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Elecciones EE.UU. 2020

Trump vs Biden: guerra de imágenes

20 de octubre de 2020. El Presidente de Estados Unidos Donald Trump baila durante un mitin de campaña en el aeropuerto internacional de Erie.
30 de octubre de 2020 22:13 h

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Estados Unidos es la referencia del fotoperiodismo. Lo es también de la fotografía política puesta al servicio del marketing político. El primero presume de ser lo más fiel posible a lo que tiene enfrente. La fotografía política se pone la misma capa, usa el lenguaje fotoperiodístico, pero no deja de ser una capa que viste sus intenciones: vender un producto, vender a un candidato. En esta campaña el fotoperiodismo ha dado un paso atrás y ha ganado el marketing. 

Estamos viviendo la campaña electoral de Estados Unidos más atípica de la historia, marcada por la pandemia y con un electorado muy polarizado. Las dos campañas son radicalmente distintas, generando imágenes y fotografías no solo diferentes sino sobre todo contrapuestas. 

La pandemia es el eje central de los dos relatos de la campaña, que tiene que ser coherente con lo que el candidato hace y dice. Eso se traduce en las imágenes (y fotografías) que se transmiten. Así, sería absurdo ver a un Trump recubierto de una escafandra minimizando los riesgos de la COVID-19 o a un Biden abrazando a su electorado antes de alertar a todos sus votantes del peligro del virus. 

Mientras Trump hace caso omiso a cualquier recomendación de distanciamiento social o uso de mascarillas en sus mítines, Biden apuesta por todo lo contrario, con encuentros muy reducidos en público, en cumplimiento escrupuloso de las recomendaciones de los expertos. La mascarilla es su sello de identidad. 

Trump apela a las emociones y Biden a la razón

Toda campaña electoral es un cuento. En el cuento de Trump, él es un héroe y Biden es un cobarde frente al enemigo “chino” (el enemigo exterior siempre funciona). Apela a lo más básico y emocional. Biden ha optado por un relato que apela más a la razón, a la ciencia, al sentido común y acusa a su rival de insensato. No se ha cortado en  llamar “payaso” a Trump en los debates. A tenor de la cantidad de indecisos, no está claro que el relato más racional de los demócratas sea capaz de neutralizar el relato más emotivo, más heroico y más fácilmente consumible de Trump.  

“Han convertido la COVID-19 en el tema de sus relatos de campaña. Un tema tan complejo lo cuentan de una manera muy sencilla. O estás a favor de las medidas o estás en contra. Mascarilla sí, mascarilla no”, explica Verónica Fumanal , experta en comunicación política y presidenta de ACOP (Asociación de Comunicación Política). “El problema lo ha tenido Trump porque se ha contagiado. Y le ha tenido que dar la vuelta, convirtiéndose en un ‘Ave Fénix’. Ha pasado a jugar a la identificación con el electorado de más edad: si yo lo he podido superar, tú lo puedes superar, en una simplificación absoluta del mensaje”, recuerda Fumanal. 

Precisamente si tuviéramos que señalar un ‘momentum’ fotográfico en esta campaña tan realmente distópica sería la fotografía de un Trump saludando a sus seguidores desde su coche blindado durante su paseo por los alrededores del hospital militar donde había sido ingresado por la COVID-19. Nada improvisado: los fotógrafos de agencias y la fotógrafa de la Casa Blanca estaban apostados en el lugar adecuado para tomar la foto. 

Trump simplificó aún más su mensaje después de contraer la COVID-19: por un lado se convirtió en ‘experto’ por experiencia (“he aprendido mucho sobre el virus”, llegó a decir); y por otro lado minimizó aún más las consecuencias: “no es para tanto y tú también te puedes curar”, un mensaje que no se ha cansado de repetir, dirigido al electorado de más de 55 años, clave para ganar el próximo 3 de noviembre.

La campaña de Trump ha recurrido a algo básico: reforzar su imagen de que ya es presidente. Es un héroe con poder. Donde más claro queda es en la elección de los escenarios para sus mítines. No falta un día en el que Trump celebre mítines en la explanada de algún aeropuerto con el Air Force One siempre de fondo. El avión presidencial (o en su defecto el helicóptero) es un auténtico atributo de poder contra el que Biden no puede competir. Trump ha sido el presidente de Estados Unidos que más ha usado la Casa Blanca como escenario de campaña, con esa cumbre del esperpento político que fue el mitin celebrado en sus jardines para festejar que ya había pasado la COVID-19 y que volvía a la campaña.

“Barack Obama era el presidente más fotogénico. Trump es el presidente más icónico”, aseguraba el veterano fotoperiodista del NYT Doug Mills a la CBS. El periodista señalaba a su pelo, su estatura (mide 1,90), su envergadura y sobre todo su imponente gesticulación como las culpables de una imagen muy potente del actual presidente. 

