La gran patada al diccionario: las prisas e internet lo están poniendo en entredicho
Hace unas semanas, el equipo que edita el diccionario Oxford, el diccionario por antonomasia de la lengua inglesa, anunció que su próxima edición incluiría la palabra 'woke'. Hasta ahora, 'woke' era el pasado del verbo ‘wake’, que significa despertar; ahora, la definición recoge un uso muy extendido: “[Estar] Alerta a las injusticias en la sociedad, especialmente al racismo”.
La palabra, sin embargo, ya había aparecido dos años antes en el Urban DictionaryUrban Dictionary, un diccionario online que recoge muchos términos de amplio uso entre los internautas o que pertenecen al registro coloquial de la lengua inglesa. En 2015, el Urban Dictionary definió 'woke' de la siguiente forma: “Una referencia a cómo la gente debería estar al tanto de las noticias”.
El diccionario Oxford eligió como palabra del año de 2016 el neologismo “posverdad”, un vocablo extendido en los medios de comunicación españoles, sobre todo en artículos de opinión. A finales de junio, el director de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, anunció que la palabra posverdad se incorporaría al 'Diccionario de la lengua española', en una actualización de la vigesimotercera edición. Si ya parece asumida por la principal autoridad del idioma de Cervantes, ¿por qué esperar estos meses?
Por los diccionarios también pasa la revolución de la tecnología. Además del mayor uso de las versiones digitales, gracias a ella los lexicógrafos (las personas encargadas de su estudio) agilizan su elaboración. Y todo esto también trae nuevos ritmos de trabajo: la aparición de nuevas palabras que calan rápido en la sociedad obliga a replantearlos o a preguntarse si hay otros diccionarios que suplan las prisas que algunos usuarios tienen.
“Parece que la impresión que tiene todo el mundo, incluidos los que hacemos diccionarios, es que realmente van a servir para menos, sobre todo en papel”, explica a HojaDeRouter.com Celia Villar, lexicógrafa y miembro de Fundéu, la Fundación del Español Urgente. “Lo que pasa es que hay mucha gente que se resiste a internet, a los medios digitales… y siguen utilizando el papel. Pero claro, lo de internet se impone”. A la vez, los lexicógrafos se benefician de los medios que proporciona la Red “para rastrear palabras, para tener documentos a golpe de tecla… La verdad es que ahora mismo los diccionarios se encuentran en este proceso entre dos mundos, entre el mundo en papel y el mundo digital”.
A diario, la Fundéu resuelve las dudas de miles de españoles, realiza propuestas sobre nuevas palabras que surgen o recuerdan la norma de la lengua española. Es lo que ha pasado con posverdad: fue palabra del año para Oxford, la Fundéu se hizo eco de ella y la definió, explicó… Se ha usado más en los medios y, como hemos dicho, el próximo mes de diciembre será incluida en la próxima edición del diccionario. “En este sentido, sí que tiene nuestra labor una función, a lo mejor, agilizadora del lenguaje”, valora Villar.
Diferentes ritmos
Kelvin Corlett es editor del Oxford English Dictionary, especialmente de las palabras relacionadas con ciencia y tecnología. Este diccionario lo elabora Oxford University Press, una editorial de la Universidad de Oxford que también edita libros de texto (es muy probable que hayas estudiado Inglés con alguno de sus manuales). Según explica Corlett a HojaDeRouter.com, el equipo publica una nueva actualización del diccionario cuatro veces al año, “una cada tres meses; sin embargo, estamos trabajando entre bastidores añadiendo nuevas palabras y actualizando el contenido existente”. Corlett asegura que el ritmo trimestral de actualización es el ideal para mantener el equilibrio “entre velocidad y calidad”.
Además, internet permite al equipo del Oxford “compartir nuestro trabajo y colaborar con terceros”, explica. Hay tantos datos sobre la lengua inglesa y su desarrollo histórico ya digitalizados que la editorial tiene una API para que los desarrolladores trabajen con ellos.
Aunque el 'Diccionario de la lengua española' es el más relevante para el castellano, hay otros que usan sus propios criterios para incluir acepciones, como el 'Diccionario de uso del español' de María Moliner, el Vox o el ‘Clave’ de la editorial SM. Estos son diccionarios de uso, es decir, que recogen las palabras o definiciones que más se utilizan en el momento de su publicación, lo que obliga a una actualización más permanente. “Envejecen mucho antes y lo ideal sería que estuvieran en línea”, explica Villar.
