El pueblo de Lugo gobernado por el PP donde los vecinos celebran la llegada de refugiados: “Antes éramos 3.500, ahora 3.626”

Daniel Salgado

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Hace prácticamente un mes que 126 migrantes procedentes en su mayoría del África subsahariana se instalaron en Monterroso (A Ulloa, Lugo). La iniciativa, que forma parte del programa humanitario del Gobierno central y que dirige la ONG Rescate, agitó la vida de la pequeña localidad, cuyo municipio tiene 3.500 habitantes y su capital, alrededor de 2.000. El alcalde, Eloy Pérez Sindín, del PP, se plegó a la estrategia de su partido y la cuestionó en público. No ha rectificado. Pero asociaciones culturales, equipos deportivos y vecinos se han volcado en mostrar solidaridad y ayudar a los nuevos habitantes del lugar. Han pasado las semanas y la respuesta del pueblo a la llegada de los refugiados ha trascendido. El diario inglés The Guardian reportajeó la bienvenida que les dispensó el modesto club de fútbol del lugar.

“Ahora son nuestro vecinos. Antes éramos 3.500 y ahora somos 3.626”, señala con lógica contundente y alejada de politiqueos Tatiana de Azevedo. Es la presidenta de la agrupación Falcatrueiros, que se dedica a la preservación y difusión del folclore gallego. Su labor también ha traspasado fronteras y alcanzado los informativos estatales: junto a otro grupo dedicado a la música tradicional, Entropía Folk, y a propuesta del colectivo que organiza cada agosto el conocido Festival Agrocuir, armaron la Foliada [reunión para cantar y bailar] do Encontro.

Sucedió a los pocos días de que los migrantes se registrasen en el único hotel del pueblo –el Ejecutivo delega en las ONG la búsqueda de recursos de alojamiento en la comunidad–. “Fue una manera de darles la bienvenida. Nuestras alumnas les enseñaron un punto de muiñeira y otro de xota y toda la plaza acabó bailando”, recuerda De Azevedo.

Aquella jornada ocurrieron otras cosas. “La foliada, a la que se acercaron además muchos vecinos, dio lugar a numerosas conversaciones muy interesantes”, señala. Detrás del colectivo de refugiados y de los perversos debates alimentados por la extrema derecha hay 126 historias particulares, entre ellas la de un periodista al que le gustaría dedicarse a ello en Europa u otro joven interesado en estudiar psicología. De momento, todos han iniciado el aprendizaje de español y se forman para optar a puestos de trabajo. Entraron en el Estado por la ruta canaria. La mayoría desde Mali –sacudida por un ya largo conflicto armado–, Senegal y Mauritania, pero no solo: también hay somalíes, nigerianos, marroquís o camerunenses. Muchos han solicitado asilo al Gobierno, un proceso burocrático largo, lento e intrincado. A partir de los seis meses en territorio español, pueden acceder a un permiso de trabajo. Los alojados en Monterroso llevan entre cuatro y siete meses. La resolución a las peticiones de asilo suele tardar más.

La Foliada do Encontro, en cualquier caso, tendrá continuidad. “Quedamos para una segunda vuelta”, relata Tatiana de Azevedo, “en la que sean ellos los que nos enseñen sus culturas”. Mientras, Falcatrueiros ha adoptado una decisión análoga a la que adoptó en su día la Sociedad Deportiva Monterroso, el equipo de fútbol: la agrupación de música tradicional se ha ofrecido a solicitar los locales necesarios para el colectivo y “hacer de mediadores” en las labores administrativas de ámbito municipal. El club deportivo puso a disposición sus instalaciones, donó ropa y otros materiales y les abrió las puertas de sus partidos en el campo municipal de Cerdeiriños. El primer encuentro de liga del grupo III de la categoría Primera Futgal, contra el Rácing Vilalbés B, arrancó con un saludo a los nuevos vecinos monterrosinos. Se saldó con la victoria visitante, 0–2. “Recordamos que nadie huye de su hogar por elección, sino por motivo de supervivencia o de mejorar sus condiciones de vida”, decía el comunicado de la entidad, firmado por su presidente, Balbino Martínez.

Silencio del alcalde

El tono y contenido del escrito del equipo, hecho público el 30 de agosto, contrastó sobremanera con los mensajes que, por las mismas fechas, emitían alcalde y su exiguo equipo de gobierno –gobiernan con tres de los 11 ediles del pleno debido a los desacuerdos en la oposición. “Denunciamos la imposición de esta nueva realidad sin un estudio de integración de estas personas”, afirmaba en la prensa local Eloy Pérez Sindín, el regidor, quien aseguraba además que había “una gran preocupación en el pueblo”. Ninguno de los consultados para este reportaje confirma tal extremo. “El alcalde formuló un escenario en el que parecía que llegaban 120 delincuentes a Monterroso”, denuncia Rafael García, portavoz del Partido Socialista en la corporación, “pero les salió mal. Está siendo un éxito, y Monterroso es un ejemplo de solidaridad y ayuda que incluso ha atravesado fronteras y tenido repercusión en medios de comunicación internacionales. Ha generado el efecto contrario al que pretendía”. Otras localidades gallegas han acogido migrantes –Becerreá y Monforte de Lemos, en la misma provincia, o Mondariz Balneario, en Pontevedra– pero no han acaparado tanto foco.

Este periódico ha intentado sin éxito contactar con Pérez Sindín para conocer su versión. “Yo puedo entender, en fin, que el alcalde confronte políticamente, pero una vez que estas personas están aquí, hay que aparecer en los actos y ayudar a a hacer la vida más amena a esta gente”, sostiene García. Vecinos y activistas se sorprenden de que el regidor no haya hecho acto de presencia. Preguntado por esta actitud, el presidente de la Xunta de Galicia y del partido de Sindín, Alfonso Rueda, dijo en la comparecencia posterior a la última reunión de su gabinete que no le constaba “ni la oposición frontal” del regidor a los migrantes “ni manifestaciones xenófobas” del alcalde, y que el ayuntamiento “está colaborando”. En esa misma comparecencia, Rueda alabó, en línea con el argumentario de Núñez Feijóo, la política migratoria de Giorgia Meloni, presidenta italiana de ultraderecha, sin atender a su contenido real: hostigamiento a ONG, violaciones sistemáticas de los derechos humanos.

“Todo el mundo está ayudando”, contrapone el concejal socialista, “la SD, Falcatrueiros, también el instituto o el colegio. Y se ha organizado una recogida de ropa”. Al final, García recurre a uno de los argumentos que emergen constantemente entre los vecinos de una comarca agroganadera y con un estimable sector servicios relacionado con el turismo rural: “Esto lo vivimos todos en Galicia. Mis padres emigraron a Suiza y estuvieron 15 años. Allí nació mi hermano. No deberíamos extrañarnos”.