En Santiago, todo el mundo sabe que la Plaza de Abastos es el segundo lugar más visitado de la ciudad, sólo por detrás de la Catedral. Y el jueves y el sábado, sus días grandes, sobre todo, en las naves dedicadas a la venta de pescado y marisco. Es en días como estos cuando Pablo Sueiro llega con su furgoneta. A sus 43 años, lleva ya 22, más de la mitad de su vida, vendiendo pescado procedente de la ría de Muros y Noia, con la de Arousa, la zona cero de la crisis de los pellets. Su empresa compra en lonja y distribuye a restauración o mercados -como éste- pero también vende a las grandes ciudades de España y a toda Europa, “especialmente a Alemania”. En su web de comercio online tiene incluso “algún tutorial” explicando cómo limpiar pescado. “Pero no es demasiado explícito, porque la gente es muy escrupulosa”. No han encontrado ni un solo pellet en el interior de los ejemplares que ha preparado desde que comenzó la llegada de bolas de plásticos a las playas. Y eso que, ante las preguntas de los clientes -sobre todo, de los de fuera de Galicia- asegura que están “más pendientes que nunca”.
“Notamos que nos preguntan más: si el pescado se está viendo afectado, si notamos algo... ”. Superado el pico de ventas y precios de las Navidades, ahora llega una etapa en la que hay mucha oferta y más barata. En su caso, venden sobre todo lubina y sargo, especies que, por sus hábitos, cree que “se pueden librar más” de la presencia de los pellets, aunque estos “están ya por todas partes”. “Fui un par de días a limpiar en Area Maior -la playa de Muros que da nombre a su empresa- y se ven. Es una realidad”.
Para Pablo, la clave es la necesidad de información, y si no la hay quiere pensar que es “porque, tal vez, aún no la tienen toda”. “La transparencia ya ves como es”, se lamenta mientras relata que la víspera lo grabó un equipo de la televisión vasca, la ETB. Cuenta que los periodistas le contaron que, pese a los acuerdos entre los canales autonómicos, “tuvieron que venir a Galicia porque no les estaban dando información desde aquí”.
Cree que estamos viviendo un “boom” sobre el vertido, potenciado por el momento preelectoral en el que “todo el mundo está nervioso”. Espera que los análisis de los pellets aclaren “en breve” la situación real y que no sea “tan extrema como se está diciendo”. “¿El plástico es un problema? Sí. ¿Llevamos muchísimos años con él? También. ¿Deberíamos tomarlo en serio y volcarse todo el mundo? Por supuesto”.
Pablo admite la “alarma” provocada por las fotos de peces con bolas de plástico en la boca, procedentes del vertido de Sri Lanka, y que han circulado en los últimos días -difundidas incluso por la Juventudes Socialistas-. Él, sin embargo, cita otras imágenes, mucho más recientes, “que tendrían que salir antes que esas”: el vídeo de la coordinadora en defensa de los cetáceos CEMMA que mostraba todo el plástico que sacaron del interior de una ballena varada en A Coruña.
Si el problema es antiguo, ¿se habían encontrado alguna vez con plásticos en el interior de algún pescado? “Me acuerdo de una vez, un ejemplar muy grande, un abadejo de 6 kilos y pico, pero fue algo muy puntual”.
En el puesto de Carlos, que lleva su nombre, recuerdan que sólo encontraron, alguna que otra vez, un resto de red o de sedal al limpiar algún pescado, y allí se preparan “cientos” de kilos a la semana. Él empezó con una batea de mejillón en Arousa y lleva ya más de cuatro décadas vendiendo pescado en la plaza compostelana. De momento, más allá de lo habitual en la época, no han bajado las ventas. “Pero, preguntar, preguntan”.
Para él es “normal” que sus clientes se preocupen cuando los políticos se tiran los trastos a la cabeza y “los científicos no se ponen de acuerdo”. “Uno dice que mueres si comes la bola, el otro que a las 24 horas los peces la expulsan”. Entonces, los compradores llegan con dudas: “no tendrán los plásticos” o “a lo mejor ya no los tienen, pero los comieron...”.
“Yo sé que los pescados no los tienen ni los comen” y refuerza su tesis con un ejemplo: “Si al pulpo le pones en la nasa algo que no sea cebo, no lo come. Son más listos de lo que piensa la gente. ¿Que puede entrar algo con el plancton cuando están así, con la boca abierta? Puede ser. ¿A las gaviotas, cuando picotean en la arena? También. Pero es que esas bolas las hubo siempre”. Y ellos, al menos, nunca las vieron dentro de un ejemplar.
