Marsellesa de los borrachos'

Daniel Salgado

20 de octubre de 2024 05:55 h

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Faia Díaz, cuya voz se aproxima al folclore gallego desde una perspectiva bella y radical, canta detrás de un vidrio. “Santo Cristo de Fisterra /santo da barba dourada / axudádeme a pasar / a negra noite de España”, dice la copla. Llueve. Llueve a menudo en este lugar, la isla de San Simón, en la ría de Vigo, que sirvió al fascismo como campo de concentración entre 1936 y 1943. La constelación de ecos que desata la secuencia es interminable: la reescritura antifascista de la tradición popular, poetas comprometidos, la geografía de una memoria menospreciada, aquella vieja y debilitada solidaridad internacionalista, el presente que se abalanza sobre el pasado y viceversa. Sobre estas y otras cuestiones trata La Marsellesa de los borrachos, una suerte de road movie documental tras los pasos de Cantacronache, un grupo de músicos y escritores izquierdistas italianos que, en el verano de 1961, recorrieron España para registrar el cancionero anónimo antifranquista. Es el primer largometraje de Pablo Gil Rituerto y se estrena este lunes, 21 de octubre, en la Seminci de Valladolid.

Aquella ruta se detuvo en Galicia, claro. Los expedicionarios llevaban el contacto del escritor Celso Emilio Ferreiro, que estaba a punto de publicar su emblemática Longa noite de pedra. Lo haría al año siguiente y confirmaría su condición de poeta resistente y uno de los más leídos de la literatura gallega. Su voz, él que era un conocedor experto del folclore, es una de las muchas que Cantacronache recopiló en cinta magnética en aquel viaje. Las de José Agustín Goytisolo, el de Palabras para Julia, o Jesús López Pacheco, autor del olvidado clásico socialrealista Central eléctrica, también. Y, junto a los intelectuales de la oposición, múltiples voces populares sin nombre que cantan y se explican y critican el estado de cosas bajo la bota franquista. Este material sonoro, un archivo hasta ahora inédito y depositado en Turín, constituye el corazón de una película delicada y emocionante en la que la historia y sus cicatrices atraviesan el tiempo y emergen en la España contemporánea. Las músicas de entonces reviven en los músicos de ahora, y en pantalla comparecen Maria Arnal i Marcel Bagès, Faia Díaz, O Leo, el Coro Minero de Turón, Nacho Vegas, Amorante o La Ronda de Motilleja.

Un archivo inédito en Turín

“Hace 10 años, al calor de 15M, investigaba en cómo habíamos llegado a ese lugar. Siempre me gusta ir hacia atrás y saber de dónde venimos”, relata a elDiario.es Gil Rituerto, hasta ahora montador para cineastas como Mercedes Álvarez, Marc Recha o José Luis Guerín, “y por una serie de casualidades empiezo a preguntarme cómo hacer un filme a partir de un archivo sonoro, dado que el de imágenes de la época era escaso y ya muy visto”. Casi al mismo tiempo, intervino el azar y, en una librería de viejo, encontró un volumen en su día mítico: la versión uruguaya de Canti della Nuova Resistenza Spagnola 1939–1961, publicado originalmente en 1962 por Einaudi. Fue así como Pablo Gil entró en contacto con la peripecia de Cantacronache, folcloristas y autores militantes con sede en Turín. “En el libro [resultado del viaje por España y que el régimen calificó de ”Marsellesa de los borrachos“, de ahí el título de la película] mencionaban que habían regresado a Italia con 9.000 pies de cinta grabadas y decenas de fotos”, cuenta el director del documental. Se puso a investigar. Y tropezó con una foto icónica, la de Margot Galante, una de los Cantacronache, guitarra en mano. “Me cautivó”, recuerda.

El siguiente paso lo levó a la Universidad de Sevilla, donde enseña el historiador Alberto Carrillo–Linares. En su despacho escucho por primera vez una copia de las grabaciones inéditas del 61. Carrillo–Linares, que ofrece su testimonio en pantalla, había publicado varios artículos académicos sobre los Cantacronache en España y había obtenido una copia del material. Ese día nació, definitivamente, La Marsellesa de los borrachos. “A través de Facebook, encontré los tres miembros vivos del grupo: Margot Galante, Lionello Gennero y Emilio Jona. Jona era responsable de un centro musical etnográfico y allí guardaba las cintas”, relata. Las vicisitudes para acceder se multiplicaban por momentos, pero finalmente Gil Rituerto lo consiguió. Inició entonces la construcción del filme. En medio del proceso asomaron nuevos tesoros, como las series de imágenes tomadas por Lionello Gennero y que constituyen parte fundamental del metraje. Galante y Gennero han, entretanto, fallecido. Jona vive. Pero La Marsellesa de los borrachos no es apenas un documental academicista sobre un episodio olvidado de la historia, lo que no sería menor, es también un pasaje entre dos mundos.

