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Feijóo lleva al Parlamento gallego el empeño por imponer su voz en los debates de política estatal

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo.

Daniel Salgado

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Desde las elecciones catalanas del pasado 14 de febrero, Alberto Núñez Feijóo multiplica sus apreciaciones públicas sobre la política estatal y sobre lo que debe o no hacer su partido, el PP, para recuperar el pulso. La sesión de control del Parlamento gallego refrendó esta actitud: a la pregunta del BNG sobre la acción del su gabinete ante la epidemia de coronavirus, el presidente respondió desplazando el debate al 23F, las alianzas de los nacionalistas y el carácter supuestamente ejemplar de la Transición.

“Que, después del 23F, usted diga que estamos en contra del Parlamento sí que es bochornoso”, alegó Feijóo, después de que la líder del Bloque, Ana Pontón, criticase lo que considera su “desprecio a esta Cámara”. “Le gustaría cerrarla, pero como no puede, viene aquí a embarrar, para que no haya debate político ni se vean las alternativas”, había razonado Pontón. Debate político hubo, pero no sobre aquello por lo que había preguntado el BNG, sino sobre la defensa del extremo centro y algunos consensos políticos ahora en crisis a la que se lanzó el presidente de la Xunta. Siempre con el foco en Madrid y en la política española.

Su intervención llegó a pecar de cierto histrionismo e incluso se asomó a la extemporaneidad. “Señora Pontón, yo vengo aquí a defender la democracia, el Parlamento, la Constitución, el Estatuto y la Transición. Estoy orgulloso de ser un hijo de la democracia y poder votar cada cuatro años”, afirmó. Y nucleó sus ataques a la nacionalista en torno al manifiesto que el diputado del Bloque en el Congreso, Néstor Rego, susbcribió junto a fuerzas soberanistas como Bildu o Esquerra Republicana. “¿Cómo puede declarar que la democracia es un régimen y que el 23F fue una operación de Estado?”, se indignó.

El enfado ideológico de Feijóo incluyó algunas inexactitudes, como cuando comparó el discurso de Pontón con el de otros nacionalistas que pasaron por el hemiciclo gallego. “Ni el señor Quintana ni el señor Beiras pronunciaron algo tan bochornoso como régimen” para referirse al actual sistema político español. En el caso del segundo no fue así: su inflamada retórica tildaba al Gobierno central de “vasallos del IV Reich” o se refería al “régimen putrefacto de la II Restauración Borbónica bubónica”.

En todo caso, en el singular diccionario político del presidente gallego, las instituciones constituidas tras la caída de la dictadura no son un régimen ni pueden ser llamadas así. “Es la expresión soberana del pueblo español a favor de la democracia y en contra de la dictadura”, resumió. Y en ella parecen no caber las voces críticas, ya que, de haberlas, enseguida pueden convertirse en “el BNG más lamentable y radical de la historia”, aliado con “partidos que no condenan el terrorismo” -lo que resulta complicado, dado que es un requisito indispensable para que el Ministerio del Interior considere legal una organización política.

“Hace de Trump de Galicia”

Pese a que el asunto del debate quedaba varios kilómemetros atrás de los territorios por los que se adentró Feijóo, el presidente del Parlamento no lo llamó a cuestión. Ana Pontón lo intentó: “Yo pregunto por Galicia y usted responde con el 23F. Pregunto por la pandemia y responde con el 23F. Veo un presidente cada día más radical y más nervioso, que no respeta este Parlamento, monta lío”, le espetó, “y hace de Trump de Galicia para tapar su nefasta gestión de la crisis de la pandemia”. Las referencias de Feijóo a esta fueron mínimas, ya en el tramo final de su intervención de cierre y apenas para presumir de ser la comunidad “de la España peninsular con menos mortandad por 100.000 habitantes” y de la hipotética capacidad vacunadora del Servizo Galego de Saúde.

Su intercambio con el portavoz socialista Gonzalo Caballero había sido, sin embargo, menos bronco. Y desde luego más ceñido al tema de la pregunta: las rebajas de los peajes en la AP-9 y su transferencia a la Xunta. El debate se centró en dirimir, infructuosamente, las responsabilidades de PP y Partido Socialista en el hecho de que la autopista de pago que atraviesa de norte a sur Galicia haya conseguido extender su concesión privada hasta 2048.

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