Tocayos de la élite: así viven los Mark Zuckerberg y Tim Cook que no son ricos
Si Mark Zuckerberg gestionara su cuenta personal de Facebook viviría una auténtica pesadilla. Posiblemente recibiría cientos (si no miles) de peticiones de amistad diarias, su bandeja de entrada estaría plagada de mensajes de admiradores y ‘trolls’ y la plataforma le avisaría constantemente de que intentan acceder a su perfil desde otros dispositivos.
Lo sabemos porque nos lo ha contado Mark Zuckerberg. Pero no el Mark Zuckerberg que ha comprado WhatsApp y vive en una mansión de Palo Alto, sino el Mark Zuckerberg abogado. De Indianápolis. La vida digital de este letrado estadounidense es un infierno de notificaciones y malentendidos. Llamarte como el multimillonario fundador de un gigante de internet pasa factura.
“Siempre había pensado que yo era el único Mark Zuckerberg porque es un nombre bastante inusual, pero lo busqué en Google y vi que había otro”, relata a HojaDeRouter.com el jurista, experto en casos de insolvencia y quiebra. Así encontró la fotografía de un adolescente sentado sobre una cama. Era Zucky, pero “todavía no había ido a Harvard y por supuesto no había inventado Facebook”, aclara.
Por aquel entonces no le llamó mucho la atención. Había un chico que se llamaba como él, muy bien. ¿Y qué? Los problemas vinieron cuando su tocayo creció, fue a la universidad y creó una plataforma a la que se unieron miles de millones de usuarios. Corría el año 2009 cuando al abogado se le ocurrió abrirse una cuenta en la red social, como ya habían hecho muchos de sus conocidos y sus hijos adolescentes, pero en su caso no iba a ser tan fácil.
“Tuve que enviarles documentación de todo tipo para demostrarles que realmente me llamo Mark Zuckerberg”, afirma. Hizo llegar a las oficinas de Facebook copias del carné de identidad, del de conducir y de su partida de nacimiento, junto con otros papeles acreditativos, antes de que le dejaran tener su perfil. Todo para que se lo cerraran un año después sin avisar: “Lo borraron porque aseguraban que no era quien decía ser”, cuenta el abogado. Los medios se hicieron eco de su curioso caso, le dedicaron reportajes y noticias que informaban sobre las tajantes medidas de la red social. Ante lo que se le venía encima, la plataforma decidió restituir su página personal.
Con ella también regresaron las constantes notificaciones y alertas que le advierten de que alguien, a saber quién, ha intentado acceder a su cuenta desde otro dispositivo. “Recibo 200 o 300 peticiones de amistad al día”, dice Zuckerberg. Reconoce que al principio contestaba a muchos de los privados, pero ahora son tantos que se ha visto obligado a desistir. Hace poco decidió unirse a Facebook Messenger y tuvo que desinstalar la 'app' enseguida porque la gente no paraba de mandarle mensajes pensando que era su tocayo multimillonario.
“Llaman a mi oficina y algunos consiguen hablar conmigo, piensan que han escrito mal el número o que se han equivocado”, explica. Y eso que, aparte de su web corporativa, el abogado mantiene una página en la que aclara el entuerto: se llama IamMarkZuckerberg.com. La idea se le ocurrió a uno de sus trabajadores, el encargado de gestionar la promoción ‘online’ del despacho, después de que a su jefe le cerraran la cuenta en la plataforma.
No dirijo Apple ni he conocido a Steve Jobs
El periodista Tim Cook también ideó una estrategia para poner sobre aviso a los internautas. “Cambié mi biografía cuando Tim Cook [el de Apple] se convirtió en CEO de la empresa”, cuenta el redactor jefe de la sede occidental de la Agencia de Prensa de Canadá. Su perfil en Twitter reza como sigue: “No soy ese Tim Cook. Yo ya era Tim Cook antes de que ser Tim Cook fuera guay”. Pero aún hay más Tim Cooks en la red social: desde entrenadores de hockey hasta expertos en marketing. Muchos, como él, advierten de que no tienen nada que ver con la manzana mordida.
Según el editor, su profesión complica las cosas, pues le obliga a colocar en su cuenta el tic azul que verifica que es oficial. “Mucha gente lo ve y piensa que soy el hombre de Apple, sin fijarse en que él tiene millones de seguidores más que yo”, indica. Como su perfil es público cualquiera puede enviarle mensajes instantáneos, así que recibe muchos DM de lo más variopintos dirigidos a su tocayo.
Los emisores le hablan de productos que acaban de lanzar, se quejan sobre sus dispositivos –“una persona me envió una foto de su cargador fundido”, recuerda−, le preguntan por ofertas y aparatos gratis y le piden trabajo. Todo ello en diferentes idiomas. Por desgracia, también se ha encontrado más de una vez con insultos homófobos (el CEO de Apple ha anunciado abiertamente su homosexualidad).
