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Los demócratas “moderados” buscan candidato para frenar a Bernie Sanders

Bernie Sanders en una imagen de archivo.

Carlos Hernández-Echevarría

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Los demócratas “centristas” de EEUU llevan unos cuántos días con insomnio. No se explican cómo es que un candidato de 78 años que se define como socialista y que hasta hace cuatro días ni siquiera era oficialmente miembro del partido, les está ganando la partida en las primarias. Están completamente aterrados antes la posibilidad de que Bernie Sanders acabe siendo el candidato demócrata y a la vez absolutamente divididos a la hora de elegir uno alternativo para derrotarlo. Los moderados no se ponen de acuerdo.

La sorprendente caída de Biden

En realidad, el gran problema de los centristas es que no se lo veían venir. Aunque Sanders ya estuvo cerca de darles un buen susto contra Hillary Clinton hace cuatro años, esta vez tenían toda la confianza del mundo en su candidato. Joe Biden era perfecto sobre el papel: vicepresidente de Obama, gran encanto personal, toda la experiencia... y todo el odio de Trump. Deberían haberse olido algo cuando vieron que a sus mítines en Iowa iban cuatro gatos, pero se dejaron llevar y resulta que la noche de los caucus quedó en cuarta posición. Drama. La semana siguiente en New Hampshire, casi peor: quinto y por debajo del 10% de los votos. Allí empezaron a sonar las alarmas.

Si como Biden llevas medio siglo en la política nacional y has decidido venderte en campaña como “la opción segura” para derrotar a Trump, queda medio mal que te des dos trompazos así nada más empezar. El exvicepresidente cree que aún puede revivir, pero por si acaso los centristas han empezado a levantar la vista para buscar otro abanderado. Es en ese punto donde aparece el joven alcalde desconocido de una pequeña ciudad de Indiana: Pete Buttigieg.

La arriesgada apuesta de Buttigieg

Cuando se disipó el polvo que había levantado Biden al caer en Iowa, era difícil que los moderados no se fijaran en Pete Buttigieg porque es todo lo que un demócrata moderado puede querer en su candidato: un jovencísimo político de un estado blanquísimo y alejado de las costas, estudiante estelar de Harvard y Oxford, veterano de guerra... sin riesgo de ser un revolucionario porque ha trabajado en la nave nodriza del capitalismo, la consultora McKinsey, pero al que es difícil tachar de reaccionario porque es, entre otras cosas, el primer candidato presidencial abiertamente gay. Y encima, ha dado la sorpresa ganando más delegados que nadie en los caucus de Iowa y se ha quedado muy cerca de Sanders en New Hampshire. Casi perfecto. Casi.

El único problema que los demócratas moderados le ven al “alcalde Pete” es, bueno, que es el “alcalde Pete”. No es el “senador Pete” ni el “exvicepresidente Pete”, solo el alcalde de una ciudad pequeña. Con el partido traumatizado por la victoria de Trump, nadie está muy seguro de que la mejor garantía de derrotarlo sea un treinteañero que intenta ser presidente después de haber perdido las elecciones a 'Tesorero Estatal de Indiana'. Es ahí donde entra otra candidata que nadie vio venir: Amy Klobuchar.

Amy Klobuchar en misión de rescate

El segundo puesto de Buttigieg en las primarias de New Hampshire se vio oscurecido por la gran sorpresa de la noche, el tercer puesto de Amy Klobuchar. Ella es, también, una candidata de ensueño para los demócratas moderados: otra estudiante brillante de un estado blanco y alejado de las costas, pero con dos cosas que el “alcalde Pete” no tiene. Que es mujer y que no es alcaldesa de ningún pueblo, sino que lleva 13 años en el Senado y tiene todas las relaciones que hay que tener con el establishment del partido.

La implosión de Biden le ha dado oxígeno a la campaña de Klobuchar, que había sido un cero a la izquierda durante meses. Su despegue de última hora en Iowa y la sorpresa que dio en New Hampshire la han puesto en el mapa y, si el exvicepresidente acaba de hundirse, tal vez eso la convierta en la opción favorita de un establishment que todavía pinta mucho en el partido. Eso, si ese establishment no decide pactar con el diablo y subirse al barco de oro de Michael Bloomberg.

Michael Bloomberg: pactar con el diablo

Incluso los demócratas más centristas saben que Michael Bloomberg no pinta nada en las primarias demócratas, pero a lo mejor están dispuestos a olvidarlo si esa es la manera de parar a Bernie Sanders y derrotar a Donald Trump. Es cierto que, con su fortuna, Bloomberg ha hecho mucho en la lucha contra las armas y el calentamiento global, pero también hay otras cosas ciertas: que como alcalde se dedicó a criminalizar a negros e hispanos y que su hemeroteca está llena de comentarios machistas; que además no tiene ninguna preocupación por la desigualdad o la construcción de una sanidad pública; pero sobre todo porque es un milmillonario defensor de Wall Street, algo que no está muy de moda en el Partido Demócrata actual.

Bloomberg, en realidad, es un republicano que ha acabado en esta tesitura porque quiere tocarle las narices a Trump. Y eso, atención, es su mejor baza en estas primarias. Los demócratas llevan cuatro años indignándose mucho por las cosas que hace Trump y aplicando la receta de Michelle Obama: “cuando ellos caen bajo, nosotros vamos alto”. Bloomberg, sin embargo, no tiene ningún problema en remangarse y bajar al barro. Cuando el presidente le ataca por su baja estatura, él le recuerda su obesidad. Es difícil no verle el punto a un rico abusón diciéndole a otro rico abusón frases como esta: “conocemos a la misma gente en Nueva York y por la espalda se ríen de ti y te llaman payaso. Saben que heredaste una fortuna y la despilfarraste en negocios estúpidos. Yo tengo la trayectoria y los recursos para derrotarte. Y lo haré”.

Además de esa seguridad en sí mismo, lo que tiene Bloomberg son esos “recursos” comúnmente conocidos como “muchísimo dinero”. Mientras los otros candidatos andan haciendo cuentas y pidiendo donaciones, el magnate gasta y gasta de su inacabable bolsillo: su campaña tiene cinco veces más trabajadores que la de Biden y mucho mejor pagados. También ha pagado 280 millones de euros por anunciarse en televisión y en Internet, el doble lo que han invertido Trump y todos sus rivales demócratas juntos. Esa abundancia atrae a muchos demócratas, que ven en ella una oportunidad de echar a Trump en noviembre. Y el candidato está contento en ese espacio: cuando más se hable de 'Bloomberg contra Trump', menos se explica que Bloomberg es demócrata por obligación y por accidente.

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