Álex Hernández, opositor nicaragüense liberado y expulsado del país: “Ahora ni siquiera existimos como ciudadanos”
Álex Hernández ha recuperado su libertad después de pasar 536 días en una cárcel de Nicaragua. El Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo decidió liberarle el pasado 9 de febrero junto a otros 221 presos políticos para expulsarlos después a Estados Unidos acusados de “traición a la patria”. Despojado de su ciudadanía nicaragüense, cuenta a elDiario.es desde un hotel de Washington que aún se siente “bastante aturdido”, con una mezcla de alegría, incredulidad, ansiedad por el futuro y nostalgia por la familia y los amigos que ha dejado en su país, donde ha quedado inhabilitado de forma perpetua para ejercer la función pública y donde aún permanecen encarceladas alrededor de 40 personas por razones políticas, según denuncian los liberados.
Este jueves se ha conocido que el Gobierno de Ortega también ha retirado la nacionalidad nicaragüense a otros 94 opositores y críticos al declararles “traidores a la patria”. Entre ellos se encuentran los escritores Gioconda Belli y Sergio Ramírez, ambos en el exilio, y reconocidos periodistas como Carlos Fernando Chamorro o defensores de los derechos humanos como Vilma Núñez.
A diferencia de otros de sus compañeros deportados, Hernández no tiene familiares en Estados Unidos que le puedan echar una mano, ya que, aunque Washington les ha concedido un permiso humanitario, no cuentan con visado de trabajo y eso dificulta su situación. De momento, este opositor político de 32 años, integrante de la coalición Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), está valorando opciones y especialmente la oferta del Gobierno de Pedro Sánchez, que hace unos días ofreció la nacionalidad española a los 222 liberados, entre los que se encuentran periodistas, empresarios y activistas, además de figuras políticas. “Es una de las opciones que tengo presente y que me llama más la atención”, asegura.
Lo único que Hernández tiene claro es que quiere cumplir dos objetivos: retomar sus estudios y trabajar. En Nicaragua, explica, estudiaba administración de empresas “en una universidad privada que tiene nexos con el orteguismo” y su registro académico fue borrado, al igual que ha ocurrido con los expedientes de otros muchos estudiantes críticos con el Gobierno, sostiene. “Para este régimen que ni siquiera existimos como ciudadanos, ¿a dónde voy a ir a reclamar?”, se pregunta con resignación, aunque se muestra decidido a volver a la universidad independientemente del lugar donde comience una nueva vida.
Hernández fue detenido el 23 de agosto de 2021 y condenado a 10 años de prisión por el presunto delito de conspiración para “cometer menoscabo a la integridad nacional” en perjuicio de la sociedad y el Estado nicaragüense. Ha pasado casi un año y medio en la cárcel conocida como 'nuevo Chipote', un enorme complejo donde los presos políticos han permanecido aislados durante meses y en el que, según denuncia, “no se respetaban los derechos fundamentales” de los reos. En lugar de tener visitas regulares con intervalos máximos de 21 días, cuenta, llegaron a pasar hasta tres meses sin que nadie les visitara, entre otras irregularidades.
“No nos permitían tener una comunicación entre nosotros por muy cerca que estuviéramos, solo podíamos hablar en tono bajo con el compañero de celda. A uno incluso lo regañaron por estornudar muy fuerte. No podíamos silbar o tararear y durante mucho tiempo no pudimos recibir nada de nuestras familias, solo refrescos. Tampoco teníamos acceso a libros o a la Biblia. Hasta en Guantánamo a los presos acusados de terrorismo les permiten leer el Corán”, critica, al tiempo que recuerda que las visitas de cónyuges o hijos también estaban prohibidas.
Ni siquiera les contaron que iban a ser excarcelados y, de hecho, algunos de ellos pensaron que iban a ser trasladados a otra prisión cuando les ordenaron cambiarse de ropa. Fue en las puertas del avión cuando se enteraron de que habían sido excarcelados y expulsados a Estados Unidos. Hernández asegura no haber sufrido violencia física, pero el tiempo en la cárcel ha afectado tanto a su salud emocional como a su cuerpo, dice. Ha perdido unos 25 kilos de peso, su hipertensión se ha agravado, sufre ansiedad y le han surgido problemas renales.
Considera que el Gobierno nicaragüense, al que tacha de “clasista”, les ha dado un “trato diferenciado” respecto a otros presos políticos por lo que son y lo que representan, al tratarse de precandidatos presidenciales y líderes de la sociedad civil. Incluso había orden de no lastimarles físicamente, pero sí lesionar todos sus derechos carcelarios, denuncia.
Segundo paso por prisión
A diferencia de otras cárceles del país como 'La Modelo', con condiciones mucho más extremas, Hernández aclara que al menos en las celdas del nuevo Chipote disponían de “inodoros y colchonetas”, y lo dice por experiencia propia, pues esta es la segunda vez que ha estado entre rejas en Nicaragua.
La primera vez que le encarcelaron fue en septiembre de 2018, en el marco del estallido social contra las políticas de Ortega que dejó más de 350 muertos y miles de heridos y supuso un antes y un después en el país centroamericano. Entonces fue acusado de terrorismo, asesinato y robo agravado, entre otros delitos, y pudo salir de la cárcel en marzo de 2019 a través de la polémica Ley de Amnistía, que si bien absolvió a decenas de personas que habían sido señaladas durante la crisis, también permitió que muchos abusos cometidos por las fuerzas de seguridad quedaran impunes.
Hernández se exilió durante un tiempo en Costa Rica, pero después decidió regresar a Nicaragua para sumarse al proceso organizativo de la oposición. Cuando aceptó ser miembro del consejo político de la UNAB, señala, sabía que “estaba aceptando un boleto para la cárcel o de nuevo al exilio”, pero tenía claro que iba a hacer todo lo que estuviera en sus manos de cara a las elecciones generales de 2021. Sin embargo, recuerda, cuando apenas quedaban cuatro meses para esos comicios, los aspirantes que pretendían retar a Ortega fueron detenidos y los ataques a la disidencia fueron incrementándose. Hernández programó su salida del país para el 24 de agosto, pero le detuvieron la noche anterior. A partir de ahí pasó casi un año y medio en prisión.
Ahora, liberado pero también exiliado, Hernández tratará de superar la pérdida de mucha gente cercana y de “sanar para poder seguir adelante”, aunque dice que no puede dejar de pensar en los cerca de 40 presos políticos que siguen encarcelados en Nicaragua, como es el caso del obispo Rolando Álvarez, quien se ha negado a vivir en el exilio y deberá cumplir una condena de 26 años de cárcel.
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