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Diez años de las revueltas en Brasil: estallido renovador para la izquierda o germen del ascenso de Bolsonaro

Manifestantes protestan contra el aumento de la tarifa del autobús en São Paolo, en junio de 2013.

Bernardo Gutiérrez

Río de Janeiro —

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En julio de 2013, la peluquera Charla Ferreson se involucró en Ocupa Cabral, una acampada frente a la residencia de Sérgio Cabral, entonces gobernador del estado de Río de Janeiro. Al calor de las protestas que sacudían Brasil, Ferreson experimentaba un despertar político en aquella acampada que osó ocupar el rico barrio de Leblon.

En septiembre de 2013, tras el desalojo de Ocupa Cabral, Ferreson se aproximó al colectivo derechista Revoltados Online y empezó a criticar al Partido de los Trabajadores (PT). A partir de 2016, la peluquera divulgaba noticias sobre Jair Bolsonaro en sus redes. “La izquierda nos mira con prejuicio y desprecia nuestros valores”, afirmaba.

El proceso de politización de Charla Ferreson está documentado en el libro 'O ovo da serpente' (El huevo de la serpiente) de la periodista Consuelo Diéguez, una investigación sobre los orígenes de la nueva derecha brasileña y su ascenso al poder. “¿Cómo millones de brasileños pasaron a identificarse con la derecha y a justificar el discurso rabioso de Bolsonaro contra la izquierda?”, se pregunta Consuelo.

“El huevo de la serpiente” es también el nombre que se le da a la narrativa hegemónica del PT sobre las revueltas de 2013, las conocidas como Jornadas de Junio, que comenzaron con manifestaciones del Movimento Passe Livre (MPL) contra el aumento de las tarifas del transporte urbano.

Aquellas protestas se prolongaron durante más de un año: ocupaciones de plenos municipales y parlamentos regionales, una oleada inédita de huelgas, protestas indígenas, rolezinhos (ocupación de centros comerciales por jóvenes negros), actos contra el Mundial de fútbol de 2014.

Las múltiples reivindicaciones, desde el derecho a disfrutar de la ciudad a la mejora democrática, pasando por la diversidad o críticas a la corrupción, así como las dinámicas organizacionales que desbordaron a la izquierda tradicional, descolocaron al gobierno de Dilma Rousseff.

El ascenso de Jair Bolsonaro sería, según la teoría del huevo de la serpiente, responsabilidad de las protestas de 2013. Da igual que los participantes del Ocupa Cabral fueran mayoritariamente de extrema izquierda, como recogió elDiario.es en un reportaje ese mismo año. Poco importa que apenas un 4,3% de los carteles estuviera alineados con la derecha, como revela el detallado estudio 'Grafias de junho', del urbanista Roberto Andrés. La narrativa que conecta linealmente 2013 con el bolsonarismo continúa siendo hegemónica.

Cambiar el relato

Diez años después de aquellas revueltas, sus protagonistas y los investigadores especializados en ese fenómeno están alzando la voz para darle la vuelta al relato.

“Se está distorsionando la memoria de 2013, incluso intencionadamente. No hubo protestas significativas de derecha hasta las elecciones de octubre de 2014. La fuerte represión a todo ese movimiento de las izquierdas generó un vaciamiento de las calles que fue ocupado por nuevos actores políticos conservadores y la operación Lava Jato contra Lula. La teoría de que 2013 reforzó a la derecha o a Bolsonaro no se sostiene”, defiende el urbanista Roberto Andrés, que acaba de lanzar el libro 'A razão dos centavos' (El fundamento de los centavos), un análisis de las razones, características y consecuencias de las protestas de 2013 en Brasil.

En el texto 'Junio Negro: el afavelado ocupando las calles', Thamyra Thâmara, vecina del Complexo do Alemão (conjunto de favelas de Río de Janeiro), relata cómo se fue involucrando en las revueltas de 2013. El 20 de junio, la jornada de manifestaciones más masivas, Thamyra salió rumbo al centro de la ciudad para protestar, entre otras cosas, contra “el desprecio a las favelas”, “la opresión a los jóvenes negros” o “la militarización de la Policía Militar (PM)”.

En sus carteles aparecía el lema “#CadêOAmarildo”, que hacía referencia a Amarildo Dias de Souza, un obrero desaparecido, cuyo asesinato a manos de la policía fue probado con posterioridad. Las protestas continuaron.

La profecía del “sambista” Wilson das Neves, en la que el pueblo de las favelas ocupaba los barrios nobles, se hizo realidad. Vecinos de las favelas de Vidigal y Rocinha ocuparon el barrio de Leblon, pidiendo justicia para Amarildo. El colectivo Ocupa Alemão de Thamyra Thâmara realizó decenas de acciones. Entre ellas, el farofaço, acto simbólico en la playa de Copacabana para denunciar los prejuicios hacia los vecinos de favelas que van a la playa con tuppers llenos de comida casera y farofa (harina de yuca).

En 2014, las periferias, a través de los Comités Populares da Copa, continuaron levantándose contra procesos de desalojo relacionados con el Mundial de fútbol.

