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Un Gran Hermano para cuidar a los mayores en su casa: el plan de la Xunta para solucionar el problema de la soledad de los ancianos

Una mujer utiliza un sistema de teleasistencia.

Beatriz Muñoz

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El sistema que desde hace décadas utilizan ancianos de toda España para avisar pulsando un botón de que algo les ha ocurrido y necesitan ayuda está dando paso a una multiplicación de dispositivos capaces de controlar a distancia si se están haciendo la comida a su hora habitual, en qué habitación de su casa se encuentran, cuál es su nivel de glucosa en sangre o si han salido a dar un paseo. Con cada vez más mayores, Galicia está buscando la forma de hacerles un seguimiento no presencial y de retrasar el momento de ingresar en una residencia o de mudarse de su entorno para recibir cuidados. Desde que empezó el año, casi todos los nuevos servicios de teleasistencia aprobados por la administración autonómica son de la modalidad avanzada, lo que quiere decir que no se limitan a un pulsador para casos de emergencia.

La tendencia es a que los dispositivos sean más inteligentes y, sobre todo, a que sean móviles. “La gente cada vez está mejor a mayor edad y anda más fuera de casa, pero le puede pasar algo. Aquí se pierde mucha gente”, expone el coordinador de Cruz Roja en Galicia, Joaquín Varela. Esta entidad gestiona con la Xunta este sistema de atención a distancia para mayores y dependientes. En la actualidad hay más de 7.500 gallegos con servicios de teleasistencia y la previsión del Gobierno gallego es llegar a 10.000 en la modalidad avanzada a finales de 2023. Para ello pide 14,6 millones de euros de los fondos europeos para la recuperación, los Next Generation. Este es uno de los pocos proyectos candidatos cuyo contenido se ha concretado. A estos usuarios se suman los que tienen algún sistema de alarma mediante un pulsador financiado por los ayuntamientos.

Los datos más recientes de la Oficina Europea de Estadística (Eurostat) miden la intensidad del envejecimiento de la población. En 2020 había seis provincias españolas con una media de edad superior a 50 y dos de ellas eran Lugo y Ourense. Las previsiones apuntan a que dentro de 30 años toda Galicia superará ampliamente esa marca. Los ourensanos se acercarán a la década siguiente: las previsiones son que en 2050 la media sea de 59,1 años. La Xunta ofrece datos desde otra perspectiva: uno de cada cuatro gallegos tendrá 55 años o más en 2024. Por ello, considera necesario elaborar planes para cuidar y para prevenir situaciones de riesgo ligadas a la soledad. En su propuesta, el Gobierno gallego indica que las soluciones deben “garantizar la equidad e igualdad de oportunidades”, en especial a los grupos considerados más vulnerables: los mayores que viven en entornos rurales, las mujeres mayores y las personas con discapacidad.

El coordinador de Cruz Roja destaca que la teleasistencia convencional, la del pulsador que daba aviso a una central a través de la línea telefónica de cobre, “ha protegido a millones de personas”, pero se está quedando obsoleta. Las alternativas que ofrecen la Xunta y esta entidad ahora son una básica, que consiste en un aparato fijo en casa, y tres avanzadas que integran esta y añaden otros dispositivos. El coste es de cinco euros al mes. Para quienes tienen buena salud y salen de casa, están las opciones de instalar un sistema en su propio teléfono móvil que le permitiría avisar en caso de necesitar ayuda y que localizaría dónde se encuentra. El sistema puede llevarse también en un reloj o en un móvil específico para este uso.

Varela explica otras situaciones frecuentes: cuando la persona tiene deterioro cognitivo pero mantiene cierto grado de autonomía, el dispositivo suele ser un reloj con cierre de seguridad. Esto permite o bien que un familiar dé el aviso si lo ha perdido de vista para activar el geoposicionamiento o bien programar una “geocerca”. Si la persona que lleva el reloj sale del radio fijado como seguro, el dispositivo envía una alerta.

Para los casos de personas que apenas salen de casa se opta por vigilar a distancia indicadores como los niveles de glucosa o la tensión y por una “domotización”. “Lo que más agradece la gente en nuestra experiencia son los sensores de gas y de humo”, señala el coordinador de Cruz Roja. La Xunta incluye en su proyecto el uso de la inteligencia artificial y el big data para identificar patrones y “anticipar situaciones de riesgo” a partir de los datos que el sistema obtiene con el seguimiento de los ancianos.

Hay una versión, que la Xunta no aplica ahora pero probó con 1.000 personas, que permite saber si alguien está en cama más tiempo del habitual, si come a la hora que debe o si ha salido a dar un paseo. Para ello se instalan sensores en todas las habitaciones que detectan dónde está la persona. Este tipo de sistemas son “más invasivos y más caros”, destaca Varela, que cree que son una buena solución solo en casos muy concretos. Además, opina que hace falta que algún allegado esté pendiente de los datos que generan para que sean útiles.

Todos estos sistemas, admite Varela, pueden suponer un problema de privacidad para quien los usa. Desde estas últimas opciones que localizan en todo momento al usuario hasta los dispositivos móviles que calculan su posición cada dos minutos. “Esto nos preocupa. Tratamos de que el rastreo se haga solo cuando generas una alarma. Hay que tener cuidado con eso porque la seguridad no puede tapar la privacidad”, argumenta. Relata que se han encontrado con casos en los que han localizado a usuarios en lugares que “seguramente no querrían que se supiesen”. “¿Hasta qué punto alguien quiere que otro sepa en todo momento dónde está?”, plantea.

El contacto humano

El coordinador de Cruz Roja en Galicia pone el foco sobre el aspecto humano de estos cuidados para ancianos y dependientes: “Meter más aparatos está bien, pero la gente necesita hablar y con la pandemia se ha visto”. En Galicia hay unas 126.000 personas de más de 65 años que viven solas. En este sentido, indica que tienen protocolos para prevenir el deterioro cognitivo y un programa contra la soledad no deseada. La entidad pacta con los ancianos con qué frecuencia los van a llamar y los trabajadores les preguntan cómo se encuentran y charlan con ellos. Luego anotan los datos para hacer un seguimiento. “La teleasistencia es una alarma, pero esto es compañía”, afirma.

También procuran que quien llame a cada persona sea alguien de un entorno lo más cercano posible. Dice que han tenido casos “muy curiosos” alguna vez que su centralita no pudo atender una llamada y la terminó respondiendo alguien de otra comunidad autónoma. La gente, expone, agradece no solo oír una voz, sino compartir referentes con quien le habla.

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