La que ha liado Macron abriendo un proceso consultivo sobre la legalización de la asistencia sexual. Parte del lío tiene que ver con que bajo el paraguas “asistencia sexual” se está colocando casi cualquier tipo de trabajo sexual que se dirija a las personas con diversidad funcional, y eso genera confusión porque hay propuestas y modelos muy diferentes entre sí. Lo que propone Macron, prácticas sexuales con las personas asistentes, es simple y llanamente prostitución especial. Hay quienes tienen problema con que sea prostitución, y hay quienes tenemos problema con que sea especial (igual que nos pasa con la escuela especial o el transporte especial). Lo que en el Movimiento de Vida Independiente entendemos por “asistencia sexual” no es ni prostitución ni especial, si no un apoyo específico relacionado con nuestra forma de autonomía.
Tengo un certificado oficial que afirma que soy “dependiente en grado III”. Para llegar a esa conclusión, un equipo multidisciplinar me hizo preguntas del estilo “¿puede beber por usted mismo?”. Contesté que no, porque para beber mi asistente personal coloca el vaso en mis labios y lo inclina. Pero, en rigor, ¿puede alguien contestar afirmativamente? Detrás de ese vaso de agua hay miles de personas sosteniéndolo, se beba con las propias manos o con las del asistente personal, la diferencia entre 10.000 manos y 10.001 no debería ser significativa. La independencia es una fantasía, una ilusión óptica creada por un sistema social tan complejamente articulado para satisfacer las necesidades cotidianas de quienes funcionan de manera estándar que la tupida malla de productos y servicios que lo hacen posible queda invisibilizada por un uso y costumbre continuado que construye la idea mitológica del individuo autosuficiente. Todas dependemos de todas, todas aportamos a todas, nadie vive “por sí misma”, la interdependencia es lo único real, es imposible ser sin las demás.
Lo que debería decir el certificado al que hacía referencia, es que sufro una discriminación sistemática y sistémica (de grado x, si quieren) porque no se reconoce mi forma de autonomía, el mundo no está pensado para hacer las cosas a mi manera y esa falta de realismo para asumir la diversidad funcional de las personas es lo que transforma situaciones de interdependencia en dependencia. Mi forma de autonomía consiste en hacer las tareas cotidianas con Otras Manos y Mis Decisiones (OMMD). Por ejemplo, bebo con las manos de mi asistente personal sosteniendo el vaso y tomando yo todas las decisiones sobre esa acción (qué, cuándo, dónde, cómo, cuánto, etc.) Mi asistente no me da de beber, bebo a mi manera (OMMD). A veces, se ve más claro si el apoyo es tecnológico; cuando paseo lo estoy haciendo con el movimiento de la silla motorizada y mis propias decisiones (OMMD), la silla no me pasea. Puede parecer un juego de palabras banal, pero es la diferencia entre ser y vivir como un objeto o como un sujeto, nada menos. Beber con el apoyo de un asistente o pasear con una silla motorizada no son situaciones de dependencia, sino de autonomía OMMD en un entramado de interdependencias que se convierte en dependencia sólo si se me niegan esos apoyos.
El ejemplo de la silla sirve también para entender que “otras manos” es una metáfora que se refiere a cualquier apoyo externo, ya sea otro cuerpo, tecnología, un conjunto de indicaciones o un acompañamiento. Esto es importante para comprender que la OMMD es una forma de autonomía referida a cualquier tipo de diversidad funcional, ya sea física, intelectual o mental. En el caso de las personas con diversidad intelectual esas “manos” a veces son físicas, en otras ocasiones son indicaciones o acompañamiento, o bien todo a la vez. Al hablar de “las propias decisiones” hay que reconocer que existen diferentes maneras de tomarlas. Las personas con diversidad intelectual, con el apoyo de su círculo más cercano, las personas asistentes y la persona garante de que esos vínculos funcionen correctamente, diseñan un mapa dinámico sobre qué deciden por sí mismas, qué con acompañamiento y qué no deciden. Esa es su manera de tomar sus propias decisiones, más compleja que la de la mayoría, pero igual de humana, real y valiosa.