“Algunas veces he contestado a la gente para advertirles de que se han equivocado de tipo”, afirma el periodista canadiense. Lamenta desilusionar a sus confundidos admiradores por no ser la persona que les gustaría, pero no le queda más remedio que abrirles los ojos. “Me pregunto si les habrá dado un vuelco al corazón al ver que Tim Cook les ha respondido, solo para darse cuenta luego de que solo soy yo”, afirma.
Otros le mencionan en sus tuits como si fuera el director ejecutivo de Apple. “Un hombre de San Francisco me etiquetó cuando participaba en una bronca en Twitter”, recuerda divertido. “Sus amigos ‘techies’ comenzaron a burlarse de él diciendo que probablemente sus opiniones no le importaran demasiado a un editor de Edmonton”.
Pero las consecuencias de las equivocaciones no siempre le hacen gracia: en una ocasión estuvo a punto de cerrar su cuenta porque el periódico ‘The Times of India’ le etiquetó en una publicación confundiéndolo con su tocayo. “Las menciones estaban fuera de control”, asegura Cook.
Aunque Zuckeberg no lo considera un perjuicio grave, la coincidencia le afecta negativamente tanto en el terreno laboral como en el personal. “La gente intenta buscarme en Google, pero aparezco como en la quincuagésima página de resultados porque él es muchísimo más popular”, explica el abogado. Así, pierde muchos clientes potenciales que naufragan en un mar de enlaces y nombres antes de llegar a la web del jurista.
Un suceso que le causó algún que otro sobresalto tuvo lugar el diciembre pasado, después de que el CEO de Facebook, en un alarde de generosidad motivado por el nacimiento de su hija, anunciara que iba a donar parte de su fortuna a obras sociales. Como pasa a menudo, la noticia mutó en internet hasta convertirse en un bulo: quienes siguieran una absurda cadena de mensajes que circulaba por la Red, recibirían 4,5 millones de dólares en acciones de la empresa. “La gente empezó a contactar conmigo para que les diera el dinero”, rememora Zuckerberg. Hubo quien consiguió su número personal y le acosaba a cualquier hora. “Me llamaban a las tres de la madrugada, despertándome, para pedirme el premio”, prosigue el estadounidense.
Ahora mismo, Mr. Zuckerberg
A pesar de los desmentidos y enfados posteriores, compartir nombre y apellidos con un personaje famoso tiene sus ventajas. Puede ayudarte a conseguir una reserva para comer o un paseo en un coche de lujo sin ni siquiera pedirlo.
En una ocasión, al abogado Zuckerberg le prepararon una mesa exclusiva en un restaurante, al lado de una ventana y con botella de champán incluida. En otra, durante un viaje a Las Vegas, llamó para cambiar la hora de una reserva para cenar. “Claro, Mr. Zuckerberg, tenemos una mesa especial reservada para usted, puede venir cuando quiera”, le dijeron por teléfono. En ambos casos, quienes le esperaban se llevaron un chasco. En Las Vegas tuvo que esperar, como el resto de mortales no multimillonarios. “Todo el mundo me atendió con honores hasta que vieron que se trataba de mí”, ríe el abogado.
En un aeropuerto se encontró a un hombre elegantemente vestido que le esperaba sosteniendo un cartel con su nombre y apellido justo al final de las escaleras mecánicas, mientras una limusina aguardaba en la calle. La gente se paraba, señalaba al chófer y se disponía a ver aparecer al CEO de Facebook. Cuando Zuckerberg se acercó al susodicho y le confirmó que él era la persona que buscaba, los curiosos se dispersaron rápidamente. “Conseguí un paseo en limusina, pero el conductor estaba muy desilusionado”, cuenta.
Tras vivir situaciones de este tipo, Zuckerberg ha decidido omitir su apellido cuando se presenta en público para evitar bromas y malentendidos. Pero a pesar de todo, ni a él ni a Cook parece importarles demasiado tener unos tocayos ricos y famosos, ni que los confundan constantemente con ellos. “Estoy seguro de que tenemos algún antepasado en común porque no creo que haya muchos Zuckerberg por ahí”, bromea el jurista. “Todo el mundo dice que soy una versión más mayor de él, aunque yo no lo creo”. Cook se pregunta cuántos de sus seguidores en Twitter se deberán al malentendido, pero no lo considera un problema, sino una divertida coincidencia.
Hay otros muchos casos aparte de los suyos. Un político republicano llamado Bill Gates se ha presentado como candidato a supervisor en el condado de Maricopa (Arizona) en las últimas elecciones. Hay un Justin Bieber en Orlando que nunca se ha subido a un escenario y una Julia Roberts, responsable de la web Theotherjuliaroberts.com, que no aparece en ninguna película. Frank Sinatra posee varias funerarias en Westchester. Las casualidades existen: internet solo las hace públicas.
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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de TechCrunch, iphonedigital y Mark Zuckerberg