El PSOE aborda su incierta candidatura a las elecciones gallegas con la vista puesta en Vigo
El pasado 22 de diciembre, dos días después de las elecciones generales, el alcalde de Vigo, Abel Caballero (PSOE), fue cuestionado sobre el resultado electoral. Uno de los titulares de la noche del 20-D en Galicia había sido que, apenas siete meses después de que el propio Caballero arrasase en las municipales viguesas, En Marea se convertía en primera fuerza de la ciudad en las votaciones al Congreso, superando a los socialistas en 11 puntos y más de 20.000 votos. “Lo que voten los ciudadanos de Vigo es estupendo, votaron lo que les dio la gana y lo hicieron muy bien”, sentenció el regidor, que a continuación llamaba a distinguir entre procesos electorales. En las municipales había habido un “hecho notable”, que “se llama Abel Caballero”. Y ese “hecho notable” parece llamado a condicionar en gran medida el futuro inmediato del atribulado PSdeG.
La victoria en las municipales convirtió a Caballero en uno de los referentes internos del PSOE ya no solo en Galicia, sino también en la estructura federal, donde ganó protagonismo con su nombramiento como presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias. Casi veinte años después de protagonizar un sonoro fracaso como candidato socialista a la Xunta en coalición con Esquerda Unida y Os Verdes ya es posible afirmar que se ha convertido, con matices, en una versión viguesa de lo que Francisco Vázquez fue durante los 90 en A Coruña. Su liderazgo local es incontestable y, además, sus buenos resultados han sido fundamentales para que la otrora inexpugnable Diputación de Pontevedra haya caído del lado del PSdeG -en coalición con el BNG-.
Estos “notables” hechos vigueses son imprescindibles para entender por qué ahora, tras el obligado paso atrás de José Ramón Gómez Besteiro en la carrera hacia las elecciones gallegas a causa de las imputaciones dictadas por la jueza Pilar de Lara, los cautelosos movimientos hacia la candidatura socialista a la Presidencia de la Xunta miran de soslayo hacia la ciudad olívica. En los últimos meses Caballero había venido apoyando abiertamente al todavía secretario general como candidato -“va a ser el próximo presidente de la Xunta”, llegó a afirmar- y su apoyo, precisamente, se convirtió en uno de los mejores parapetos de Besteiro ante los críticos que han venido tentando hilar una opción alternativa para las primarias, cuya convocatoria se ha venido dilatando en el tiempo.
La procedencia de esos críticos es dispar y entre algunos de ellos poca más unión ha habido -y hay- que su intención de conspirar frente a quien ahora no será candidato. El exsecretario general, Pachi Vázquez, el exministro y exsecretario de organización, José Blanco, o la teniente de alcaldía de Ferrol, Beatriz Sestayo, son algunos de los nombres que recurrentemente han figurado como miembros de esos cenáculos para tejer una alianza en la que el potencial candidato sería el exministro Francisco Caamaño. El que fuera titular de Justicia con Zapatero llegó a dejarse querer como candidato hace cuatro años, si bien despertaba más simpatías fuera que dentro del partido y ahora, recién incorporado a un relevante despacho de abogados, no parece probable que se disponga a dar una batalla tan incierta.
En este contexto, son todavía más las miradas que se dirigen hacia Vigo. La contundente intervención de Caballero en el último Comité Nacional del PSdeG, seis días antes de la renuncia de Besteiro a la candidatura, es el mejor símbolo de su capacidad de maniobra -los críticos con Besteiro llegaron a acusar al lucense de “cederle el poder” al vigués tras ese discurso-. La opción más próxima al regidor sería situar en el cartel electoral a Carmela Silva, presidenta de la Diputación pontevedresa. Aunque con una fuerza notablemente menor, otro nombre que ha regresado a las cábalas es el de María José Caride, también concejal en Vigo y conselleira de Política Territorial durante el gobierno bipartito de la Xunta (2005-2009).
Sea quien sea la persona elegida, uno de los criterios a tener en cuenta es que, ante un escenario sin mayorías absolutas, cualquier configuración de alternativa al PP tendría que pasar, a la luz de las encuestas, por un entendimiento entre el PSdeG y las fuerzas de En Marea. La beligerancia de Caballero hacia ese espacio político -y, muy especialmente, hacia los alcaldes de las mareas en A Coruña y Vigo- harían, a priori, más proclives a esas negociaciones a personas sobre las que el alcalde de Vigo tuvese menor influencia. Si este fuese uno de los criterios a ponderar ganarían enteros perfiles como el de Xoaquín Fernández Leiceaga, miembro del equipo al que se le ha encomendado coordinar la redacción del programa electoral, o el de Pilar Cancela, actual secretaria de organización del PSdeG, obviamente cercana a Besteiro y a quien desde Ferraz no se descarta como posible candidata.
Todas estas cartas forman parte de una baraja para jugar una partida en la que, en última instancia, el cálculo de los tiempos no está totalmente en manos de los propios socialistas. Si Alberto Núñez Feijóo decidiese un adelanto electoral sorprendería al PSdeG -como a En Marea y, en menor medida, al BNG- sin candidatura y esta se decidiría, muy probablemente, en el Comité Nacional y no en elecciones primarias. En este escenario el “notable” hecho vigués tendría, si cabe, todavía más peso en la decisión final.