“Lo que sí encontramos, cuando fue del Prestige, fueron las patas de la cigala, que venían con el chapapote ¿Y sabes que nos recomendaron de la Xunta? Que se las sacásemos”. Señala con énfasis su puesto. “Aquí, aquí nos lo dijeron los de sanidad y hubo que sacar patas y limpiar esas cajas blancas del chapapote que las dejaba negras”. Hoy, tiene claro cuál fue el motivo de aquella instrucción. “Llevaban tanto tiempo pagando y dieron tantas subvenciones que hubo que abrir (la pesca y el marisqueo). Pensaron que la cosa no iba a ser tan larga...”.
Otra crisis alimentaria, ésta en tierra, le sirve para explicar el actual estado de ánimo: “Si con las vacas locas, a mí me dicen que la leche está contaminada, me lo creo, porque no tengo ni idea. Pero el pescado sí lo conozco... ¡Vaya animaladas que están contando y la gente se lo cree!”. Él prefiere confiar en lo que escucha a “dos o tres patrones mayores, o al presidente de las cofradías, gente que saben muchísimo más que cualquier biólogo porque nacieron en el mar, son peces”. Y ellos, “que sí saben” dicen “que el pescado no tiene mal ninguno ni come plásticos”.
En la nave contigua, está el puesto en el que Manolo lleva 5 años trabajando. Antes estuvo casi veinte como marinero “en la ría”. “La de Arousa, claro”, contesta entre risas cuando se le pregunta en cuál. “Es que es 'la ría' por antonomasia”. Para él, la situación actual es de “calma tensa”. “Hay incertidumbre, un run run por ahí, no es que la gente aún lo explicite mucho. Entendemos que hay un problema pero aún estamos viendo cómo se van desarrollando los acontecimientos”. Hasta ahora, todo el pescado que ha visto está limpio. “El nuestro viene de Rianxo, de las zonas más protegidas de vientos y corrientes, y a lo mejor eso también tiene que ver”.
Al hablar de los pellets, no piensa primero en su negocio. “El principal miedo es que esto se convierta en un problema de salud pública” y, después, “de forma un tanto egoísta”, también le preocupa su economía. El descenso que nota estos días en las ventas “es algo cíclico y normal después de la Navidad; habrá que esperar para saber si hay otra causa”.
Es quien más insiste en la necesidad de un información “rigurosa” por parte de quienes “tienen que hacerlo: los científicos, con metodología y con verdades”. “Cuando te enfrentas a lo que sabes, lo afrontas de la mejor manera; cuando hay dudas, incertidumbres, medias verdades, no sabes cómo actuar”. Y también deja un mensaje para las autoridades: “me gustaría que se olvidasen del paternalismo, que es una costumbre en la gestión de este tipo de eventos, como ya vimos en otras ocasiones...”.
Para él, este problema “gravísimo” no puede ocultar otro, más global, como la gestión de residuos, “casi imposible de atajar si no hay voluntad real, no medidas cosméticas que sirvan para tapar cuatro bocas”. Para él, todo lo que no sea un “control exhaustivo del tráfico de mercancías” es “poner parches sin ir a la raíz del problema”. “Estamos en las mismas veinte años después del Prestige. Lo que se habla en la calle, a veces con más sensatez que en los foros políticos, es que no se están poniendo medidas. Todo se diluye en tramas casi mafiosas de aseguradoras y consignatarias donde te acabas perdiendo”.
Por eso, le gustaría que los representantes públicos usasen más la “prudencia”. “Es cierto que no podemos preocupar más a la gente” pero eso no le parece excusa para declaraciones como la del conselleiro do Mar -quien dijo que “nadie come el aparato digestivo de los peces”-, la conselleira de Medio Ambiente y, sobre todo, el patrón mayor de Muxía, con su defensa del “paro biológico” derivado de la marea negra o sus ataques a los ecologistas. “Es de juzgado de guardia, pero el problema es que es el sentir de muchos, un mantra que mucha gente va a empezar a repetir, como la catequesis”. Y señalando uno de los ejemplares que parecían observarnos desde el mostrador, concluyó. “Mira el tamaño de la boca de ese abadejo... ¿cómo no va a comer pellets?”.