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Pronto tu cargador será inalámbrico: ¿ha llegado la hora de cortar el cable?

Cargador inalámbrico Charging Orb para Nexus 5

Pilar Chacón

Estás sentado en el autobús, escuchando música y hablando con un amigo por Whatsapp, cuando una llamada te sorprende. El departamento de recursos humanos de una de las multinacionales más grandes del país alaba tu currículo y desea concertar contigo una entrevista de trabajo. Te ofrecen el puesto de tus sueños. De repente, un pitido. A tu móvil sólo le queda un 4% de batería. Agoniza y se apaga. Adiós a la llamada. ¡¿Por qué me habré dejado en casa el maldito cargador?!

El cargador, ese accesorio del móvil al que no damos importancia alguna cuando adquirimos un teléfono, pero que se torna en una pieza salvadora en momentos como éste. La historia hubiera tenido un final feliz si hubiéramos tenido uno a mano. “Sí, claro, pero ¿dónde lo hubiéramos enchufado?”, os preguntaréis. Fácil. En ningún sitio.

Bienvenidos al mundo de la carga inalámbrica. La evolución del salvador del móvil que ya es común en Japón y que comienza a tener tirón en los Estados Unidos. Una superficie cuadrada en la que apoyas tu teléfono y esperas a que esté listo para volver a utilizarlo. Sin cables, sin enchufes...

¿Cómo funciona?

En lugar de usar un engorroso cable para conectar el cargador a un enchufe, el teléfono se coloca encima de una plataforma. Esta plataforma contiene una bobina que transmite la energía hacia otra bobina, insertada en el móvil, mediante inducción magnética. Es decir, a través de un campo magnético.

“Tan sólo hay que acercar el móvil a una distancia suficiente a la plataforma para que el proceso de carga se inicie”, explica a HojaDeRouter.com Cristina Fernández Herrero, investigadora del Grupo de Sistemas Electrónicos de Potencia de la Universidad Carlos III de Madrid. “Lo ideal es que el móvil esté posado sobre la plataforma, porque así se favorece la recepción del campo magnético y se optimiza el proceso de carga”.

Compañías como Nokia, LG o Samsung ya comercializan móviles compatibles con este tipo de cargador. Sin embargo, se vende por separado y únicamente los terminales adaptados pueden utilizarlo. “El móvil debe venir preparado con un sistema electrónico adicional que permita captar el campo magnético generado por la plataforma y procesarlo para generar los niveles de tensión adecuados”, señala la investigadora.

El precio tampoco es una ganga. “Dependiendo de la marca, encontramos cargadores entre 30 y 40 euros. Son más caros que los normales y hay móviles que lo permiten y otros no”, explica Emilio Castellanos desde Alser Informáticos, distribuidora de componentes de informática y cargadores.

Por ejemplo, Nokia ofrece placas de carga entre los 39 y 89 euros. Asimismo, el teléfono también debe disponer de una carcasa para que la plataforma ponga en marcha la carga. Nokia las vende por 20 euros. “[La carcasa] permite esta forma de carga para los dispositivos Nokia Lumia 925, 820 y 720; por su parte, el Nokia Lumia 920 viene con posibilidad de carga inalámbrica de serie, por lo que no es necesaria la compra de dicha carcasa, pero sí del cargador”, comenta Anna Luisa Martínez desde Nokia España.

Un poco de historia

Aunque suene extraño, el concepto de carga inalámbrica no es nuevo. De hecho, tiene más de un siglo a sus espaldas. Se lo debemos, como tantas otras cosas, a Nikola Tesla, el 'padre' de la electricidad. En 1891, este científico de la actual Croacia inventó la bobina transformadora, la base para la transmisión inalámbrica de la corriente eléctrica.

Sin embargo, hasta el siglo XXI a los grandes fabricantes de móviles y cargadores no habían pensado en este tipo de tecnología. En 2009, 125 compañías se unieron para desarrollar un modelo de carga inalámbrica que sirviera de estándar para todos los dispositivos móviles. La asociación, el Consorcio de la Energía Sin Cables (Wireless Power ConsortiumWPC- en inglés); el modelo, el Qi – pronunciado como la letra griega ‘chi’.

No obstante, el modelo Qi tiene aplicaciones más allá de la carga inalámbrica. Tres años antes de la creación del WPC, un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts descubrió un método más eficiente para transmitir energía entre dos puntos, situados a varios metros de distancia. El proyecto, de nombre WiTricity, se ha convertido en un paradójico y potente rival de Qi, ya que es capaz de cargar el móvil sin necesidad de apoyar el dispositivo en la plataforma.

Y justamente hace un mes, dos agrupaciones más de fabricantes unieron fuerzas en la lucha hacia la estandarización de la carga inalámbrica. La Alianza para el Poder Sin Cables (A4WP), que reúne los fabricantes de carga por resonancia magnética, decidió dejar de lado esta tecnología y pasarse a la inducción, de la mano de la Alianza para los Asuntos de Energía (PMA, en inglés) –una organización que reúne a fabricantes como Samsung, LG o Nokia (también presentes en el WPC), y que ya cuenta con las mesas ‘cargadoras’ del Starbucks y el McDonalds en Boston-. Sin embargo, esta agrupación no opera con el modelo Qi.

No obstante, estas alianzas no constituyen la única amenaza. En Estados Unidos, la compañía de cargadores, baterías y pilas Duracell desarrolló en 2012 el Powermat, una especie de alfombrilla capaz de cargar hasta tres iPhone al mismo tiempo. En una entrevista para la MIT Technology Review, Ron Rabinowitz, CEO de Powermat Duracell, afirmó que ‘no le importaba que su modelo conviviera con el estándar Qi’.

Sólo un puñado de ajustes

¿Podrán convivir en el mercado cargadores inalámbricos de diferentes modelos? Las palabras de Rabinowitz se alejan del sueño que el Consorcio de la Energía Sin Cables aspira a realizar. Un mundo donde podamos cargar el móvil estemos donde estemos, sin necesidad de buscar un enchufe en un autobús, una cafetería o un restaurante. Empresas como Ikea ya se han unido al WPC, y no resultaría extraño encontrarnos mesas suecas que empezaran a cargar el móvil nada más apoyarlo.

“No existe aún un estándar para todos los fabricantes”, nos explica Álvaro Paz, experto en seguridad informática. Otro inconveniente que señala el informático es el tiempo de carga, mayor que con un cargador tradicional. Además, “cuando el móvil está conectado al cargador no se puede mover de la base, lo que dificulta mucho su uso”, señala el informático. Por otro lado, “todavía no es una tecnología muy depurada, por eso no nos han solicitado nada [en España]”, nos cuenta Emilio Castellanos.

Pese a las dificultades, el cargador inalámbrico también tiene su atractivo. “Además de la ausencia de conector, otra ventaja general es que estos sistemas son más seguros en entornos húmedos”, afirma Cristina Fernández. “No se utilizan conectores ni cables que puedan producir cortocircuitos”, comenta Álvaro Paz. “No existe desgaste de conectores ni cables, y tampoco existe forma de transmitir datos en el proceso de carga”, por lo que un ataque informático a través del cargador (sí, eso pasa con los tradicionales) queda prácticamentamente descartado.

Lo cierto es que al cargador inalámbrico aún le queda mucho camino por recorrer. Pero, nos guste o no, el futuro será sin cables. Hasta entonces, habrá que resignarse a aguantar treinta minutos de autobús sin batería...

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