Dando una vuelta de tuerca más a la metáfora de “otras manos”, parece claro que si las manos de un asistente personal tocan nuestros cuerpos con intención higiénica no hay ningún tipo de objeción social. Sin embargo, si durante un solo segundo el objetivo fuese generar placer, entonces se encendería una polémica infinita en la que no poca gente aseguraría que nos precipitamos hacia el Apocalipsis. Es por eso que cuando las tareas a realizar están directamente relacionadas con la sexualidad, la figura de apoyo para la forma de autonomía OMMD es otra, la asistencia sexual. Resulta exactamente igual a la asistencia personal en cuando a su justificación, su configuración como derecho y los roles que determina. Difiere en las acciones en las que se presta el apoyo, que son la autoexploración y el autoplacer, es decir, en el autoerotismo, que es lo que la mayoría desarrolla con la forma de autonomía mayoritaria (sus propias manos y decisiones) También es un apoyo para acceder sexualmente al cuerpo de otra persona (que no es el asistente) Esto último es habitual cuando dos personas con diversidad funcional necesitan apoyo para alcanzar determinadas posiciones o movimientos en sus prácticas sexuales. Por tanto, se trata de un trabajo sexual (por las tareas a realizar) y de uno de los recursos (como la asistencia personal o la interpretación de lengua signos, p.e.) que requiere la forma de autonomía OMMD para vivir como sujetos y no como objetos. Nada nuevo bajo el sol, hace décadas que los feminismos ya nos enseñaron que sin recuperar el control, la responsabilidad y la libertad sobre nuestros cuerpos y sexualidades nunca recuperaremos nuestras vidas.
Igual que el asistente personal no es alguien con quien compartir tu vida cotidiana, sino que te apoya para que tengas una vida cotidiana propia y puedas compartirla con otras personas, el asistente sexual no es alguien con quien tener sexo, sino un apoyo para tener sexo con una misma y con otras personas. Se trata de un apoyo instrumental, ni educativo ni terapéutico, vinculado a una forma de autonomía minoritaria, que ni siquiera es la de todas las personas con diversidad funcional. Y, como todos los trabajos sexuales, tiene su propio marco, determinado fundamentalmente por los roles y prácticas posibles. En particular, no es tarea de la persona asistente excitar ni ser excitada, desnudarse, dar abrazos o besos o mantener prácticas sexuales con la persona asistida. La asistencia sexual es una herramienta clave, en tanto que permite romper la barrera de acceder sexualmente al propio cuerpo, pero no constituye ni la totalidad ni, en general, la parte más importante de nuestra vivencia de la sexualidad. Ésta puede ser tan rica, intensa, subyugante, pobre, triste, ridícula o maravillosa como la de cualquiera, sea cual sea su forma de autonomía. Quizás no me crean, casi mejor que no me crean, anímense a comprobarlo por ustedes mismas.
Hace tres años nacía “Tus manos, mis manos” (asistenciasexual.org) con el doble objetivo de dar a conocer esta nueva figura y generar un espacio de encuentro telemático para que las personas que requieren estos apoyos y quienes los ofrecen, puedan ponerse en contacto con la mayor libertad e intimidad posibles. La magnitud del interés generado se expresa en el casi medio millón de visitas a nuestra web y 2,5 millones de páginas consultadas, más de 2.300 seguidoras en Facebook, cerca de 500 inscritas al boletín y unas 300 personas anunciadas como asistentes sexuales distribuidas en todas las provincias de España (además de varios países de habla hispana). Ha habido diálogo y debate sobre la asistencia sexual en espacios de lo más variopinto, desde el Congreso, al MACBA, el CCCB o la Bergen Assembly, además de en numeras universidades, colegios profesionales y jornadas. Se han hecho eco de esta cuestión medios de comunicación como Cuatro, Canal Arte, BTV, La Vanguardia, La Ser, RNE o Play Ground. Además, el documental “Yes, we fuck!” se ha proyectado en infinidad de espacios por medio mundo y está visible en Filmin y en Vimeo. La película “Vivir y otras ficciones”, tras ganar importantes premios en diversos festivales de cine, se estrenó en varias ciudades francesas y se puede ver en Filmin y en Prime video. Por otro lado, la serie de televisión “Trèvols de 4 fulles” dedicó uno de sus capítulos a la asistencia sexual, y la campaña “Yo me masturbo” (I y II) sigue corriendo por las redes.