La dimensión política del folclore

La cámara de Gil Rituerto reconstruye el recorrido que los italianos realizaron en el verano de 1961. Que entonces entraron a Catalunya desde Francia y en Barcelona encontraron al poeta José Agustín Goytisolo. Ahora es su viuda, Asunción Carandell –muerta en 2022–, la que habla: “Los únicos que hacían algo eran los comunistas. Socialistas había pocos entonces”. Es como si respondiese a la voz en off que guía el documental, la de Emilio Jona, que va leyendo fragmentos del diario escrito en su día por los Cantacronache: “[Estos jóvenes] son alegres y confiados, pero da la impresión de que no saben muy bien qué hacer para librarse de Franco”. Solo unos planos después, las imágenes enfocan las protestas contra la sentencia a los encausados por el procés. Esa dialéctica entre la historia pasada y el presente puntúa La marsellesa de los borrachos. La exhumación de fosas de la Guerra Civil, un desfile militar en Madrid que el montaje combina con una versión de Los Cuatro Generales –“Madrid qué bien resistes”–, la victoria electoral de la neofascista Giorgia Meloni en Italia o la criminal política de fronteras de la Unión Europea, en este caso en Irún, dialogan con el rastro de la expedición de los Cantacronache.

Además del libro Canti della Nuova Resistenza Spagnola 1939–1961, en su día traducido a numerosos idiomas, los Cantacronache grabaron un elepé, también publicado por Einaudi, con versiones de algunos de los cantos recogidos. El disco se convirtió en clásico de la canción militante sobre todo en Latinoamérica. Leyendas de la canción chilena como Víctor Jara o Quilapayún recrearon algunas de esas piezas. “Sabemos que la fuente son los Cantacronache porque incluso reproducen los errores de transcripción”, señala Pablo Gil, quien en la película recurre a artistas contemporáneos para que encarnen aquel material. “Me interesaban músicos que trabajen sobre el folclore pero tengan en cuenta su dimensión política. No siempre ocurre así. También hablamos con algunos folcloristas a los que les incomodaba esta relación y se quedaron fuera”, expone.

Es precisamente O Leo, cantautor punk gallego que bascula entre Billy Bragg y Voces Ceibes (legendario colectivo de canción antifranquista), quien, en una secuencia grabada en Santiago de Compostela, explica el papel de Celso Emilio Ferreiro en toda esta aventura. Y un integrante de La Ronda de Motilleja, grupo de Albacete, el que se detiene en una de las claves del material reunido por Cantacronache: la forma inteligente y “picara” con la que voces anónimas escondían contenido antifascista en melodías populares. “Ya se fue el verano / ya llegó el invierno / dentro de muy poco / caerá el gobierno / que turururú / la culpa la tienes tú”, cantan entre guitarras, cavaquinhos y flautines El burro de la Tía Vinagres, justo antes de un emocionantísimo Si me quieres escribir. “Buscábamos el encuentro con lo desconocido. Al relacionarnos con los músicos, ellos mismos nos proponían lugares, por ejemplo”, dice. Y es así como Amorante canta y toca una trompeta estremecida en el caserío Txillarre, donde transcurrieron las conversaciones que desembocaron en el fin de ETA.

Tensión entre historia y relato

El caso es que la ruta de los Cantacronache por España –además de por Catalunya y Galicia, pasaron por Guadalajara, Asturias, Burgos o Euskadi– acabó en los juzgados. En los italianos. Canti de la Nuova Resistenza Spagnola fue secuestrado y su distribución, frenada. Manuel Fraga Iribarne, entonces ministro de Información y Turismo, editó La Marsellesa de los borrachos, subtitulado El libelo contra Franco y España, una antología de columnas de la prensa española oficial en que desacreditaban la obra con embustes y violencia retórica. Pero lo que había escocido en Italia era una copla antirreligiosa: “Al Santo Cristo de Limpias / dicen que le crece el pelo / lo que le crece es la polla / de darle por culo al clero”. Cantacronache ganó el juicio, por cierto, y los cantos de la nueva resistencia española se difundieron por el mundo.

La Marsellesa de los borrachos, la película, relata finalmente una historia y, sin embargo, no es, asegura su director, historiografía. “Los Cantacronache decían que el suyo era un acercamiento objetivo, que allí estaba la voz del pueblo español. Pero es evidente que hay una operación política, por supuesto. Esa tensión entre historia y relato existe. Nosotros preferimos dejar el mito, mantener cierta oscuridad”. Quién canta, quién modifica una letrilla popular, quién elige qué melodía tradicional, por qué los tiranos temen la música, qué dice esta de las formas en que se organiza el mundo. Sobre ello trató también aquella operación política de un aguerrido grupo de músicos y poetas de Turín, rescatar a los nadie y su manera de cantar contra una dictadura, y sobre ello trata también el documental de Gil Rituerto.

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