Filantropía. Según el diccionario de la Real Academia Española, “amor al género humano”. Un amor que, en la práctica, se traduce en las aportaciones que individuos, familias o empresas realizan a organizaciones sin ánimo de lucro. Un dinero que hace posible que fundaciones, asociaciones o instituciones que persiguen fines sociales puedan alcanzar las nobles metas para las que fueron creadas.
En el mundo de los gigantes tecnológicos, el filántropo por excelencia ha sido y sigue siendo Bill Gates. Volcado en esta práctica desde el año 2000, fecha en que nació la famosa Fundación Bill y Melinda Gates, el dinero que el magnate y su esposa destinan a la institución aspira a alcanzar objetivos como erradicar el hambre en los países en desarrollo o brindar una educación digna a los estadounidenses que no pueden acceder a ella.
No obstante, el fundador de Microsoft ya no es el único magnate solidario que procede del sector tecnológico. Según Philanthropy 50, el 'ranking' de donantes que cada año elabora el medio estadounidense The Chronicle of Philanthropy, la suma destinada a entidades sociales aumentó un 27.5% en 2014, gracias a las aportaciones de la familia Gates pero también a las de jóvenes empresarios novatos en lo que a actividades filantrópicas se refiere.
Un nuevo estilo
Tienen menos de cuarenta años, una larga coletilla de ceros en su cuenta bancaria y aspiran a cambiar el mundo. Jan Koum (cofundador de WhatsApp), Sean Parker (primer presidente de Facebook) y Sergey Brin (cofundador de Google) forman parte del selecto club de jóvenes empresarios de la tecnología que se han colado en la lista de los cincuenta mayores filántropos de Estados Unidos.
Koum ha destinado 496 millones de euros (unos 553 millones de dólares) a Silicon Valley Community Foundation, una asociación que trabaja para mejorar la educación, la integración o la seguridad económica de los menos afortunados del famoso 'valle'. La misma entidad a la que fueron a parar los 446 millones de euros (unos 500 millones de dólares) de Nicholas y Jill Woodman, de 39 y 38 años, la pareja fundadora de GoPro.
La contribución de Sean Parker también ha sido significativa. El empresario ha colocado 490 millones de euros (unos 550 millones de dólares) en la fundación de su familia, mientras el cofundador de Google, Sergey Brin, repartía unos 341 millones de euros (383 millones de dólares) entre Ashoka, una organización sin ánimo de lucro que entrena a emprendedores sociales, y Tipping Point Community, que intenta erradicar la pobreza en el área de la Bahía de San Francisco.
Los mencionados son solo cinco de los doce filántropos tecnológicos que encontramos en la lista, cuyas donaciones representan el 47% de los 8.743 millones de euros que los multimillonarios estadounidenses han destinado a causas sociales en 2014. Según los expertos, la principal peculiaridad de estos nuevos donantes es que, a diferencia de los filántropos tradicionales, están muy pendientes de cómo se emplea su dinero.
“Tienen una mentalidad muy distinta porque no simplemente desarrollan una institución, sino que intentan aprovechar sus capacidades y habilidades para hacer nuevos proyectos”, cuenta a HojaDeRouter.com Catalina Parra, cofundadora de la consultora de filantropía Philantropic Intelligence. Según Parra, los nuevos filántropos abordan las donaciones como si fueran una inversión más, exigiendo un retorno. En otras palabras, esperan que las actividades que desarrollan las entidades sociales con su dinero salgan adelante y cumplan con su objetivo.
En esta apreciación coincide Lester M. Salamon, autor del libro 'The New Frontiers of Philanthropy'. Según este experto, la nueva generación de filántropos - como los tradicionale - crea fundaciones o bien cede a otras ya constituidas parte de su capital, pero además se interesa constantemente por el impacto real de su dinero y pretende obtener un beneficio.
“Todos estos empresarios han sido emprendedores y quieren también traer esa manera de hacer negocio a la filantropía, un estilo muy diferente a cómo lo solían hacer otros”, explica el estadounidense.
Inversiones de impacto
Según Economistas Sin Fronteras, la inversión de los jóvenes filántropos se caracteriza por una alta implicación con la organización, una financiación adaptada a cada causa social, donaciones que se realizan varias veces al año, un apoyo no financiero - ayudando a crear, por ejemplo, un buen equipo de trabajo -, así como el control del esfuerzo que se realiza desde la fundación.
Sirvan como ejemplo los 5 millones de dólares (unos 4,5 millones de euros) que Sean Parker destinó en 2012 a la plataforma 'Stand Up to Cancer', que cuenta con uno de los mejores equipos de científicos del mundo dedicados a investigar la enfermedad.
Invierten en fundaciones, pero también en emprendedores sociales. Según nos cuenta Parra, los jóvenes filántropos suelen invertir el dinero que genera su empresa en otras compañías, “y con ese dinero que se retorna se invierte en una empresa social”.
Es el caso de Dustin Moskovitz. En 2011, el cofundador de Facebook invirtió 13 millones de euros en la compañía de inteligencia artificial Vicarious, y se comprometió a que los beneficios que obtuviera irían a parar a su fundación. Como señalan en Compromiso Empresarial, “se trataría de una inversión financiera y social a la vez, por el papel positivo que la tecnología de Vicarious podrá jugar en la sociedad del futuro”.
A pesar de la gran cantidad de dinero que donan los magnates del mundo de la tecnología, el capital que se destina a causas sociales en Estados Unidos resulta aún escaso. De acuerdo con Salamon, solo el 10% de los ingresos que obtiene una organización sin ánimo de lucro proviene de las donaciones individuales, cuya cuantía también es menor de lo que cabría esperar (algo menos del 2% de la renta media estadounidense). “Todavía el dinero de la filantropía es muy pequeño, no es tan masivo como parece”, afirma el experto. “Es una cantidad buena, pero no arrolladora”.
Aún así, la potencia norteamericana encabeza la lista de los veinte países con mayor actividad filantrópica del mundo, según el último informe del Índice de Donaciones Mundial ('The World Giving Index'). Es también el único país presente entre los diez primeros puestos de las tres clasificaciones del índice: el primero en porcentaje de habitantes que ayudan a un desconocido, el quinto en horas de voluntariado y el noveno en donaciones a ONG.
Y tiene a los magnates de la tecnología. Salamon admite que los empresarios del sector son los que más dinero aportan a las causas sociales. Su obsesión es cumplir objetivos que valen su peso en oro.
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