“Si enviamos un paquete pequeño a la UE, hay un gran coste extra en administración y envíos desde el distribuidor, y luego es el cliente final el que tendrá que pagar cientos de euros en impuestos cuando les lleguen los productos. Eso significa que no podríamos competir con pequeñas empresas de la Unión Europea. Teníamos que abrir en la UE, o rendirnos”, explica Lynne, propietaria de una empresa que diseña, fabrica y vende mamparas y vallas decorativas.
En octubre de 2020, cuando faltaban unos meses para el fin del periodo de transición antes de que Reino Unido se saliera del todo de la UE, Lynne vio que pasase lo que pasase, muchos negocios se verían afectados, entre ellos, el suyo. Subraya, además, que el contexto en el que se han empezado a notar las consecuencias del Brexit tampoco ha ayudado. “Cuando el Brexit se convirtió en una realidad, nos encontrábamos en medio de una pandemia” dijo.
Los empresarios tenían dos opciones, parar por completo la venta a clientes europeos, o abrir una empresa subsidiaria en la Unión Europea. En este caso, decidieron que querían mantener su presencia en la UE así que abrieron un almacén en Países Bajos. Ahora todos los pedidos que se hacen en la Unión Europea salen desde ahí. “Hemos creado trabajos en Países Bajos y pagamos impuestos allí, cuando esos trabajos e impuestos se habrían quedado en Reino Unido”, dice.
Este movimiento empresarial ha supuesto también una serie de costes adicionales con los que no contaban. “Legalmente, hay dos empresas diferentes” y esto supone una duplicación de costes. “Tenemos dos abogados, dos contables, dos nóminas diferentes y dos formularios de IVA que rellenar”, afirma.
Como Lynne, empresarios en Reino Unido llevan desde el 1 de enero replanteándose las relaciones comerciales entre ambos, así como sus modelos operativos, puesto que muchos ya no son factibles ni sostenibles comercialmente tras la salida del país de la Unión Europea. El acuerdo alcanzado el pasado 24 de diciembre establecía tan solo las nuevas normas y objetivos por los que se iban a regir las transacciones comerciales entre ambas potencias. Pero ¿en qué se traducía todo eso en la práctica?
Primeros meses caóticos para las empresas
En la práctica, a corto plazo, ha supuesto que, a las colas de camiones varados en la frontera entre Reino Unido y Francia por el cierre de fronteras debido a la pandemia, se le sumase un incremento burocrático en aduanas a la vuelta de vacaciones. Además, hubo una falta de información sobre los nuevos procedimientos que afectó a toda la cadena de suministro. Pero lo que ha generado tanto caos entre las empresas y las aduanas es la guía con los nuevos procedimientos burocráticos, fiscales, legales y normativos necesarios a los que se deben someter todas las transacciones comerciales de ahora en adelante. “Las dos partes, Reino Unido y la UE, todavía deben negociar los detalles de los procedimientos y su implementación”, señala Gabriel A. Giménez, profesor asociado en Economía en NEOMA, Escuela de Negocios en Francia.
Empresas de paquetería y distribuidores tuvieron que detener el envío de paquetes o retenerlos en aduanas durante semanas. “Hubo paquetes que se perdían, que no llegaban, que se destruían en la aduana o por los que había que pagar el IVA y aranceles”, cuenta Javier, propietario de un comercio online de productos de belleza. Durante las primeras semanas, aquellos paquetes que ya estaban programados se enviaron, y dice que su empresa asumió todos los costes. Pero durante los dos primeros meses ha parado por completo el envío de pedidos a la UE, cuyas ventas les suponían el 95% del total.
De hecho, durante el primer mes del año, las exportaciones de Reino Unido a la Unión Europea cayeron un 40.7%, en parte debido a las nuevas trabas, pero también porque muchas empresas hicieron acopio de suministros durante los meses previos para evitar la posible falta de bienes.
La empresa de Javier optó por retirar su negocio del mercado británico. También es el caso de la empresa de Patrick, una compañía que se dedica a fabricar equipamiento industrial. Antes del fin del periodo de transición, su empresa utilizaba proveedores de Reino Unido para conseguir las piezas que necesitaban para construir sus productos. “Muchos de los componentes que pedíamos eran comprados en el país. Ahora todo eso ha cambiado también. Hemos cambiado toda nuestra cadena de suministro, y ahora compramos exactamente los mismos productos, pero desde un distribuidor de la Unión Europea”, explica Patrick.
El Brexit también ha afectado al envío del producto final al país anglosajón. El envío del equipamiento, al final “para ellos implicaba impuestos, para nosotros, implicaba costes extra en aduanas”. Ante la falta de beneficio comercial, llegaron a un acuerdo con su cliente, ellos enviaban el equipamiento a otra de sus oficinas, en Alemania. Con esto “es el cliente quien tiene el dolor de cabeza”. Concluye que esta nueva situación ha supuesto “ha sido una completa reestructuración de la cadena de suministro” de Reino Unido a Europa.
“No todas las empresas se pueden permitir restringir sus negocios a Reino Unido. La Unión Europea es de lejos el mayor socio comercial para el país inglés”, explica Gabriel A. Giménez.
“El segundo gran socio comercial es Estados Unidos, pero apenas superan el 16% de bienes. Otros socios no representan ni siquiera el 10% del comercio internacional de Reino Unido”, dijo. Por tanto, entre las opciones para las diferentes empresas queda abrir empresas subsidiarias o asociarse con otras empresas si quieren mantener sus negocios en el mercado común.