Los ritmos para incluir nuevas palabras varían con cada diccionario. Depende de si los autores requieren el consenso de otras instituciones, como sucede con las diferentes academias de la lengua española, o van por libre, como le pasa al Oxford o a los comerciales españoles. También, los diccionarios en línea manejados por un equipo pequeño pueden operar de manera más rápida.
Jorge Diz es miembro del Observatorio de Neología de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Trabaja ahora en dos proyectos sobre actualización de diccionarios, uno para el Institut d’Estudis Catalans, en el que proponen palabras nuevas para introducirlas en su diccionario, y otro en el que investiga qué influye para que entren en ellos. Cita a HojaDeRouter.com el ejemplo del diccionario de gallego Estraviz, impulsado por el lexicógrafo Isaac Alonso Estraviz: “Se mueve a una velocidad tremenda. Lo lleva un grupo más pequeño de personas, entonces es mucho más rápido”.
Un ejemplo. En 2016 comenzó a extenderse la palabra ‘porcoril’ ('cerdolí' en español) para denominar al cruce entre los jabalíes y los cerdos vietnamitas que surgió cuando los dueños de los segundos los soltaron en los montes y estos comenzaron a aparearse con la especie autóctona. La palabra, además, se popularizó en la prensa gallega por las denuncias de los vecinos que se encontraban a los cerdolíes en los campos de la región. La comisión del Estraviz se reunió y adoptó la definición enseguidaadoptó la definición.
Aunque la lengua gallega cuenta con el diccionario normativo de la Real Academia Galega, en el Estraviz, explica Diz, las decisiones son más rápidas y no hay tanta vacilación a la hora de incluir, por ejemplo, una palabra que se usa en una zona muy pequeña de Galicia. “Cuando tienes un grupo más pequeño y no tienes una responsabilidad social como la del DRAE, que tiene esa figura preeminente en la sociedad, te puedes mover mucho más rápido, porque estás mucho menos constreñido”, explica. Lo mismo le pasa a diccionarios como el Oxford o el María Moliner. Al final, “depende un poco de la gente que lo hace, pero sin duda se puede ir más rápido”, concluye.
Tal vez los ritmos del Oxford, el Estraviz y el 'Diccionario de la lengua española'’ no pueden compararse. “También es verdad que otras empresas editoriales que hacen diccionarios quizá no tengan la labor de investigación lexicográfica, histórica, del calado de lo que se hace en la Real Academia”, puntualiza Villar. Aun así, los tiempos de esta son “completamente anacrónicos ahora mismo, porque entre una edición y otra pasan 14 años, y ahora mismo la lengua en 14 años cambia muchísimo”.
La RAE se pone las pilas
Quizá por ello en las academias de la lengua española trabajan para que los ritmos cambien. Las nuevas tecnologías han traído consigo unas herramientas básicas para diseñar los nuevos diccionarios: los corpus electrónicos, bancos de datos de acceso inmediato con millones de ejemplos de usos de las palabras.
En el caso del diccionario de las academias españolas son el CREA y el CORPESCREACORPES. “Son millones y millones de palabras que están almacenadas en la memoria de las computadoras”, cuenta a HojaDeRouter.com Guillermo Rojo, catedrático de Lingüística Española en la Universidad de Santiago de Compostela, académico de la RAE y director del CORPES. “Nos permiten recuperar con facilidad, con rapidez, con comodidad, todos los determinados ejemplos de una determinada palabra”. En el CORPES hay 225 millones de formas ahora mismo, de todos los países en los que se habla español: textos periodísticos, guiones, obras de teatro, conversaciones transcritas… “Hace 40 años nadie podía pensar en la posibilidad de tener un recurso de este tipo”.
Con estos corpus, el trabajo de los lexicógrafos ha dado “un giro copernicano”: ya no es necesario leer una novela, hacer una ficha sobre una palabra y guardarla en un cajón, algo que Corlett también recuerda en el caso del Oxford. Ahora es posible saber cuál es la frecuencia de uso, en qué países se dice... Cualquiera, además, puede acceder a estos corpus si están en línea, como es el caso del CREA y del CORPES.