Y a esa figura mediática, icónica y atrayente se enfrenta a un nada carismático Biden. El que fuera exvicepresidente de Obama, ha apostado por la mascarilla como sello de identidad. No para de enseñarla, de recomendar su uso. La lleva puesta incluso cuando contesta tuits desde la habitación de un hotel, en contraste a los vídeos de Trump sin mascarilla desde el mismísimo hospital o en los jardines de la Casa Blanca a los pocos días de saberse positivo. En su relato, Trump es un villano que parece hasta un aliado del virus. El ejemplo lo tenemos en un meme que se hizo viral este verano, donde Biden aparece como el ‘superhéroe’ que no tiene la capa pero sí una mascarilla. 

La actitud de Biden, siguiendo las recomendaciones de los expertos, ha sido el arma arrojadiza que Trump ha usado contra él. “Pueden hacer como Biden y esconderse en un sótano”, le soltó al candidato demócrata en el último debate. La imagen poderosa de un Biden blandiendo una mascarilla al arrancar del debate marcaba los límites entre uno y otro: el día y la noche. El antagonismo llevado a la máxima expresión.

La campaña de Biden es, en cuanto a imagen, insulsa, aburrida y no la ha levantado ni siquiera la aparición estelar de Obama en los últimos días. El público siguiendo los mítines desde sus coches, poca gente en los actos de campaña, mucha distancia y escaso entusiasmo. Biden no entusiasma ni a los suyos. Trump lo explota al máximo, como en este tuit que habla por sí solo:  

El fotoperiodismo hace marketing 

La proyección de la imagen que se construyen desde la campaña tienen su reflejo en lo que publican los medios. “La iconografía que tenemos [sobre campañas electorales] nos fuerza a hacer de nuevo las mismas fotos una campaña tras otra”, asegura Daniel Ochoa de Olza, fotógrafo reconocido con dos World Press Photo y con una vasta experiencia cubriendo actualidad política. El fotoperiodista busca la foto que ya tiene en su cabeza, porque es la foto que quiere publicar su medio. Responden a criterios de lo que debe de ser una foto de un candidato. Desde las campañas se dispone todo para que así sea: luz del acto, las banderas en el tiro de cámara, selección del público que se sienta detrás del candidato...el cebo está puesto y el fotoperiodista suele picar. 

“Las únicas fotos que se publican son las menos críticas. Es siempre la foto perfecta del candidato, pero no la foto perfecta para el periodismo”, sostiene Ochoa de Olza. “Son fotos que gustan a los gabinetes de prensa”, sentencia. 

Si uno observa las fotos publicadas por muchos medios coinciden con las fotos que distribuyen las propias campañas. La comunicación política se ha impuesto al fotoperiodismo. Los medios compran la iconografía del marketing político sin apenas sentido crítico.

En esta campaña atípica ha habido muy pocos trabajos fotoperiodísticos que se fijaran en otros aspectos que no fueran los candidatos. “El protagonismo lo tiene el candidato. Todas las fotos parecen controladas por gabinetes. No hay una versión crítica. Ni siquiera se retrata a los electores, al público que asiste a los mítines o a los que van a votar”, apunta Ochoa de Olza. 

“Los fotógrafos que siguen a los candidatos tienen un altísimo nivel”, matiza Ochoa de Olza. “Muchos de ellos publican en sus cuentas de Instagram esas fotos distintas,  críticas, que no llegan a las páginas de sus periódicos”, y pone como ejemplo estas dos publicaciones de Doug Mills:

Ver esta publicación en Instagram

President Trump campaigns in Florida & Georgia.

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En esta campaña los medios han sido benevolentes con las imágenes generadas por la campaña demócrata. Tendemos a ver al candidato en el estrado, sin apenas imágenes generales de los actos, celebrados en parkings al aire libre y con el público siguiéndolos desde sus coches. Es más potente ver a un Biden o un Obama a contraluz, que la simple explanada de un parking sin apenas gente. Bandera siempre de fondo. Pero nada o muy poco de contexto. 

Cuando los medios se han puesto a fotografiar la campaña de Trump la han mostrado como era: mucha gente por todos lados, sin distancia y escasas mascarillas. Podríamos caer en la tentación de pensar que esto va en demérito de Trump, pero en verdad es el marco que su campaña ha creado: no hay de qué preocuparse. Y son bastante más entusiastas que el público demócrata apalancado dentro de sus coches. 

Puede que los demócratas terminen alzándose con más delegados que Trump, pero el actual presidente va ganando de calle en la generación de imágenes y en los momentos de campaña. Muestra su campaña como él quiere. Si Trump gana, quedará validado como efectiva una manera de comunicar que no ahorra en mentir, en azuzar las guerras culturales en lugar del consenso y en buscar sobre todo la división del electorado y alimentar la polarización de los medios. Será, además, una mala noticia para un fotoperiodismo ya de por sí en retroceso.

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