Argelia, tras las elecciones presidenciales: entre el continuismo de Tebboune y el retroceso de los derechos humanos
Durante el partido de fútbol entre Argelia y Guinea Ecuatorial, la afición argelina es el símbolo del hastío político. “No vamos a votar”, exclama un grupo de jóvenes entre vítores y celebraciones de gol. Cuando el actual presidente, Abdelmadjid Tebboune, llegó al poder en 2019, un 60% de la población decidió no ir a las urnas. Cinco años después, el sábado 7, la abstención se habría reducido, según unos cuestionados datos de la Autoridad Nacional Independiente para las Elecciones (ANIE).
La ANIE anunció el domingo los resultados provisionales de los comicios presidenciales, según los cuales Tebboune ha sido reelegido con el 94,65% de los votos. Frente al actual presidente y candidato independiente, una oposición dividida y oprimida estuvo representada por dos candidatos: Youcef Aouchiche, primer secretario del histórico partido de izquierda Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), y Abdelaali Hassani, presidente del Movimiento de la Sociedad por la Paz (MPS), la mayor corriente política islamista de Argelia.
Hassani, ingeniero de 57 años, ha quedado segundo con un 3,17% de las papeletas, mientras que Aouchiche, experiodista y líder del partido opositor más antiguo del país, se ha colocado en el tercer lugar con el 2,16% de los sufragios.
Sin embargo, los tres candidatos han denunciado este lunes en un comunicado conjunto la “ambigüedad y contradicción en las cifras anunciadas de tasas de participación”, así como de los resultados provisionales ofrecidos por la ANIE, en los que faltan “la mayoría de los datos básicos”. La ANIE habló de un confuso 48% de “promedio de tasa de participación” –que según analistas se trata de la media de las tasas de las 58 provincias argelinas– y señaló que 5.329.253 de argelinos votaron por Tebboune, de un total de 5.630.196 que ejercieron el derecho al voto. Tanto el MPS como el FFS han ofrecido datos diferentes de sus candidatos respecto a los de la autoridad electoral.
Falta de legitimidad
En marzo de 2024, las elecciones presidenciales, que estaban previstas para diciembre de este año, fueron adelantadas por el propio Tebboune a septiembre. Una decisión que se suma a los giros autoritarios del presidente a lo largo de su mandato, camuflados tras el intento de construir “una nueva Argelia”.
Laurence Thieux, profesora del Departamento de Relaciones Internacionales e Historia Global de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), explica a elDiario.es que, a pesar de que Tebboune ha intentado fortalecer su legitimidad en estos años, “la forma de gestionar el Estado argelino es la misma”. Según la académica, el contrato social está basado en la redistribución de la renta de los hidrocarburos, pero esta redistribución de la riqueza es “una redistribución que permite comprar la paz social de forma imperfecta. No satisface del todo”.
Por su parte, Rouf Farrah, investigador argelino especializado en geopolítica y coordinador del libro colectivo Argelia: el futuro en juego, ensayo sobre las perspectivas de un país en vilo dice en una conversación con elDiario.es que Tebboune “tiene la legitimidad más baja desde la independencia del país”. Farrah, que fue detenido en 2023 y encarcelado durante nueve meses, ahora reside en Túnez, desde donde explica que el régimen ha implementado nuevas leyes y cambios que, en la práctica, “están otorgando más poder al Ejército y al Gobierno para controlar y reprimir a la sociedad”.
Tras la reforma de la Constitución en 2020 y un reciente decreto presidencial de julio 2024, el régimen permite a los altos mandos del Ejército asumir cargos de responsabilidad en la administración y gestión de infraestructuras consideradas estratégicas, como los aeropuertos. Por otro lado, a pesar de que fueron anunciadas medidas anticorrupción para mejorar la transparencia en la gestión política y económica del país, Argelia ocupa el puesto 104 de los 180 países que recogió en 2023 el Índice de Percepción de la Corrupción de la organización Transparencia Internacional.
“No es el mismo país que el del Hirak”
El Hirak, el movimiento social que provocó la caída del anterior presidente argelino, Abdelaziz Bouteflika (1999-2019), perdió el poder de convocatoria y el espacio para manifestarse con la llegada de Tebboune a la Presidencia, con el respaldo fundamental del Ejército y de la Policía. “La sociedad civil es casi inexistente. No es el mismo país que el del Hirak. El régimen antes del Hirak tenía mano para manipular el clima social y una clientela política. Ahora está reemplazando eso por la represión”, explica Farrah.
Las autoridades han incrementado la represión contra los militantes del Hirak desde la pandemia de la COVID-19, que obligó al cese de las manifestaciones en las calles. Como explica la profesora Thieux, “es una represión que se basa en la aplicación arbitraria de unas medidas legales que reprimen las libertades de expresión”.
Actualmente, hay alrededor de 250 presos políticos, se ha producido el cierre total del espacio mediático con la desaparición de periódicos como Liberté y periodistas encarcelados como Ihsane El Kadi, así como el persistente acoso judicial a Karim Tabbou, exponente del Hirak y líder de la Unión Democrática y Social, partido de la oposición no aprobado por las autoridades.
Por su parte, Farrah apunta a las modificaciones legislativas de un artículo de la Constitución argelina, en el que “han ampliado la acusación de terrorismo de una manera vaga”. En comparación con los países vecinos, Túnez y Marruecos, Farrah cuenta que el retroceso en el campo de los derechos humanos es más grave, pero la situación socioeconómica es mejor.
“Ese fue precisamente el discurso del régimen de Bouteflika. Es el chantaje social y económico en contra de los derechos humanos”, destaca.
Argelia, aliado europeo por el gas
En general, Argelia ha perdido progresivamente influencia diplomática. “El inmovilismo de la política interna y clima de represión tiene también un impacto sobre su capacidad de acción exterior”, explica Thieux. La profesora de la UCM resalta que el recurso al nacionalismo y la idea de que la nación está amenazada por complots y actores externos alimenta las crisis periódicas con sus enemigos tradicionales, especialmente con Marruecos y Francia.
En el Sahel, Argel ha roto relaciones diplomáticas con Mali y Níger. Con el primero, después de las operaciones militares que el Ejército maliense, apoyado por mercenarios rusos del Grupo Wagner, llevó a cabo en la frontera con Argelia. Respecto a Marruecos, las relaciones continúan siendo mínimas, al igual que los apoyos desde el exterior respecto al contencioso del Sáhara Occidental. Tanto España como Francia se han alineado con la tesis de Marruecos de autonomía sobre el Sáhara, mientras que Argelia defiende el proceso de autodeterminación que reivindica su aliado, el Frente Polisario.
Desde antes de que Tebboune fuera presidente, “Francia, España o Italia, siempre han dejado la cuestión de los derechos humanos en segundo término o como meras declaraciones sin consecuencias políticas. Por supuesto que intereses como el gas o la cooperación en materia de seguridad son más prioritarios”, afirma Theiux.
Argelia es el octavo mayor productor de gas del mundo con el 3% de las reservas globales probadas. Tras el comienzo de la invasión rusa en Ucrania en 2022, Europa apuntó a Argelia como suministrador del gas natural, del que Rusia era el mayor proveedor europeo antes de la guerra.
En la actualidad, alrededor del 8% del gas que se consume en Europa procede de Argelia. La cifra repunta en el caso de España, que de todo el gas que importó durante el mes de junio de 2024, más del 45% procedía del país del norte de África.
1