“2013 fue un momento de ampliación del debate sobre el derecho a la ciudad y el derecho de movilidad para un espectro mayor de la población”, aseguraba en una entrevista con la revista Colectiva, en 2019, Tainá de Paula, actual secretaria de Clima y Medioambiente de Río de Janeiro, vinculada al PT que no defiende la teoría del “huevo de la serpiente”.

Por su parte, Rita Velloso, profesora de arquitectura de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), sostiene que urbanísticamente las revueltas de 2013 todavía están en marcha: “No tenemos adonde retornar, porque nunca conseguimos una ciudad justa”.

Desde el movimiento Tarifa Zero de Belo Horizonte, Francisco Foureaux, defiende que las Jornadas de Junho pautaron el derecho a la ciudad y la tarifa cero (gratuidad en el transporte urbano): “Desde entonces, se viene implementando en todo el país. Entonces, el PT nos tildaba de agentes de la derecha”.

Para Rafael Rezende, militante del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL), la revuelta de 2013 contenía las semillas de la renovación institucional: concejalías de mujeres negras como Marielle Franco (asesinada en 2017) o Áurea Carolina (que fue diputada nacional) llegaron después de junio de 2013. Rezende, como muchos de los entrevistados, considera que en ese momento se plantaron también las semillas del actual Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.

“Subir la rampa del Palácio do Planalto de aquella manera (Lula lo hizo escoltado por un indígena, una mujer negra, un joven y una persona con discapacidad) fue una respuesta a 2013”, matiza Rafael.

El respetado filósofo Marcos Nobre impugna por completo la teoría que une linealmente 2013 y 2018. Los manifestantes de Junio de 2013, según afirma a Folha de S. Paolo, “salieron a las calles y ocuparon las redes para contestar las obras del Mundial de 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016, ocuparon escuelas en todo el país, hicieron la primavera feminista, apoyaron candidaturas como la de Marielle Franco, participaron en la construcción de la Coalizão Negra por Direitos”.

Por su parte, la antropóloga Rosana Pinheiro-Machado, autora del libro 'Amanhã vai ser maior', también defiende en una entrevista de 2020 que las manifestaciones de hace una década crearon un Brasil insurgente y muchos nuevos movimientos de izquierdas.

“¿Por qué nadie recuerda que en la época se produjo el mayor número de huelgas de las últimas décadas y hubo levantamientos indígenas contra la presa de Belo Monte?”, se preguntaba el filósofo Rodrigo Nunes en el lanzamiento de su libro 'Ni horizontal ni vertical', en Belo Horizonte.

En 2013, indígenas ocuparon el Museo del Indio en Río de Janeiro para salvarlo de la demolición, dando pie a la Aldeia Maracanã. “Las movilizaciones empezaron defendiendo la Aldeia Maracanã, amenazada por la gentrificación inmobiliaria de los mega eventos. La vida se encareció demasiado y la gota (que colmó el vaso) fue el aumento del precio del autobús. Luchábamos para concretar avances sociales y nos orientábamos por una esperanza progresista”, asegura a elDiario.es Larissa Bery, investigadora académica involucrada en los movimientos de 2013.

De izquierda a derecha

El 20 de junio de 2013, izquierdas y derechas compartieron espacio en las manifestaciones. Los grandes medios y grupos conservadores intentaban canalizar las revueltas contra la entonces presidenta Dilma Rousseff. No acabó de funcionar. Aquel día, según una encuesta, el 37,6% de los manifestantes defendía el transporte público, el 24,4% criticaba la corrupción, el 12,1% pedía mejoras en la sanidad pública y el 5,5% en la educación.

Poco a poco, las izquierdas tradicionales se sumaron a los nuevos indignados. Y las derechas prácticamente desaparecieron de las calles. Aún así, dejaron en el aire algunos lemas, gestos, banderas brasileñas y un intenso sentimiento anticorrupción.

Muchos manifestantes de junio de 2013, según el escritor y también profesor en la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) Roberto Andrés, eran más despolitizados que conservadores: “Eran manifestantes jóvenes. El 80% iba a una manifestación por primera vez. Sin embargo, para mucha gente de izquierda aquellos manifestantes con la cara pintada de verde y amarillo eran una amenaza de derecha”.

La polarización izquierda-derecha protagonizó las elecciones de octubre de 2014. Aécio Neves, el candidato conservador, no reconoció la victoria de Dilma Rousseff. La tercera vía encarnada en la candidatura de Marina Silva, que creció tras las manifestaciones, se quedó en la cuneta. “Que esa candidatura fuera destruida provocó frustración”, matiza Roberto Andrés, aludiendo a la guerra sucia sufrida por Marina. El 1 de noviembre de 2014 nacía el Movimento Brasil Livre (MBL), que cambiaría el rumbo político del país.

El MBL, comandado por publicistas de estética hipster, nació para apropiarse de la indignación colectiva contra el sistema y se confunde sonoramente con el Movimiento Passe Livre (MPL), que protagonizó 2013. En el documental 'Não vai ter golpe' (Marcha por la libertad), los fundadores del MBL confiesan cómo se adueñaron de ritos izquierdistas como las caceroladas o las acampadas.