Pas mal, teniendo en cuenta que todo ello ha habido que hacerlo sin el apoyo de las instituciones, ni públicas ni privadas. Pero no todo el monte es orgasmo, también hay problemas y dificultades que nos gustaría exponer aquí, aunque sea muy sintéticamente, en busca de buenas ideas para mejorar el proyecto.
Sexismo. Los hombres constituyen una mayoría desproporcionada entre quienes se anuncian como asistentes (60%), en la zona de ligue (90%) y, a juzgar por los correos que recibimos, en la demanda de servicios. La idea de que el deseo y el placer sexual son cosa de hombres sigue más viva de lo que imaginamos. Seguramente, todos estos indicadores mejorarían si consiguiésemos que más mujeres con diversidad funcional se incorporasen al debate público sobre cómo debería ser la asistencia sexual. La falta de estas voces sesga el modelo de manera que el sexismo estructural deforma el paradigma en construcción.
Trabajos sexuales. En medio del vendaval del debate sobre los trabajos sexuales, donde se llega a negar incluso la posibilidad de su existencia, cuesta entender que hay diferentes trabajos sexuales (pornografía, estiptis, prostitución, masaje erótico, asistencia sexual, surrogate, etc) y que cada uno de ellos ofrece roles, expectativas y prácticas sexuales diferentes. Varias mujeres asistentes reportan quejas porque reciben propuestas de hombres sin diversidad funcional y propuestas de hombres con diversidad funcional que tienen que ver con otros trabajos sexuales diferentes de la asistencia sexual.
Territorialidad. Las grandes urbes acaparan la mayor parte de la oferta de asistencia (las ciudades de Barcelona y Madrid suponen el 37% del total de asistentes), haciendo difícil cubrir las zonas menos densamente pobladas.
Economía. El precio medio de la asistencia se sitúa en torno a 60 €/h. Teniendo en cuenta la menor renta media disponible por parte de las personas con diversidad funcional respecto a la población general, la falta de reconocimiento y apoyo por parte de los poderes públicos y la dificultad para encontrar espacios adecuados en los que llevar a cabo los servicios, muchas personas que necesitan estos apoyos no pueden permitírselos, o al menos no con la frecuencia deseable.
Como ven, no se trata de dificultades menores, pero es cierto que el interés suscitado por la propuesta apunta a que se trata de un proyecto necesario y con sentido. Y no crean que sólo para un puñado de gente rara que hace las cosas de manera rara, todo el mundo necesita que se pongan el valor el deseo y el placer más allá de la sexualidad reproductiva, que todos los cuerpos sean bienvenidos a romper con el aburrimiento del coitocentrismo, que la comunicación, lo lúdico y el consentimiento sean ejes fundamentales de una nueva sexualidad más libre, rica y vivible. A todo ello contribuye, de manera modesta pero consistente, la asistencia sexual. Que se corra la voz para que nos podamos correr todas, sea como sea nuestra manera de ser, estar y hacer en el mundo.
Antonio Centeno es activista del movimiento de vida independiente, responsable del proyecto asistenciasexual.org y co-director del documental Yes, we fuck!Yes, we fuck!