A la figura del pintor gallego Urbano Lugrís González (A Coruña, 1908 - Vigo, 1973) la acompaña el aura del bohemio que pasaba sus horas en los bares. Y en muchos de ellos ha perdurado el rastro de su presencia. El autor aceptó contratos para decorar varios locales y todavía en la actualidad se pueden encontrar obras suyas, sobre todo de la ciudad de A Coruña. En la Rúa Olmos, en el número 27, hay un edificio abandonado que preocupa por su deterioro y que guarda en su interior varios murales del artista, que corren el riesgo de desaparecer. No se conoce con exactitud su estado actual porque la propiedad, privada, está cerrada desde que dejó su actividad el último restaurante que la ocupó, y en el que se podía cenar sentado junto a una de las pinturas de Lugrís, con su característica temática marina.
El pasado mes de noviembre, la caída de unos cascotes de la fachada volvió a llamar la atención sobre el inmueble. El Ayuntamiento colocó unas vallas en la zona, pero sostiene que no puede intervenir más allá para tratar de proteger los murales, que están catalogados como patrimonio cultural por la Xunta. El más llamativo ocupa una pared y trozo de techo abovedado. Cuanto todavía estaba abierto el último restaurante que se instaló en el local, el Brasa y vino -antes estuvieron el Fornos o La Bottega-, ya se apreciaban daños en la pintura. Rodrigo Osorio, del colectivo In Nave Civitas que, junto con la asociación O Mural, se está movilizando para pedir que se protejan estos bienes, señala que estaban oscurecidos por años de humo de la cocina y el del tabaco -la obra es del 51- y que la humedad había desconchado la pintura en algunas partes.
Desde hace unos tres años, con el cierre del restaurante, no han podido volver a verlos. Por ese motivo, y porque les preocupa que los destrozos se extiendan rápido en un edificio en estado de abandono, estos dos colectivos presentaron en junio de 2021 un escrito al Ayuntamiento para que hiciese una inspección. No obtuvieron respuesta, dice Osorio, que expresa el temor de que el propietario quiera dejar que el edificio termine en estado de ruina para demolerlo -han dejado ventanas abiertas, apunta- y levantar otro. Con los recientes desprendimientos de la fachada, estas agrupaciones se dirigieron a los grupos políticos municipales para exponer el problema. El PP, Marea Atlántica y el BNG se han interesado por el caso.
Por su parte, el Ayuntamiento, gobernado por el PSOE, argumenta que no puede acceder a una propiedad privada sin que haya algún tipo de emergencia, como un incendio, y que trasladó a la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural del Gobierno gallego la situación. La respuesta, indican fuentes municipales, es que la Xunta tratará de ponerse en contacto con el propietario del inmueble. El gobierno local dice compartir la preocupación por los murales. La Consellería de Cultura se limita a señalar que los técnicos “ya están sobre este caso para actuar con la mayor diligencia”.
Rodrigo Osorio cuestiona que el Ayuntamiento no pueda hacer algo más, pero en cualquier caso señala que la protección con carácter general de los bienes culturales gallegos corresponde a la Xunta. Los murales están catalogados, una protección inferior a la que tienen las obras declaradas bien de interés cultural (BIC), pero que obliga a las administraciones a hacer labores de protección e inspección, dice. Otro de los murales que Lugrís pintó en la ciudad, en la sede del entonces Banco Hispano-Suizo, que luego fue la cafetería Vecchio, sí es BIC. Esta obra, Vista de A Coruña 1669, corrió otra suerte: ha sido retirada de su emplazamiento original y restaurada por Abanca, que la ha instalado en su sede de -también- la Rúa Olmos.
El informe de la Academia de Belas Artes
La preocupación por el deterioro de los murales de Lugrís ha llegado a la Academia Galega de Belas Artes. Su presidente, Manuel Quintana Martelo, explica que abordaron el asunto en el último pleno de 2022, en diciembre, y han acordado elaborar un informe que presentarán a las administraciones públicas. Les consta, dice, que el edificio está en “muy malas condiciones” y parece que el estado de los murales es “bastante calamitoso”. “Como órgano consultivo de la Xunta y de las administraciones, nos ocupamos de alzar la voz ante estas situaciones”, añade.
Los murales pintados por Lugrís son, según Rodrigo Osorio, muy delicados. No siempre utilizaba para estos trabajos los mejores materiales, apunta. Con motivos siempre relacionados con el mar y una influencia que algunos autores trazan en el realismo mágico, dejó varios murales en diferentes edificios. Se conservan sus pinturas en el número 10 de la Rúa da Estrela de A Coruña y en el 56 de la Rúa do Franco de Santiago de Compostela, ambos locales dedicados a la hostelería. También en la escuela de la iglesia de Vilaboa, en el municipio coruñés de Culleredo.
Osorio destaca que era un pintor valorado y bien pagado en la época. Por el mural que pintó para el Banco Hispano-Suizo le pagaron 50.000 pesetas. Rebaja la historia de que hacía algunas de sus obras a cambio de comer y beber en los lugares que decoraba. “Lo contrataban y le pagaban. Otra cosa es cuánto le durase o que se lo gastase de juerga”, asegura.