Meteoritos de andar por casa: hay polvo del espacio oculto en tu tejado

Nuestro planeta es un lugar polvoriento. Cada día caen sobre la Tierra más de 100 toneladas de materia cósmica. Aún así, es muy difícil encontrar el rastro en las ciudades por culpa de la contaminación. Jon Larsen, profesor noruego y autodidacta científico, ha diseñado un sistema que permite reconocer el polvo espacial en cualquier parte. “Todo el mundo y con un equipo de menos de 100 euros puede encontrar estas increíbles y exóticas partículas del espacio, posiblemente en el tejado más cercano”, cuenta a HojaDeRouter.com.

Su proyecto Stardust enseña a los aficionados a analizar los diferentes minerales del suelo terrestre. Cualquiera puede dirigirse a la carretera más cercana y averiguar si las piedrecitas que se va encontrando pertenecen a escombros producidos por la contaminación o, por el contrario, son minerales que vienen de muy lejos.

Un día, mientras desayunaba, una de estas pequeñas esferas espaciales cayó sobre la mesa de la terraza de Jon Larsen. Desde pequeño le han apasionado los minerales y enseguida se sintió atraído por este diminuto y extraño trozo de roca. Decidió averiguar qué era. Así comenzó su aventura, en 2009, en una biblioteca de la universidad de Bergen (Noruega). Tras estudiar diversas investigaciones sobre la materia, concluyó que había una discrepancia entre la cantidad estimada de micrometeoritos y la premisa de que no era posible encontrarlos en las zonas pobladas del planeta.

“Hasta entonces se pensaba que era muy improbable, pero tras seis años de estudios y pruebas de todo tipo de partículas rocosas de diferentes partes del mundo, me las arreglé para superar el reto”, asegura. Tras confirmar el primer meteorito en febrero de 2015, Larsen ha encontrado más de 500.

Para afrontar el desafío de distinguir el material extraterrestre entre billones de partículas de nuestro planeta, ha construido, junto a su compañero Jan Kihle, una cámara que permite capturar en color y muy de cerca los micrometeoritos “como nadie los has visto antes”. Gracias a este artilugio, ha podido clasificar todo tipo de minerales esféricos que se pueden confundir con las pequeñas piedras del espacio.

Cuando decidió salir en busca de retales extraterrestres, Larsen se ganaba la vida como músico en un cuarteto de jazz. Durante las giras del grupo, cuando llegaban a estar fuera de casa más de 100 días al año, aprovechó para recoger tantas muestras como fuera posible, en todas partes: desde países europeos, España incluido, hasta lugares más lejanos como Estados Unidos, Malasia o Brasil.

“La gente comenzó a enviarme polvo de diferentes puntos del mundo”, rememora. En concreto, ha reunido ejemplares de más de 50 países, con representación de todos los continentes y de diferentes entornos: ciudades, desiertos, bosques, montañas…

Aunque a Larsen no le hacen falta más motivos que su propio entusiasmo para continuar con la caza, las partículas que encuentra pueden ser muy útiles para trasladar el laboratorio espacial a un terreno más accesible, la superficie terrestre, e investigar acerca de la creación del sistema solar y de la propia Tierra.

El experto en el área Matthew Genge, doctor en el Imperial College de Londres, ha trabajado junto a Jon Larsen analizando las muestras recogidas. Juntos certificaron una serie de minerales que son únicos en el polvo cósmico y tienen una composición diferente a las piedras terrestres.

“El polvo viene de los asteroides y de los cometas y nos ayuda a conocer el material del que están hechos. Los asteroides y los cometas se formaron al principio de la creación del sistema solar, antes de la constitución de los planetas. Por lo tanto, son un registro directo de la formación de sistemas planetarios como el nuestro”, nos cuenta el doctor Genge desde la capital inglesa.

El polvo espacial visto a través de una lupa

Con un sencillo equipo -un imán, un colador y una lente de aumento, mejor si se trata de un microscopio- se puede comenzar la captura. “Las partículas son tan pequeñas que no es fácil verlas a simple vista, pero cuando se ven a través del microscopio son realmente fascinantes”, cuenta Larsen.

En su libro ‘In Search of Stardust’, el primer atlas de micrometeoritos, explica cómo distinguir el material extraterrestre de los minerales de la Tierra y, sobre todo, de los escombros artificiales, como gotitas de masa fundida de chispas industriales o el propio asfalto.

Cuando se observa la polvareda del sistema solar a través de una lente de aumento, se aprecian sus extrañas formas, colores y texturas. Pero, a pesar de sus diferencias, es muy difícil averiguar detalles acerca de sus orígenes. Resulta que esta misteriosa belleza no viene de tan lejos, sino que se forma en nuestra propia atmósfera. “Químicamente hablando, son muy homogéneos, sin elementos exóticos. La variedad se crea cuando los micrometeoritos chocan contra la atmósfera a una velocidad 50 veces más rápida que la bala de un rifle. Entonces se derriten, se cristalizan y el viento los erosiona, hasta que al fin caen a la Tierra”, explica.

El autor, quizás por moverse entre el arte y la ciencia, trabaja al revés que la comunidad científica. Su primer objetivo es la divulgación: ha aparcado su carrera musical y se ha concentrado en impartir conferencias en varios países, al tiempo que publica sus resultados y sus descubrimientos a través de las redes sociales. “Los científicos no suelen leer libros de divulgación científica. Tampoco siguen proyectos en Facebook. Pero, por el otro lado, la gente corriente no lee las publicaciones científicas”, argumenta.

Un ‘hobby’ que también practican los españoles

El noruego no es el único cazador de micrometeoritos. En España, la campaña Stardust tiene pendientes de analizar miles de muestras que han enviado aficionados de todos los rincones del país.

José García, director del Museo Canario de Meteoritos, coordina la campaña y trabaja para implicar a todos los ciudadanos posibles. El año pasado, por ejemplo, la Agrupación Astronómica de Ibiza (AAE) encontró cerca de 2.000 micrometeoritos sobre la superficie de la isla balear.

A diferencia del proyecto noruego, la iniciativa española destina casi todos sus esfuerzos a buscar en zonas con la mínima contaminación. “Nos centramos en zonas de campo y, sobre todo, salimos a buscar después de que llueva porque el agua limpia la atmósfera”, nos cuenta García.

Lo difícil no es la búsqueda, sino el análisis que viene después. “Es fácil recuperar los micrometeoritos; el trabajo tedioso viene al estudiar las muestras. Hemos conseguido muchísimas y todavía hoy se están analizando”.

Preguntado por la fascinación que despiertan estas partículas en científicos y aficionados, el director del museo canario alude a la particularidad del propio material. “Estamos hablando de polvo muy primitivo y antiguo que puede tener hasta 4.500 millones de años”, sentencia. “Es polvo de asteroides, el primer polvo que se formó en la nebulosa solar”.

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Todas las imágenes de este artículo son propiedad de Jon Larsen