“El MBL secuestró la sigla del MPL de forma deliberada. Nuestro movimiento no debería haber dejado que eso ocurriera ”, defiende en una entrevista con la revista Fórum Pedro Brandão, sociólogo vinculado al nacimiento del MPL en 2005.

El gran objetivo del MBL era acabar con Dilma Rousseff. Con una sofisticada estrategia digital y narrativa, el MBL convocó la manifestación del 15 de marzo de 2015, que consolidó el nuevo ciclo conservador. Los medios de comunicación se rindieron ante la nueva masa de personas vestidas con camiseta de la selección brasileña de fútbol que tomaron las calles. Jair Bolsonaro todavía no era bien recibido: aquel día, fue rechazado por los manifestantes en Río de Janeiro.

“Para legitimar las protestas a favor del impeachment de Dilma en 2015 y 2016, los medios vendieron que heredaban la característica multitudinaria que las calles tuvieron en junio de 2013, lo que no es verdad”, asegura a elDiario.es Renata Gomes, profesora de Cultura Digital de la Universidad Federal del Recôncavo da Bahia (UFRB).

Los convocantes de ambos ciclos eran diferentes, la mayoría de protagonistas de 2013 no se unieron a las protestas de 2015. Paradójicamente, el PT compró la narrativa de los medios: “Parte da la izquierda se refiere a 2013 y 2016 como si fuesen la misma cosa, a veces utilizando imágenes de protestas de 15/16 como si fuesen de 2013”, matiza Renata.

En agosto de 2016, el juicio político tumbó a Dilma Rousseff. La secuencia de acontecimientos fue de vértigo: el Gobierno de Michel Temer, la operación Lava Jato, que encierra en prisión a Lula e impide su candidatura, y Jair Bolsonaro, quien gana las elecciones de 2018.

Ascenso de la extrema derecha

La improbable conexión entre los manifestantes que rechazaron a Bolsonaro el 15 de marzo de 2015 y su posterior éxito electoral difícilmente habría ocurrido sin intervención mediática. Las investigadoras Giulia dos Santos y Keyla Vasconcelos, en su texto “Capas de combate: a guerra contra o PT”, responsabilizan directamente a los medios de comunicación en el proceso de criminalización del PT que abrió el tercer ciclo: el ascenso meteórico de Jair Bolsonaro.

A partir de 2017, el PT cambió su visión sobre 2013. Fernando Haddad, que cuando era alcalde de São Paulo creó la Secretaría de Derechos Humanos para escuchar las demandas de las calles, publicó un polémico artículo en junio de 2017, cuestionando la legitimidad de aquellas manifestaciones.

Lula, que en 2013 recibía a cientos de activistas en el Instituto Lula para entender lo que estaba pasando, afirmó en agosto de 2017 que aquellas revueltas no tuvieron un carácter democrático. El PT, acorralado judicialmente y perseguido mediáticamente, abrazaba de lleno la teoría del ovo da serpente. “La explicación que culpa (los acontecimientos de) 2013 por el bolsonarismo es muy cómoda para quien no quiere ver las proprias limitaciones y errores”, concluye Renata Gomes.

La socióloga Esther Solano, que considera que Junio de 2013 fue un acontecimiento heterogéneo que también sirvió para renovar las izquierdas, afirma que el sentimiento anti sistema conectó 2013 y 2018: “En 2013, junto a las izquierdas, también sale a la calle un germen de la derecha posterior, familias con la pauta anticorrupción. El gobierno Dilma no consigue dar respuestas. La pauta antisistema, en medio de la crisis económica, es la que cala más profundamente en la insatisfacción popular y da lugar a la lógica bolsonarista”.

A partir de 2016, Bolsonaro construye hábilmente su imagen de profeta anticorrupción. Un tupido ecosistema de bulos sustituye a los memes neoliberales del MBL. Francisco Foureaux, del colectivo Tarifa Zero en Belo Horizonte, afirma que la derecha entendió bien los nuevos algoritmos de las redes sociales: “Todavía no sabemos de dónde estos personajes tenebrosos consiguieron tanto dinero”.

El llamado gabinete del odio del tercer ciclo, coordinado por Carlos Bolsonaro para sembrar caos y odio, remató la hegemonía de la extrema derecha en Internet.

La disputada narrativa sobre las revueltas de 2013 sigue abierta. “Junio formaba parte de un ciclo global. Una juventud insatisfecha trajo una serie de respuestas, mayoritariamente progresistas. En ningún otro lugar se culpa a las protestas de la primera mitad de la década por el posterior crecimiento de la extrema derecha. En España no se dice que 15M fue el huevo de la serpiente de Vox”, afirma Roberto Andrés.

Tras la inhabilitación política del expresidente Bolsonaro, algunas voces consideran vital la superación de ese relato. Marcos Nobre, alerta de que el Gobierno del PT no tendrá éxito si no revierte su lectura de 2013: “Para conseguir ver hacia delante, el primer paso necesario es el de la reconciliación con la multitud de Junio”.

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