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Amnistía Internacional documenta más ejecuciones de civiles por parte de las fuerzas rusas a las afueras de Kiev

Una vecina de Bucha camina con su familia junto a maquinaria militar rusa destruida en Bucha, al noroeste de Kiev, este miércoles

Icíar Gutiérrez

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Era 7 u 8 de marzo cuando las fuerzas rusas entraron y aparcaron sus tanques en Bohdanivka, al este de Kiev, según recuerda una de las vecinas. Ella vivía con su marido, su hija de 10 años y su suegra. El 9 de marzo, al atardecer, escuchó disparos que atravesaban las ventanas de la planta inferior de su casa. Dice que tanto ella como su esposo gritaron que eran civiles, que estaban desarmados. Cuando bajaron, según su testimonio, dos soldados rusos los metieron a empujones junto a su hija en un cuarto de calderas.

“Nos obligaron a entrar y cerraron de un portazo. Al cabo de tan solo un minuto abrieron la puerta y le preguntaron a mi marido si tenía cigarrillos. Él dijo que no, que llevaba un par de semanas sin fumar. Uno le disparó en el brazo derecho. El otro dijo: ‘Termina con él’. Y le dispararon en la cabeza”, cuenta la mujer a Amnistía Internacional (AI).

Pero no murió de inmediato. Desde las 21:30 de la noche hasta las 4:00 de la madrugada estuvo respirando, aunque inconsciente. “Yo le suplicaba (...) ’Si me oyes, por favor, mueve el dedo’. No lo movió, pero puse su mano en mi rodilla y él me la presionó. Sangraba. Cuando exhaló su último aliento, me volví a mi hija y dije: ‘Parece que papá ha muerto”.

Un vecino vio a las fuerzas rusas entrar por la fuerza en la casa de aquella familia esa noche, y confirmó a la ONG que había visto el cuerpo del hombre desplomado en la esquina del cuarto de calderas. Ese mismo día, la mujer y su hija escaparon de Bohdanivka. Su suegra, que tiene 81 años, no. Tiene movilidad reducida y se quedó atrás.

Esta es una de las historias recopiladas por Amnistía Internacional, que ha publicado este jueves nuevos testimonios tras una investigación sobre el terreno que llevan la ONG a concluir que las fuerzas militares rusas han ejecutado extrajudicialmente a civiles en Ucrania “en lo que parecen ser crímenes de guerra”. Su equipo de investigación del Programa de Respuesta a las Crisis ha entrevistado a más de 20 personas de pueblos y localidades cercanos a la capital, y aportan más evidencias sobre abusos como los documentados por la prensa internacional tras la retirada rusa en Bucha, también próxima a Kiev, y otras partes del país.

Varios de los entrevistados por la organización han presenciado “espantosos actos de violencia cometidos por las fuerzas rusas” o tenían conocimiento directo de ellos. Hablan de manera reiterada de “homicidios deliberados, violencia ilegítima e intimidación generalizada” por parte de las fuerzas rusas contra civiles desarmados en la región de Kiev.

“En las últimas semanas hemos recopilado pruebas de que las fuerzas rusas han cometido ejecuciones extrajudiciales y otros homicidios ilegítimos que deben ser investigados como probables crímenes de guerra”, dice en un comunicado Agnès Callamard, secretaria general de AI. “Los testimonios muestran que en Ucrania se está matando a civiles desarmados en sus casas y en las calles en actos de indescriptible crueldad y sobrecogedora brutalidad”.

Callamard recuerda que el homicidio intencionado de civiles es una violación de derechos humanos y un crimen de guerra. “Estas muertes deben investigarse exhaustivamente, y los responsables deben ser procesados, incluidos los superiores de la cadena de mando”. Amnistía Internacional ya había obtenido pruebas sobre ataques indiscriminados en Járkov y la región de Sumy, así como de un ataque aéreo que mató a personas que hacían cola para conseguir comida en Chernígov y también ha recopilado indicios de civiles que viven bajo asedio en Járkov, Izium y Mariúpol.

Seis agujeros en la espalda

Otro de los testimonios recabados es el de Kateryna Tkachova, de 18 años. Cuenta que, el 3 de marzo, estaba en su casa en el pueblo de Vorzel con sus padres cuando varios tanques que llevaban la letra 'Z' —usada por los rusos para marcar sus vehículos durante la invasión— aparecieron por su calle. Sus padres le dijeron que se quedara donde estaba, dejaron el sótano en el que se escondían y salieron. Entonces, Kateryna oyó disparos.

“Cuando los tanques pasaron de largo, salté la valla a la casa de los vecinos. Quería comprobar si estaban vivos”, cuenta a la ONG. “Miré por encima de la valla y vi a mi madre yaciendo de espaldas a un lado de la calle, y a mi padre boca abajo al otro lado. Vi grandes agujeros en el abrigo de él. Al día siguiente me acerqué a ellos. Mi padre tenía seis grandes agujeros en la espalda, y mi madre tenía uno más pequeño en el pecho”.

