El campamento instalado en Torrejón bulle de gente este domingo, entre militares, voluntarios, cooperantes y las más de 370 personas que han llegado desde Kabul desde el jueves, cuando aterrizó el primer avión procedente de la capital de Afganistán, previa escala en Dubái. Desde entonces han aterrizado en Madrid seis aviones. En el dispositivo, con capacidad para 800 personas, juega un papel determinante la Cruz Roja, que se encarga de la acogida y el primer acompañamiento psicosocial de las personas que llegan.
“Lo primero es tranquilizarlos, porque tienen muchas dudas. Se asustan porque le preguntas el nombre de sus hijos, quieren saber qué va a pasar con ellos, dónde están. Han salido de Kabul hace apenas unas horas”, explica Raquel Gibaja, técnica del programa de refugiados de Cruz Roja. Hasta el momento, desde que los talibanes tomaran el país asiático el pasado domingo, han aterrizado en Madrid tres aviones de las Fuerzas Armadas españolas y otros tres del Servicio Europeo de Acción Exterior, que se suma a un séptimo que está previsto que llegue a España este domingo por la noche.
En un primer momento, las personas que llegan son atendidas por el operativo de la Cruz Roja. Se trata de un despliegue de unas 300 personas, entre voluntarios, personal médico y técnicos. “Es un dispositivo bastante extenso. Hay que hacer una reseña de quién es cada persona que llega. Se les da la bienvenida, se les explica quiénes somos, dónde están…”, relata Gibaja. Algunas familias necesitan atención especial al llegar. Como ejemplo cita el caso de una madre con dos niños que eran diabéticos y a los que hubo que atender este sábado al aterrizar.
Muchos lo primero que hacen es pedirte un cargador para poder comunicarse con sus familias y decirles que están bien
Una vez completado ese proceso, se les realiza una prueba PCR y después pasan a una entrevista con la Policía para solicitar asilo si así lo quieren. “Hasta ahora no hemos tenido ningún positivo”, explica Gibaja. El principal reto en esta situación es dar atención a personas que llegan extremadamente desubicadas: “Hemos estado en muchos dispositivos de acogida de personas sirias refugiadas y llegaban en situaciones más digeridas”, compara. “Muchos lo primero que hacen es pedirte un cargador para poder comunicarse con sus familias y decirles que están bien”, añade.
Más allá de las cuestiones técnicas y sanitarias, una labor importante, cuenta Gibaja, es arroparlos psicológicamente. “Al final son personas que han tenido que huir de una forma muy abrupta, ha sido de golpe. Han tenido que salir corriendo, dejar sus cosas. Así que la primera fase es de aterrizaje, pero de aterrizaje mental”, apunta. “Había gente, familias enteras, que llevaban varios días sin ducharse, después de dormir varios días en el aeropuerto, porque habían tenido que salir de pronto, dejarlo todo”, detalla, antes de incidir en que lo primero es explicarles que pueden comer y que pueden descansar.
En este sentido, explica que muchas familias llegan con niños que apenas entienden lo que está sucediendo. Para ello han montado una ludoteca, “para que puedan entretenerse durante un tiempo”. Aunque “los niños tienen una capacidad de adaptación muy fuerte”, “llegan muy cansados, no entienden absolutamente nada, ni siquiera sus madres o sus padres, así que es bueno que tengan por lo menos un rato para entretenerse y olvidarse”, comenta.
Los afganos que aterrizan pasan como mucho 72 horas en el campamento instalado en la base aérea para luego ser trasladados a otros centros o apartamentos provistos por el Estado, o bien repartidos a otros países de Europa, como parte del acuerdo alcanzado entre los miembros de la UE. Los que se quedan dentro de España entran en un programa de asilo en el que también participa la Cruz Roja por el que las personas refugiadas pasan entre 18 y 24 meses en un periodo de acogida temporal, en el que se les presta apoyo legal y psicológico y se les introduce en el idioma.
Antes de derivarlos, hay un acompañamiento psicológico y social para los afganos que lo precisan. “Se hace un trabajo individualizado. Ahora hablamos de afganos y afganas en general, pero cada uno tiene un contexto muy diferente, tratamos de diferenciar lo que cada uno necesita y antes de eso proporcionarles las necesidades más básicas”, explica Gibaja.
Sobre la dificultad de desplegar un dispositivo en tan poco tiempo, la portavoz de la Cruz Roja resta importancia: “Estamos deseando ir. Estamos cuando se nos necesita. Ha sido difícil coordinarlo, porque había gente de vacaciones y otras eventualidades, pero hemos estado preparados para ponerlo en marcha”, asegura. Gibaja, además, recuerda: “Es importante que la gente intente ponerse en los pies de esta gente. Mañana me levanto, tengo que salir corriendo de mi país y llegar a otro lugar desconocido. Es muy difícil de asimilar”, cierra.