Bruselas pone fin a varios días de miedo y confusión
La página de Facebook Españoles en Bruselas, seguida por miles de personas, alberga últimamente comentarios como el de esta internauta: “Los medios de comunicación solo muestran la cara del miedo y tergiversan la realidad… la gente acaba por creerse lo que ve en los medios y emparanoiarse, y muestran una situación que no es del todo cierta”. A tenor de lo que se ve en las redes, son varios los españoles viviendo en la capital belga los que perciben una ciudad tranquila, aunque tomada desde sábado hasta el jueves por militares y policía. Pero Beatrice Delvaux, histórica editorialista de Le Soir, no comparte tal percepción: “Yo no me tomaría esto a la ligera”, señala Delvaux por teléfono. “Hemos bloqueado un país debido a un riesgo que no conocemos porque ni ha sido explicado ni ha sido identificado”.
Este jueves por la tarde el nivel de amenaza terrorista –y las medidas preventivas que esto conlleva- ha pasado de 4 a 3 en Bruselas tras seis días al borde de un ataque de nervios. El miércoles Le Soir, principal diario francófono, se preguntó en su portada Jusqu’á quand? (¿Hasta cuándo?). Hasta cuándo iban a estar la mitad de las líneas de metro cerradas (estuvo completamente clausurado cuatro días). Hasta cuándo salas de conciertos como l’Ancienne Belgique o Forest National cerrarían, con la masacre del Bataclan sobrevolando. Hasta cuándo estaría Bruselas sin mercadillos, centros comerciales, cines.
La respuesta ha llegado del Centro de Crisis, que ha rebajado el riesgo en la capital equiparándola al del resto del país. Una psicosis que vació guarderías, colegios, institutos y universidad durante dos días, paralizó el transporte durante seis y llevó a miles de residentes a trabajar desde sus casas.
Horas antes de la decisión de reducir la alerta, el portavoz del burgomaestre (alcalde) de la Comuna de Saint-Gilles, el Lavapiés bruselense, recibía a eldiario.es. “Aunque en nuestro distrito no hay grandes superficies, cada domingo organizamos el mercado de Midi, el más grande de Bélgica. Y lleva dos domingos seguidos cerrado porque tras los atentados de París pensamos que lo mejor era que no se celebrara. Entendemos la excepcionalidad pero también queremos volver a la normalidad”.
El “riesgo grave e inminente” de atentados en Bruselas ha dejado un rastro de diversa índole. Por ejemplo, un incremento de las operaciones policiales bastante antes de elevarse la alerta al máximo; registros saldados con decenas de detenciones para al final dejar en la cárcel a un número de personas que pueden contarse con una mano, si bien dos de los arrestados son quienes trasladaron al terrorista Saleh Abdeslam en coche fuera de París. “Alguien en el Gobierno tendrá que dar detalles algún día por la falta de información”, clama la periodista Beatrice Delvaux. Una queja a la que ha respondido el primer ministro Charles Michel en el Parlamento federal este jueves: “La angustia la crean los terroristas, no la comunicación gubernamental”.
El jueves han tenido lugar al menos dos operaciones de la policía federal en Auvelais, en la periferia de Namur, y en Verviers (Lieja) con el resultado de ningún detenido.
Otra víctima del estado de alerta ha sido la política belga, que ha vuelto a reabrir las incurables heridas entre flamencos y francófonos (la parálisis impidió la formación de un Ejecutivo durante 541 días entre junio de 2010 y diciembre de 2011) y ha arrojado algo más de luz sobre la descoordinación de las muchas administraciones. Un dirigente del Partido Socialista (PS, francófono) acusa, anonimato mediante, a los independentistas del N-VA (la formación belga más votada) de “exagerar” la falta de prevención y de seguridad en Bruselas. La región-capital es oficialmente bilingüe pero una mayoría aplastante de sus electores habla el francés como lengua materna.
Hay que entender un poco la enrevesada política federal para atisbar mejor los resortes que estallan en el mosaico belga. El Gobierno, uno de los más conservadores que se recuerdan, está liderado por Michel, un conservador francófono cuyo partido (Movimiento Reformador) fue el quinto más votado del país. El triunfador de las elecciones de 2014 fue el independentista N-VA, de corte liberal, cuyo ministro del interior Jan Jambon habló de “limpiar” distritos como el paupérrimo barrio de Molenbeek, lugar de paso de demasiados terroristas en los últimos años.
La región de Bruselas y Valonia, en cambio, siguen siendo feudos del PS francófono. Y sobre esta formación han llovido las críticas por la gestión de las comunas de donde salen muchos de los yihadistas. Hasta este jueves los socialistas guardaban un silencio sepulcral sobre la situación de Bruselas por “confianza y respeto institucional”, según las palabras de un portavoz. La jefa del PS en el Parlamento, Laurette Onkelinx, ha pedido al primer ministro Charles Michel “conservar la sangre fría ante aquellos que intentan dividirnos en la lucha antiterrorista”, en una referencia clara al N-VA.
Los partidos de una y otra comunidad lingüística (los electores flamencos no pueden votar a partidos francófonos y viceversa excepto en la región de Bruselas) han mantenido la prudencia ante la emergencia decretada. El Gobierno federal aprovechó la semana pasada el desconcierto para anunciar una batería de 18 controvertidas medidas para incrementar la seguridad. “Nosotros creemos que es muy malo legislar en medio de un estado de emergencia”, deplora ante este medio la exministra ecologista Isabelle Durant (Écolo).
Écolo ha sido una de las formaciones más severas con ciertas prácticas del Ejecutivo federal junto al PTB, un partido de la izquierda radical en pleno ascenso en las regiones valona y bruselense. Su portavoz, Raoul Hedebouw, ha contemporizado este jueves en el Parlamento: “La vida tiene que continuar. Las manifestaciones deben poder celebrarse”.