De acuerdo con su testimonio, sus padres iban vestidos con ropa de civil y no llevaban armas. Kateryna salió de Vorzel el 10 de marzo gracias a la ayuda de un voluntario que participaba en las evacuaciones de las zonas cercanas a Kiev y que confirmó a la ONG que había visto los cadáveres de los padres tendidos en la calle cerca de su casa. AI indica que, en un vídeo que han verificado, se los ve escribiendo los nombres y las fechas de nacimiento y muerte de los padres de Kateryna en un trozo de cartón antes de dejarlos junto a sus cuerpos cubiertos por mantas.

También recogen las palabras de Taras Kuzmak, que durante los primeros días de la ocupación conducía repartiendo comida y medicinas por los refugios antibombas en los que se cobijaba la población civil en la ciudad de Hostomel, al noroeste de Kiev, donde los rusos terminaron tomando el aeródromo

Cuenta que la tarde del 3 de marzo estaba con el alcalde de la ciudad, Yuryi Prylypko, y otros dos hombres cuando empezaron a disparar contra ellos desde un gran complejo residencial que había sido tomado por fuerzas rusas. Los cuatro trataron de saltar fuera del coche, pero uno, Ivan Zorya, resultó muerto en el acto, mientras que el alcalde caía al suelo alcanzado por los disparos, según su testimonio. Taras y el otro superviviente se escondieron detrás de una excavadora durante horas, mientras los disparos continuaban.

“Nos vieron e inmediatamente abrieron fuego, no hubo ninguna advertencia. Yo solo podía oír al alcalde (Prylypko). Sabía que estaba herido, pero no sabía si de muerte o no. Le dije que se quedara quieto, que no hiciera ningún movimiento (...) Nos dispararon otra vez hacia las 15:00 horas y, una media hora después, supe que ya no estaba vivo. Hay un tipo de respiración que solo se hace justo antes de morir, el último aliento. A Ivan Zorya le volaron la cabeza, creo que debieron de utilizar algo de gran calibre”.

Otros dos vecinos contaron a Amnistía Internacional que habían visto el cadáver de Yuryi Prylypko cerca de una iglesia cuando se celebró un funeral espontáneo en su memoria varios días después. Otros confirmaron que, en los días previos a su muerte, Prylypko había estado repartiendo comida y medicinas por la ciudad, siempre en un vehículo civil, según la ONG.

Violación y amenazas

La organización especializada ha recopilado tres relatos más de lo que dice que son homicidios ilegítimos de civiles, incluido el de una superviviente de violación cuyo esposo había sido ejecutado extrajudicialmente por fuerzas rusas. La mujer, de un pueblo al este de Kiev, cuenta que, el 9 de marzo, dos soldados rusos entraron en su casa, mataron a su esposo y luego la violaron repetidamente a punta de pistola mientras su hijo pequeño se escondía en un cuarto de calderas en las cercanías. Ambos pudieron escapar a territorio bajo control ucraniano.

En Bucha, Milena, de 24 años, relata que vio el cadáver de una mujer que vivía en su calle tendido delante de su casa. La madre de la mujer le dijo que le habían disparado en los primeros días de la invasión cuando miraba por encima de la valla a un vehículo militar ruso. Los investigadores de AI explican que verificaron de forma independiente imágenes que confirman la ubicación de la tumba poco profunda en la que estaba enterrada.

Volodímir Zakhliupanyy y su esposa huyeron de Hostómel en los primeros días de la invasión, pero su hijo Serhiy, de 39 años, estaba convencido de quedarse. Al principio hablaban por teléfono todos los días, y les contaba los intensos combates. El 4 de marzo, ya no pudieron contactar con su hijo. Unos amigos que se habían quedado en la ciudad trataron entonces de localizarlo, y acudieron al edificio en cuyo sótano se había estado escondiendoo. “Cuando preguntaron a los vecinos, les dijeron que el 13 de marzo los rusos se habían llevado a mi hijo [del sótano]. Cuando fueron a buscarlo, lo encontraron detrás de los garajes de ese mismo edificio (...) Según dijeron, le habían disparado en la cabeza”, dice Volodímir.

En línea con lo que está ocurriendo en muchas partes de Ucrania, las personas entrevistadas cuentan que se quedaron sin suministro de electricidad, agua y gas en los primeros días de la invasión, y que el acceso a la comida era muy limitado. Había poca cobertura de telefonía móvil, y algunas dicen que los soldados rusos habían confiscado o destruido móviles cuando veían a vecinos que los llevaban, o los habían amenazado por tener un teléfono.

La ONG dice que las amenazas de violencia y la intimidación también eran generalizadas. Un hombre de Hostómel relata que vio cómo obligaban a salir a la intemperie a todas las personas agrupadas en un refugio. Una vez fuera los soldados rusos, efectuaron inmediatamente disparos sobre sus cabezas, obligándolas a arrojarse al suelo, según su testimonio. Dos hombres de Bucha contaron también que había francotiradores que les disparaban continuamente cuando iban a buscar comida a una tienda de alimentación destrozada cerca de su casa.

“Mientras estos atroces relatos de la vida bajo la ocupación rusa siguen emergiendo, las víctimas de Ucrania deben saber que la comunidad internacional está decidida a conseguir que se rindan cuentas por su sufrimiento”, dice Callamard.

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