PYMEs, las más afectadas por el acuerdo de comercio
Las que no están teniendo más opción que, por el momento, restringir sus ventas al Reino Unido son la mayoría de las pequeñas y medias empresas, que suponen el 99.3% de las empresas que conforman los negocios en Reino Unido.
Los últimos datos publicados por la Oficina Nacional de Estadística (ONS) estiman que las PYMEs británicas representan el 52% de las ventas. Sin embargo, hasta ahora el Gobierno británico solamente ha impulsado una ayuda económica, que dota a las empresas de menos de 500 empleados con hasta 2.000 libras para conseguir consejo legal o formación ante los nuevos términos de comercio entre la UE y el Reino Unido.
Esta es la ayuda que estaba esperando Rafael, dueño de una empresa que produce bebidas proteicas. Un 20% de las ventas de sus productos venían de la UE. “Hemos parado de aceptar pedidos de la Unión Europea”, cuenta Rafael. “Hemos enviado unos 15 pedidos, quizá tres han alcanzado su destino final. Algunos de los pedidos de diciembre han tardado cuatro meses en llegar”, dijo. Al ser sus productos bienes perecederos, necesitan ser entregados a tiempo. Pero descubrieron que los paquetes estaban siendo retenidos en aduanas.
“Todas las PYMEs británicas orientadas a la UE afrontarán costes adicionales en sus operaciones. Además, sus productos aún deben cumplir con las normas de la UE si quieren quedarse en el mercado único. Esto significa que los costes jurídicos, administrativos y de tiempo aumentarán innegablemente para esas empresas. Las empresas ahora deben planificar el paso por los puestos de control, con toda la documentación en regla”, explica Gabriel A. Giménez.
La burocracia no se limita a los controles fronterizos. “Los certificados de origen son emitidos por autoridades certificadas, las cuales deben ser reconocidas por ambas partes, luego estos certificados más facturas deben ser validados por servicios consulares,” explica. A todos esto se le suman la aparición de los impuestos de entrada y salida en aduanas, los gastos por los trámites, el IVA y el incremento en el precio de los envíos. La falta de claridad en el nuevo procedimiento y el incremento de costes en un 50% fueron las dos razones que hicieron a Rafael decidirse por parar los envíos. “Ya no obtenemos ningún beneficio enviando a la UE (…) Y no vemos mucha ayuda desde el gobierno” dijo.
También ha decidido detener los envíos a la UE Adele, que tiene un pequeño negocio de productos de cosmética natural. A partir de ahora tiene que someter todos sus productos a las regulaciones del mercado común. Para ello debe tener “una persona responsable en la UE”, en caso de que hubiera algún problema con los productos. Para tener esa persona “debes tener una dirección en la UE”. Es decir, pagar a una empresa.
Cuando esta joven preguntó por precios, le dijeron que por hacerse cargo de un solo producto le cobrarían 500 libras. “Con una pastilla de jabón que cobró a cinco libras, imagina cuántas pastillas de jabón tengo que vender para hacerlo viable”, dijo.
Pero no solo las exportaciones se han visto afectadas. Los negocios que se basan en la importación también están viendo las consecuencias. Es el caso de Pablo que tiene una tienda de productos españoles en Edimburgo. En su caso, la mayoría de los productos los compran a grandes importadores, pero también tratan con pequeños proveedores
“Hay muchas cosas que ya no puedo traer. Además, trabajamos en alimentación que es un producto que se va a caducar”, y ahora el tiempo que tarda un pedido importado se ha alargado de siete o diez días que tardaba, a “20 días como mínimo, o meses”. Tampoco le sale tan rentable comprar a proveedores más pequeños e independientes. Un pedido pequeño a una marca de chorizos ha incrementado su coste al doble. “Una factura que antes eran 200 o 300 libras, se te duplica”.
Por cada proveedor, se debe hacer una factura y tratarla como importaciones separadas. “Los siete proveedores tuvieron que dar permiso a mi agente para actuar como un solo hombre”, explica sobre un pedido que compró en enero y que todavía no le ha llegado. Y lo mismo cuando llega a la segunda aduana. “Hay que examinar partida a partida, aunque vengan juntos”. Eso supone un incremento de costes en aduanas, pero también de trámites y contratación de un agente que lo gestione desde España ¿Cómo están solucionando el incremento de costes? De momento, lo están asumiendo ellos como negocio para evitar subir los precios, aunque no descarta que al final tengan que hacerlo.
Las grandes empresas distribuidoras ya incluyen el precio de las aduanas en sus tarifas, señala Diego, importador de vino español. Así es como él ha hecho el primer pedido tras el Brexit, abaratando los costes lo máximo posible, aunque afirma que eso no va a impedir que se refleje en el aumento de precio que va a tener que pagar el consumidor final. Todavía es pronto para saberlo, puesto que aparte de supermercados, la hostelería sigue cerrada en Reino Unido debido a la pandemia. Hasta que no se vuelva a reabrir por completo el sector no se sabrá cómo el aumento de precios afecta a la demanda de dichos productos.
“Al final”, señala Gabriel A. Giménez: “solo las empresas británicas orientadas al Reino Unido se están beneficiando de la situación, pero a expensas del consumidor británico, que tendrá que asumir las diferencias de costes”.