En España comenzamos a conocerlos allá por 2009, aunque en el resto del mundo ya eran famosos algunos años antes. Podríamos decir que los cigarrillos electrónicos son un invento del siglo XXI, y, al decirlo nos estaríamos equivocando. Sus orígenes se confunden entre patentes, inventores y empresas, sobre todo estadounidenses. Un nudo lleno de vueltas y revueltas que la abogada estadounidense Camille Higham, especializada en patentes, ha intentado desligar. Para ello, ha analizado esa confusa historia cuyo origen se remonta a la década de los 60.
“Como en cualquier ámbito de innovación, la línea de tiempo para las patentes del cigarrillo electrónico es compleja”, explica Higham a HojaDeRouter.com. Sin embargo, hay una cosa que parece indudable: la andadura de este singular artilugio comienza con la patente estadounidense número 3.200.819patente estadounidense número 3.200.819, que Herbert A. Gilbert presentó en 1963 bajo el título “Cigarrillo sin tabaco y libre de humos” ('Smokeless Non-Tobacco Cigarette').
El inventor lo define como un objeto que no causaría daño en los dedos ni molestia para el usuario, y que proporcionaría “un medio seguro e inofensivo para fumar sustituyendo la quema de tabaco y el papel por aire caliente, húmedo y aromatizado”. También como un artilugio que permitiría ser utilizado para curar enfermedades respiratorias y para “inhalar medicación caliente que llegaría directamente a los pulmones”.
La patente también sugiere añadir fragancias al vapor, para frenar el deseo de fumar cigarrillos tradicionales. El sabor artificial a whisky escocés era una de sus sugerencias.
Después de esa patente, la cronología de las siguientes “no es necesariamente lineal”: son muchas las innovaciones que van teniendo lugar de forma simultánea en diferentes partes del mundo (aunque casi todas parten de los Estados Unidos).
Entre 1963 y 1984, aún eran escasas las patentes relacionadas con cigarrillos electrónicos que hacían referencia a la de Gilbert. Es en los años 80 y a principios de los 90 cuando muchas empresas, especialmente tabacaleras, se hacen eco de su invención. A partir de entonces, el número de solicitudes de patentes de cigarrillos electrónicos “ha aumentado considerablemente y los candidatos son más que variados”. En todo este periodo, son 170 las patentes que citan al pionero y las que añaden alguna novedad a los cigarrillos electrónicos o algunas de sus partes.
“Antes de que se hicieran conocidos los cigarros, alguien vio un claro potencial en este campo, pero ¿quién y con qué propósito?”, se pregunta Higham. Son en su mayoría empresas del sector farmacéutico, que buscan soluciones para dejar de fumar o tienen la intención de hacerse un hueco en el nuevo mercado.
Fue allá por el año 2001 cuando la farmacéutica Alexza Pharmaceuticals empezó a comercializar el sistema Staccato, concebido como un producto para la vaporización e inhalación de medicamentosStaccato y para tratar enfermedades agudas e intermitentes. Son 28 las patentes relacionadas con estos cigarrillos que hacen referencia a la farmacéutica. “Aunque su creación no está directamente vinculada con los propios cigarrillos electrónicos, la técnica que emplea sí lo está”, afirma la abogada.
Después de ella, 66 solicitudes de patentes hacen referencia a la gran tabacalera Philip Morris - responsable de marcas como Marlboro. Su famoso cigarrillo electrónico es el Markten, que utiliza una tecnología “que distribuye el calentamiento de forma fluida gracias a su sistema eléctrico”. Explica Higham que esa tecnología sale de la patente 6.994.096, solicitada por los inventores Ali A. Rostami y Susan E.Wrenn en el año 2003, y cedida posteriormente a la tabacalera.
Esa patente, a su vez, hace referencia a una anterior (la 5.093.894), de 1989, que hablaba de un elemento alimentado eléctricamente gracias a un calentador lineal. Ese dispositivo, obra de Seetharama C. Deevi y Francis M. Sprinkel, estaba concebido para integrarse en un aerosol, vaporizador o inhalador.
Después, la tabacalera Reynolds American - una de las principales competidoras de Philip Morris, propietaria de Winston y Camel, entre otras marcas - presentó hasta diecinueve solicitudes de patentes que hacen referencia a la de Gilbert. Diez de ellas fueron registradas entre 1988 y el año 2000, y han hecho posible su cigarrillo electrónico VUSE.
Ya en 2012, la compañía Lorillard comercializó los blu eCigs, aunque el año pasado Reynolds American firmó un acuerdo para adquirir la empresa y con ella su tecnología. NJOY también comercializó los suyos, pero asegurando que nunca entraría a formar parte de una empresa de tabaco. En sus documentos no hace referencia explícita a patentes anteriores, aunque sí se fija, evidentemente, en la experiencia de otros.
Las empresas de más reciente creación parecen basarse en una patente (la 20.130.247.924 de Mark Scatterday y Craig Weiss), presentada en 2012, que describía un cigarrillo electrónico de configuración flexible y suave. Según el documento, el objetivo era producir una sensación muy similar a la de los cigarrillos reales y que, a pesar de esa flexibilidad, fuera suficientemente resistente para proteger los componentes internos.
¿Por qué tantas patentes para un mismo producto?
Explica la abogada que, en este tipo de productos, es habitual que el cliente aprecie problemas de fabricación, por ejemplo “un calentamiento elevado que te queme el dedo o ineficiencia a la hora de inhalar el vapor”. También puede ocurrir que un usuario encuentre alguna carencia o busque algo que ese cigarrillo electrónico no ofrece, como “un sistema para su fácil limpiado o para hacerlos reutilizables”.
Además, para algunas empresas, tener en el bolsillo determinadas patentes puede ser una forma de agregar valor a su compañía. Si a eso le añadimos que el coste de solicitarlas es mucho más bajo que el de desarrollar el producto en sí, fabricarlo o distribuirlo, casi cualquiera puede tener una. “Puedes tener una y luego dejar la creación del producto a otra persona”, explica la abogada.
Higham explica que, en Estados Unidos, este tipo de cigarrillos aún no se han regulado de forma plena como con los tradicionales. Además, el coste de entrada en el mundo del cigarrillo electrónico “es relativamente bajo en comparación con la industria tradicional”. Esto hace que el sector siga siendo impulsado por empresas pequeñas e incluso de manera individual. “Hay suficiente demanda y la industria está todavía en evolución, así que cualquier solución o variación innovadora será recompensada”.
La abogada también cree que las innovaciones y la evolución de las patentes y “dependerá del camino político que alcance este sector, pero también de los estudios sobre salud que se publiquen a partir de ahora”. En el país norteamericano, de momento, están más aceptados que los tradicionales, tal vez “porque aún es demasiado pronto para conocer los efectos que pueden provocar en nuestra saludefectos que pueden provocar en nuestra salud”.
Aunque ya tienen décadas a sus espaldas, sigue siendo demasiado pronto para predecir si esos cigarrillos tendrán un lugar permanente y dominante en el mercado. “Los cigarros normales todavía tienen un apoyo fuerte, por lo que es difícil de imaginar que cualquier producto similar pueda suplantarlo en un futuro próximo”, sentencia Higham.
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