La vigesimocuarta edición del 'Diccionario de la lengua española', que las academias están preparando, “es la respuesta a los nuevos tiempos”, explica Rojo, una discusión que ya se planteó cuando apareció la actual vigesimotercera. El peso de los procesos digitales ha sido tal que ha producido “una renovación y una revolución”. Así, la vigesimocuarta, aún sin fecha de aparición, tendrá “una nueva planta”: ahora se está decidiendo cómo estará organizado, cuál será la estructura… Y el cambio más importante de todos: será nativo digital; cada entrada tendrá mucha más información que los lemas en papel, gracias a la intertextualidad.
Mientras tanto, para que no se quede obsoleto en estos tiempos, se mantiene la vigesimotercera con cambios anuales. Esta versión, que vio la luz en 2014, tendrá un ritmo de actualización anual, según explica Rojo. En diciembre aparecerá la siguiente, esa en la que se incluirá posverdad. Ahora mismo ha terminado el proceso de respuestas de las academias hermanas para llegar a un consenso. La próxima actualización está prevista para diciembre de 2018.
Rojo, que recuerda que la RAE tiene desde 1998 el servicio de Español al día para responder con rapidez a dudas, cree que la introducción de nuevas palabras y los ritmos para hacerlo depende del carácter del diccionario. El de la RAE y sus compañeras no es como uno comercial, “porque las academias tienen una misión normativa”, y ve “difícil” que se pueda ir más deprisa: “No estamos hablando de un diccionario cualquiera. En un diccionario que no tenga el carácter académico la decisión la toman los equipos de lexicografía, ellos tienen su jerarquía”.
Para él, la cuestión es si las recomendaciones de las academias sobre las palabras que están apareciendo se pueden hacer públicas “con más proximidad a lo que está sucediendo, es decir, que no haya que esperar un año a que todos los acuerdos estén formalizados y se pueda poner el resultado de esos acuerdos en la página web, porque ya es una decisión en firme”.
En el caso del 'Diccionario de la lengua española', todas las academias tienen que estar de acuerdo en la introducción de las palabras y en el número de acepciones o definiciones. La española, que centraliza estos procesos, elabora unas propuestas y las envía a las otras academias, que realizan observaciones que después se estudian.
Ritmos y futuro
Sobre los ritmos de trabajo, Villar piensa que “si una palabra se usa mucho, no se entiende que no se incluya inmediatamente, que todo el mundo pueda consultarla en la versión en línea”. Sin embargo, detrás de cada palabra hay un largo trabajo: “Hay palabras que a uno le cuesta mucho investigar y saber cómo tiene que definirlas, rastrear todo el uso que hay…”
Definir, por tanto, es casi un trabajo de artesanos: “Es acotar el significado, todos los posibles usos y hacerlo bien, de una manera clara, concisa y no ambigua”, un proceso que no se puede hacer de un día para otro si la definición pretende ser duradera. “La inmediatez, a veces, provoca o es casi sinónimo de algo efímero”, puntualiza.
Diz se pregunta por las alternativas de diccionarios españoles que sí procuren reflejar los ritmos de internet. Le extraña que no haya surgido un equivalente en castellano de Urban Dictionary, “de forma espontánea, digamos del pueblo [...], como un punto de contrapeso, como un diccionario más de los jóvenes, por decirlo de alguna forma”. Con conciencia de que no es el diccionario de referencia, “pero tampoco sin querer usarlo, con esa idea de contracultura”.
Según la opinión de Villar, “los diccionarios siguen teniendo un papel importante, porque la gente les atribuye un papel importante también. No dejan de ser sitios en los que buscar, en los que uno siempre espera encontrar lo que está buscando y lo que necesita”. Eso sí, matiza, “lo que pasa es que no siempre se busca en el diccionario en el que se debe buscar”.
Para Rojo, estos manuales seguirán teniendo mecha en el futuro: “Habrá diccionarios de todo tipo. Cada diccionario tiene unos objetivos que pueden coincidir o pueden no coincidir con los objetivos que tenga otro”: históricos, para escolares… Sí cambiarán, en su opinión, “la recogida de material, la profundidad a la que se puede trabajar la facilidad con la que se será posible hacer modificaciones…” Corlett, por su parte, también cree que las nuevas tecnologías facilitarán la publicación del contenido para diferentes usos: “Será un recurso mucho más rico y más versátil para cualquiera que trabaja con el lenguaje”.
Los nuevos tiempos obligan a ello. Y, como recuerda Rojo, “el diccionario no se termina nunca; siempre hay que revisar”.
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Las imágenes son propiedad, por orden de aparición, de Pixabay y Kelvin Corlett